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“No he asociado mi felicidad al fútbol”

El jugador del Celta de Vigo Enrique de Lucas habla sobre su nueva etapa en Primera División

De Lucas, ayer en Vigo.
De Lucas, ayer en Vigo.LALO R. VILLAR (EL PAÍS)

Llegó a la Liga hace ya más de 14 años. Se enamoró de Londres, pero el fútbol le llevó a convertirse en un clásico de la Segunda División. Pasó de cambiarse en el vestuario del Chelsea a jugar en El Ejido, Leganés o Algeciras. Cuatro años después de disputar su último partido en Primera, Enrique de Lucas (Hospitalet, 1978) regresa a lo más alto con el Celta.

Pregunta. ¿Están preparados para sufrir o para disfrutar?

Respuesta. Para todo. Seremos el más inexperto de la competición. Lo importante es que el éxito no nos distraiga y que la negatividad cuando vengan las derrotas tampoco nos afecte.

P. ¿Qué papel juega un veterano entre tantos jóvenes?

R. Trato de ayudar en fomentar valores como la autoestima. Antes los vestuarios eran diferentes. Se ha pasado de círculos cerrados en los que los veteranos excluían a los jóvenes a algo más homogéneo.

P. ¿El fútbol profesional es divertido?

R. Si ganas, lo es. Si pierdes entras en un círculo vicioso porque priman los resultados y las familias dependen de ellos, lo que es una presión añadida. La victoria autoalimenta la motivación.

P. ¿Usted llegó a perderla?

R. Sí, cuando acabé en el Murcia, tras un año y dos meses con Clemente, que me desgastó. Pero me llamaron de Cartagena, recién ascendido a Segunda, gente joven, un técnico avanzado a su época como Juan Ignacio Martínez… Me motivé de nuevo.

P. Y se fue.

R. Sí, vino el Celta y yo lo conocía por otros temas, me convencieron. Ojalá hubiese venido antes a Galicia.

P. ¿Qué relación previa tenía con el Celta?

R. Era acreedor del club. Piterman me endosó en el Alavés un pagaré como parte del traspaso de Nené y el Celta entró en concurso. Así que me debían dinero sin haber jugado con ellos.

“Zola me invitaba a su casa para ver a los equipos italianos en la Liga de Campeones”

P. En esos detalles no se piensa cuando uno empieza. ¿Siempre supo que iba a llegar a ser profesional?

R. Sí. Pero tuve que tomar decisiones. Estaba en el Barça, en infantiles, y no jugaba. Y a mitad de temporada me fui, primero a la Fundación Martorell y de ahí al Espanyol. Estar en la cantera de un club importante no es básico para llegar a ser profesional y además entonces las categorías inferiores del Barça no son como ahora, primaba el amiguismo.

P. Y se hizo perico.

R. No lo era de cuna, pero el cariño que te dan, la formación que te ofrecen… En Cataluña ser perico es mucho. Allí está todo muy politizado y se vende al exterior que para ser un buen catalán hay que ser culé y viceversa.

P. ¿Qué aprendió en Inglaterra?

R. El respeto, pero no sólo en el fútbol. Tengo mi residencia en Londres y allí hay una cultura de respeto que se refleja en la calle, al conducir, cuando sacas al perro a pasear, en cualquier cola. Luego muchos de los que allí tienen ese respeto vienen a España y como les permiten de todo hacen lo que no hacen allá.

P. ¿Cómo era el Chelsea pre Abramóvich?

R. Un equipazo. A mí me enseñó como es el fútbol al más alto nivel. Con compañeros como Gianfranco Zola, que me invitaba a su casa a ver los partidos de Champions de los equipos italianos, una persona con la que podía hablar de fútbol, pero también de la vida, muy abierta en el sentido de la docencia: siempre está dispuesta a enseñar, pero también a que le enseñes.

P. Entiendo que allí se encontró con un perfil de veterano diferente al que conocía.

R. Sí, era gente más abierta de mente, que te exigía muchísimo en el campo, pero que te daba rienda suelta fuera de él. Quizás a los ingleses les costaba un poco más ser receptivos hacia la gente de fuera. Yo había estado en el PSG, un gran club y una gran ciudad, pero nada como Inglaterra.

P. ¿Le dolió dejar el Chelsea?

“Abandonar el Chelsea hizo que perdiera el tren de la selección española”

R. Muchísimo. Fue una operación rara, pero en la que salí muy perjudicado. Estaba en el Espanyol y había firmado un preacuerdo con el Alavés, no un contrato de trabajo, con una cláusula que me permitía irme antes un año fuera. Me llamó Claudio Ranieri y acordamos cuatro años con la idea de que en doce meses llegaríamos a un acuerdo con el Alavés, pero estos se cerraron en banda y pusieron un precio prohibitivo. Encima descienden a Segunda y yo me encuentro que tras clasificarme para la Champions con el Chelsea tengo que ir a Vitoria para jugar en esa categoría.

P. ¿No hubo otras opciones?

R. El Alavés quería repescarme a toda costa para revenderme, pero yo quería o el Chelsea o nada. Justo en ese momento llega Abramóvich dispuesto a gastar dinero y el Alavés amenaza con llevarle a la UEFA. Para ellos lo más sencillo fue renunciar a mí. Y yo decidí quedarme en Vitoria los cuatro años y jugar en Segunda. Subimos, pero luego vino Piterman y bajamos de nuevo, hubo impagos...

P. ¿Esa decisión marcó su carrera?

R. Seguro. Se me pasaron trenes como el de la selección. Pero ahora llegan otros y tampoco he asociado mi felicidad plena al fútbol.

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