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Un coro con raqueta

Ferrer lleva a una España sin egos a su cuarta final en cinco años menos de 12 meses después del triunfo en Sevilla, donde Nadal, Feliciano, Verdasco y él pusieron en duda seguir en el equipo

Juan José Mateo
Ferrer ante Isner
Ferrer ante IsnerManuel Queimadelos Alonso (Getty Images)

Un tie-break antológico pone a David Ferrer contra las cuerdas: tras una hora de juego, el estadounidense John Isner firma un ejercicio de perfección sobre el alambre porque dispara tres aces en sus primeros tres saques y con ello suma la primera manga y pone las semifinales de la Copa Davis bajo la amenaza de un incendio. Una vez más, el alicantino es el mejor bombero. Igual que el desempate de su rival queda para el recuerdo, su reacción fotografía a un competidor de acero: 6-7, 6-3, 6-4 y 6-2 para el número cinco mundial, que clasifica a España para su cuarta final de la Copa Davis en los cinco últimos años (España, 3; Estados Unidos, 1) y cierra con un marcador claro una eliminatoria extremadamente tensa, ganada sin Rafael Nadal, con él recién llegado del cemento de Nueva York y con Nicolás Almagro renqueante de una lesión en un hombro.

“¡Era un año de transición!”, se sorprendieron en la federación ante un éxito inesperado que cita a España para la lucha por el título contra la República Checa (ganadora por 4-1 de Argentina) del 16 al 18 de noviembre probablemente en Praga. Hace menos de 12 meses, la celebración del quinto trofeo, en Sevilla y precisamente ante Argentina, estuvo teñida de un halo de nostalgia. La felicidad quedó empañada por la posibilidad de un futuro tenebroso: los campeones (Nadal, Ferrer, Feliciano López y Fernando Verdasco) aparecieron con el trofeo en la conferencia de prensa y abrieron la puerta a su retirada de la competición. Explicaron que el torneo ya no sería una prioridad en su cargado calendario. Avanzaron que Albert Costa, el seleccionador, dejaría el cargo. Trasladaron la responsabilidad de gestionar el futuro a Almagro, hasta entonces sin sitio en el grupo. A la vuelta de un año, España disputará su séptima final. ¿Cómo se explica eso?

Nadie mejor que Ferrer simboliza que el grupo está por encima de las individualidades

Àlex Corretja, nombrado seleccionador tras una negociación que reflejó la dureza del cuadro que le había tocado a su equipo en 2012 (le ofrecían un año de contrato y él apostó por dos), se volvió del Abierto de Australia con la maleta llena de gestiones, culminadas favorablemente. Su condición de extenista y excampeón, unida a su bonhomía, le permitieron asegurarse la complicidad de Nadal, al que solo las lesiones han impedido volver, y la de Ferrer, capital en los cuartos de final y las semifinales, a las que llegó desde Nueva York en un avión privado pagado por la federación, siempre pendiente de los detalles. El técnico también supo seducir a Almagro, convertido en un seguro tras iniciar su participación en el equipo lamentándose de que los entrenadores recordaran su nombre solo tras la desbandada de sus predecesores. Finalmente, apostó por un doble más que interesante y al que convenció de competir semana a semana en el circuito: el que forman Marcel Granollers y el debutante Marc López, los quintos mejores de 2012. Una buena solución para la ausencia casi voluntaria de Verdasco, cuya pareja con Feliciano, muy implicado en el equipo de 2012, como demostró su presencia en Gijón, quedó dañada por su derrota en la final de Sevilla.

“No queremos morir ahogados en la orilla después de haber remado tanto”, resumió Corretja las dificultades superadas durante el año. “David ha asumido el papel de volver y coger las riendas como número uno y Nico ha sabido que es un jugador importante para el equipo por su compañerismo y porque se ha adaptado e incluso sacrificado en algunos momentos del año. Puede ser muy bueno en la Copa Davis porque le gusta esta competición y la movida fuera y dentro de casa”, apostilló.

No queremos morir ahogados en la orilla después de haber remado tanto” Alex Corretja

Por encima de todo eso hubo otras dos circunstancias que permitieron a España llegar a la final. Las sorprendentes derrotas de Rusia ante Austria y de Francia frente a Estados Unidos abrieron un cuadro que estaba lleno de rondas a domicilio y lo convirtieron en un goloso camino como local, condición con la que la selección acumula 24 cruces invicta, el récord. Además, la generación de oro volvió a graduarse como un grupo muy por encima de las individualidades y los egos. Nadie como Ferrer simboliza eso. El número cinco, siempre a la sombra de Nadal, ha encontrado en la Copa Davis el mejor terreno para expresarse. Sin embargo, acepta igualmente la responsabilidad del liderazgo, como en Gijón, que la posición de privilegiado secundario del mallorquín. En el día en que todos los focos le apuntaban, él se acordó del campeón de 11 títulos grandes.

“Jugaremos otra final de la Copa Davis, que es algo increíble. El tenis español goza de muy buenos jugadores, de una generación muy buena liderada por Nadal, que esperemos que se recupere muy pronto porque es fundamental para nosotros”, dijo ante las cámaras de TVE en el parque de los hermanos Castro tras cerrar por cuarta vez la puerta de una eliminatoria. Es el mejor resumen del espíritu del grupo. Más que una selección, es un equipo. Vistas las fricciones de otros conjuntos, como el de Argentina, en el que históricamente se suceden los pulsos entre las estrellas, ese es el sello distintivo de España.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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