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El espectáculo de los otros

Gregarios como Majka, Dani Navarro, Dani Moreno y Jesús Hernández son los guardianes de los jefes, los hombres de confianza, entregados a la oscura tarea de auxiliar

Dani Navarro tira de Contador, seguidos por Froome.
Dani Navarro tira de Contador, seguidos por Froome.j. m. vidal (EFE)

No son galgos, ni podencos. Son liebres. Como las del atletismo, que hurgan en la pista el mejor ritmo para que el jefe triunfe en la línea de meta. No son buceadores en busca de piezas sabrosas que colar en el anzuelo del que manda. Son tipos aguerridos, que bien pudieran pescar por su cuenta, pero que están entregados a la tarea de auxiliar, proteger, incentivar, calmar o excitar a su jefe en cada carrera, en cada circunstancia, según lo que necesiten.

Gregario no se nace. Otra cosa es que la vida te conduce, en el profesionalismo, a derroteros diferentes a los soñados. En el ciclismo todos nacen líderes, campeones, ganadores, al sprint o en la montaña, maillot rojo o maillot verde. Pero de joven, por inexperiencia, o de viejo, por experiencia, toca currar para el colega, que además te va a llevar del brazo por donde vaya. El ejemplo de esta Vuelta es el polaco Majka, un jovenzuelo pequeñajo, con más aire de colombiano que de polaco, al que recurre Alberto Contador cuando quiere matar al pelotón y meterle un ritmo de heavy metal que va vaciando el auditorio del pelotón hasta convertirlo en una audición flamenca para exquisitos.

Hay veces en que parece que Majka podría irse hasta el infinito si no fuera por que las instrucciones son claras: ayuda a tu jefe que te ayudas a ti mismo. Cuando Majka cede, como en el Cuitu Negru, medio muerto, zigzagueando, a punto de echar el pie a tierra, aun le queda un respingo para pegar otros 200 metros en homenaje a Contador antes de morir, como un gastador pequeño y herido.

En el ciclismo todos nacen líderes, pero la vida te lleva a destinos diferentes del soñado

Cuando eso ocurre, Contador tiene su bidón de reserva, Jesús Hernández, su explorador, su consejero en carrera, dispuesto a eternizar el sufrimiento, como Landa en el Euskaltel. Cuando el pelotón ve a esa tropa en cabeza se echa las manos a la cabeza. “Si es que andan más que nosotros’, piensas muchas veces”, dice Purito Rodríguez, que tiene en Dani Moreno y Alberto Losada sus espartanos particulares. En la retaguardia está Menchov, lleno de medallas y con el libro de ruta lleno de anotaciones.

Tienen libertad condicional. Ellos endurecen o frenan la carrera, la alargan o la amontonan. Lo mismo hacen de policía de tráfico que de conductor suicida. Solo cuando el jefe flaquea, le miran a la cara, le auxilian si es preciso, le preguntan si tienen la condicional y llegado el caso, si el jefe no es capaz de sacar las castañas del fuego, se van hacia la cima, generalmente, para resarcir el fracaso del rey con la victoria del príncipe. Una etapa es una etapa. Como hizo Nairo Quintana, del Movistar, con sus dos granos de fuerza, cuando vio que Valverde solo estaba para resistir. ‘Me voy’, le diría, ‘y si me sigues ahí estoy, y si no, pues a ver si gano’. Ni lo uno ni lo otro. Todo el polvorín estaba gastado. Y a él, y a Majka, a Jesús Hernández, y a Dani Navarro, otro de esos gregarios de lujo, les quedaban las balas de fogueo. Excelsas, pero sin pólvora. Guerra virtual.

Son hombres de confianza, tipos con los que sufrir, sobre todo, y disfrutar. Como Valverde, con Lastras, Intxausti o Quintana. O como Purito cuando era el colega de Valverde antes de que el Katusha le diera la oportunidad de volar por su cuenta. Ninguno nació gregario. Algunos quieren nadar solos, otros quieren acabar juntos. Pero todos saben que nadie, nunca, ganó sólo una gran carrera. Ni Eddy Merckx.

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