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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

‘Barça is not Catalonia’

Los azulgrana vestirán la senyera como segunda equipación la próxima temporada

Sandro Rosell, en un acto del FC Barcelona
Sandro Rosell, en un acto del FC BarcelonaVICENS GIMÉNEZ

Una pancarta de grandes dimensiones que reza Catalonia is not Spain es habitual en el Camp Nou en los partidos de gran trascendencia mediática. Surgía de manera tan puntual durante la presidencia de Joan Laporta (2003-2010) que fueron incontestables las acusaciones de connivencia de su directiva con la Joventut Nacionalista de Catalunya, la rama juvenil de CDC que la promovía. Con Sandro Rosell en la presidencia, la pancarta ha asomado en más de una ocasión. Sin embargo, la diferencia es sustancial: si entonces podía llegar a estar las dos horas del partido colgada, ahora apenas aguanta dos minutos, justo a que los empleados del club procedan a retirarla porque cubre publicidad estática, especialmente la de Qatar Foundation.

Anda el presidente Rosell preocupado por su imagen. “Quien discute mi catalanidad es que no me conoce, ni a mí, ni a mi familia”, declaró hace un par de semanas. Las críticas recibidas por la suspensión de la Supercopa de Catalunya habían hecho mella en su ánimo. Probablemente porque inciden en una cuestión que le persigue desde el inicio de su mandato cuando, por romper con el catalanismo de Laporta, hizo determinados gestos (discurso en castellano ante la peñas, visita al presidente de Extremadura) que llevaban al equívoco y de la que no ha conseguido desempolvarse.

El último varapalo se lo ha llevado cuando se supo que no acudirá a la manifestación del 11 de septiembre en Barcelona dado su carácter declaradamente independentista, ni en su condición de presidente del FC Barcelona ni a título personal. Quizá como foto de contención, ayer se conoció a través del diario Sport la que presuntamente será la segunda camiseta para la temporada 2013-2014 con los colores de la bandera catalana.

Núñez no actuó en contra de la catalanidad del Barça, pero evitó convertirlo en el agente activo del catalanismo como sí hizo Laporta. No es extraño, por tanto, que a Rosell le etiqueten de neonuñista

Anécdotas y cuitas presidenciales al margen, lo cierto es que el FC Barcelona se halla inmerso en un proceso de desnacionalización, aunque lento y no irreversible. Dos son las corrientes de fondo que mueven al club en esta dirección: su internacionalización y las selecciones nacionales de Cataluña. Al igual que sus rivales europeos, el Barcelona se ha convertido en una marca con una clientela globalizada, lo cual le asemeja más a una franquicia que al més que un club que define su divisa más querida. Es cierto que Cataluña no dispone de selecciones nacionales compitiendo internacionalmente, salvo en deportes minoritarios. Sin embargo, la sola posibilidad de existir detrae al Barcelona el papel de selección nacional oficiosa que había tenido hasta hace unos años.

Ante las críticas recibidas por el caso de la Supercopa, la junta de Rosell emitió un comunicado en el que ponía como ejemplos su colaboración con el maratón contra la pobreza y, próximamente, a favor de las víctimas de los incendios del Empordà. Dejando al margen que estos ejemplos se refieren a la solidaridad y no al hecho nacional catalán, es indiscutible que por su transcendencia social, el Barça ha sido y es més que un club.

Camiseta del Barça con los colores de la senyera
Camiseta del Barça con los colores de la senyera

La historia no es una foto fija. Las inercias históricas nutren las bases sociales de las organizaciones, pero son las corrientes de fondo las que las determinan a medio y largo plazo. Y hoy las dos fuerzas que mueven al club son inexorables. Solo un factor de corrección ejercido desde la junta directiva de turno puede impedir que lo sea también la desnacionalización del club. Durante los 20 años de presidencia de Josep Lluís Núñez, esta rectificación no se produjo, aunque entonces la demanda de selecciones nacionales justo emergía y la internacionalización del club era incipiente. Núñez no actuó en contra de la catalanidad del Barça, pero evitó convertirlo en el agente activo del catalanismo que había sido en determinadas épocas, y como sí hizo, de una manera contundente y desacomplejada, Joan Laporta. No es extraño, por tanto, que a Rosell le intenten colgar la etiqueta de neonuñista.

En el contexto de las actuales relaciones entre Cataluña y España y de aumento del independentismo, el posicionamiento del Barcelona no es menospreciable. Al contrario, puede resultar, si no clave, sí que al menos puede actuar de amplificador potentísimo. De ahí la decepción que ha supuesto el absentismo del club en la manifestación decidido per Rosell. En una Cataluña independiente, el Barcelona se vería relegado, salvo acuerdo entre las federaciones españolas y catalanas, a disputar la competición de su país. Quizá entonces, por razones deportivas y económicas, no le interesase la independencia de su país.

Jordi Badia es exdirector de comunicación del FC Barcelona.

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