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Contador y mucho más

La Vuelta ha recuperado la pasión por el ciclismo al amparo de finales explosivos y de la presencia de mucho de lo mejor del ciclismo internacional, encabezado por los españoles

Alberto Contador, en lo más alto del podio de la Vuelta.
Alberto Contador, en lo más alto del podio de la Vuelta.álvaro garcía

La impresión general es que la Vuelta ha sido un éxito. Un éxito para Contador, que ha pasado la reválida con sobresaliente tras las dudas que sofocaban sus ánimos por la sanción por dopaje. Un éxito para Joaquim Rodríguez que, si bien ha malgastado quizás la última posibilidad de ganar una gran Vuelta, tras ser segundo en el Giro, ha recabado más apoyos populares que en toda su vida. Un éxito para Valverde, que llegó de incógnito, como el invitado inesperado, y ha sido segundo en el podio con tres victorias personales y una colectiva. El tridente ha sido descomunal, con la sombra permanente de Froome, impagable en el esfuerzo tras entregarse en el Tour y llegar físicamente al límite a la Vuelta, hasta agotar la última gota antes de hincar la rodilla en la parte más exigente de la carrera. Y ha sido el público, entregado a la carrera, estupefacto por las exiguas diferencias, por los finales atrevidos, por la constante duda sobre el desenlace, por los sprints montañosos, tan retorcidos, tan interesantes.

Contador se reivindica. El reto de Contador se repartía entre sí mismo y su propia imagen. Siendo quien es, estaba obligado a ganar para no ensombrecer su imagen. Era el favorito, como él mismo reconocía tras la etapa de la Bola del Mundo, pero también el aturdido por su falta de competición y precisamente en la Vuelta más dura, más exigente, por los rivales y por el tipo de recorridos. Contador reconoció que en algunos momentos llegó a dudar de sus posibilidades reales de triunfar, cuando Purito Rodríguez, una y otra vez, le ganaba en las últimas preguntas del test. En Fuente Dé decidió poner todo su historial al servicio de un ideal con el riesgo que conllevaba.

Contador sabe que cuenta con el apoyo de la afición, aunque en una Vuelta tan emotiva ha visto crecer el prestigio y el fervor que desataba Purito Rodríguez, el intrépido, el pequeñajo, que amenazaba el trono del rey sol. Pero supo sobreponerse a eso y cautivar a un respetable cada vez más entregado a la emotividad de la Vuelta y que reclamaba un acto de audacia. Contador lo dio y puso la Vuelta a sus pies. Y se la llevó para Pinto como si de un nuevo comienzo se tratase. Como del Tour que no pudo correr por sanción.

'Purito' Rodríguez, durante la contrarreloj de Pontevedra. (reuters)
'Purito' Rodríguez, durante la contrarreloj de Pontevedra. (reuters)Joseba etxaburu (EFE)

Purito Rodríguez eleva su carisma. En esta Vuelta, Purito, con el magnífico prolegómeno del Giro (2º), aunque dolido por ser derrotado por Hesjedal, ha alcanzado su cénit emocional y deportivo en su temporada más florida. Purito, con sus retorcimientos en los últimos kilómetros, por su cartuchera de explosivos para los kilómetros finales, por su agudeza dialéctica tras cada etapa, fue amenazando el escenario de Contador, robando corazones, hasta que se le rompió el alma en Cantabria, cuando entendió que las dudas son malas consejeras en el ciclismo. Sin embargo, ha sido su año. Pudo ser mejor, pero fue una temporada inmensa. Ahora tiene más currículo y más carisma.

Valverde, de invisible a inevitable. Hizo como que estaba por estar, como que vino por venir, como que su guerra era de otro mundo. Y así, con esa piel de cordero arropando su estrategia, su voluntaria ausencia teórica de la carrera, ha sido segundo, con el lastre de la caída en Valdezcaray, la de la polémica con el Sky, que le restó 50 segundos.

Alejandro Valverde, durante la contrarreloj de Pontevedra.
Alejandro Valverde, durante la contrarreloj de Pontevedra.laio r. villar (AP)

¿Qué hubiera pasado sin ese déficit a los primeros compases? Valverde ha acabado a 1,16 m de Contador. Con 50 segundos menos, hubiera estado siempre ahí, amenazante, más animado, incluso más atrevido sabiendo que era el invitado de lujo al que nadie puede echar de casa. Con la visión del éxito más cercana. Incluso ha demostrado madurez en la carrera, minimizando sus despistes habituales, esos que le acarrean tantos disgustos. No fue un error llevarle a la Vuelta, más aún cuando Juanjo Cobo, el bisonte cántabro que defendía el título, no ha andado como podía esperarse.

Froome. Era el álter ego, el enemigo de Contador y resistió media Vuelta. El keniano venía muy castigado del Tour, donde ayudó a Wiggins más allá de lo que el británico era capaz por sí solo de resistir. Froome sabía que había perdido la Vuelta de 2011 por ayudar excesivamente a Wiggins y el Tour de 2012 por ayudar obligatoriamente a su jefe. Esta Vuelta era la oportunidad de reivindicarse, aunque el esfuerzo de la ronda francesa era un mal presagio para sus posibilidades. Aguantó cuanto pudo, mantuvo el pulso anímico y aun así ha sido cuarto en una carrera con los tres mejores españoles por delante. El público se lo ha agradecido. Jamás ha sido soliviantado por ser el extranjero que amenazaba al tridente español.

Degenkolb, el rey del sprint. En una Vuelta montañosa, pensada para los fortachones, para los escaladores, para motores de mucha cilindrada o mucha agilidad, ser sprinter era una invitación al sufrimiento. Apenas media docena de etapas para congraciarse con el éxito, siempre disputado por media docena de velocistas de todo tipo de edad y condición. A todos los ha barrido el alemán Degenkolb, que se ha ido de la Vuelta con cinco triunfos al sprint (el último, ayer en Madrid), con un equipo invitado, y a la espera de enfrentarse a los más grandes en otras pruebas, si alcanza a disputar el Tour. Hoy, es la exhibición del velocismo, con su carcasa de camión y su golpe de pedal sobrecogedor.

Ilustrísimos gregarios. Están los otros. Los lugartenientes. Los entregados de la ruta. Los solidarios que trabajan para los demás. Para el jefe en concreto, sabiendo que casi nunca ganarán, solo colaborarán decisivamente en el éxito. Contador ya sabía que tenía a Hernández, su consejero, auxiliador y compañero de fatigas. Pero la fuerza bruta ha sido el pequeño Majca, un polaco con cara de ángel, que cada vez que cogía el mando del pelotón al principio de cualquier puerto, el grupo torcía el morro y sabía que tocaba sufrir, romperse el alma y el cuerpo. Lo suyo ha sido una exhibición de ritmo incluso llevada a los límites más extremos. Purito ha tenido en David Moreno (5º en la general) a su María Auxiliadora particular. Quizás le ha faltado Menchov con su enorme experiencia, en los momentos delicados de la carrera. Valverde tampoco ha andado cojo: Beñat Intxausti y el colombiano Nairo Quintana han sido sus escuderos en los momentos duros, delicados. Froome también ha contado con la ayuda de sus dos colombianos, Urán y Henao, para evitar pájaras o suplir flaquezas. Los equipos grandes solo lo son en función del número de gregarios ilustres que los soportan.

Contador: “No corro para callar bocas”

EFE | Pinto

Pinto se volvió a vestir de tiros largos para recibir a su vecino más ilustre, que llegaba al pueblo con su última conquista. Alberto Contador celebró junto a unas tres mil personas que se congregaron en la Plaza del Ayuntamiento su victoria en la Vuelta a España.

El ciclista llegó en un vehículo descapotable, tras una ruta que hizo por la localidad acompañado por una peña ciclista de Pinto. Desde el balcón del consistorio brindó por el triunfo ante el jolgorio de sus paisanos. Emocionado por el recibimiento, agitó el maillot rojo y realizó junto con los presentes su símbolo de la victoria: el disparo con su mano como pistola.

Contador devolvió las muestras de cariño: “No tengo palabras para agradecer vuestro apoyo. Es increíble la cantidad de gente que estáis aquí. Vuestra fuerza me ha ayudado para salir a entrenarme en los momentos duros. Os doy las gracias. Si pudiera os daría un trozo de maillot a cada uno”, señaló. “No corro para callar bocas”, dijo en referencia a su sanción por un positivo; “lo que hago es disfrutar sobre la bici y en todas las carreras a las que voy”.

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