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El diente de sierra de Diego Costa

El delantero brasileño resurge por enésima vez pese a las lesiones sufridas, una de ellas de seis meses, y a ser durante la pretemporada la última opción de Simeone en el Atlético

LADISLAO J. MOÑINO
Diego Costa trata de escaparse de Omar
Diego Costa trata de escaparse de OmarGORKA LEJARCEGI

Mientras Koke firma camisetas en la verja de entrada al Cerro del Espino, un frenazo y un bocinazo a su espalda le hacen girarse asustado. El temerarioconductor de un todoterreno negro de gama alta le sonríe al volante. “¿Quién iba a ser sino Diego?”, exclama el canterano. Está feliz Diego Costa (Lagarto, Brasil; 1988) después de tres partidos de titular, cuatro asistencias y un gol. Un protagonismo difícil de imaginar cuando, tras su exitosa cesión al Rayo Vallecano (12 goles en medio curso), regresó este verano al Atlético con la mente puesta en un traspaso, hastiado de salir a equipo por temporada (Celta, Albacete, Valladolid, Atlético, Rayo y... Atlético) desde que, con solo 17 años, llegó a España procedente del Sporting de Braga. “Nunca le quisimos vender. Le queríamos mantener por si se lesionaba Falcao”, dice un alto directivo rojiblanco. 

En la pretemporada, Costa tenía por delante a Falcao, Adrián y Salvio. “Simeone fue sincero conmigo al explicarme mi situación. Después, Toto se fue porque el club necesitaba dinero y por entonces yo tenía en mente que quería salir para jugar más. Luego, durante los entrenamientos, el técnico fue cogiendo confianza en mi trabajo y he conseguido entrar. El míster pide mucho a los futbolistas y está muy pendiente de nuestro trabajo, pero trata de ser justo en sus decisiones”, explica un futbolista que ha transitado en la duda permanente por las expectativas que generó desde su llegada como juvenil prometedor, por un carácter impulsivo y díscolo que ha ido corrigiendo y por aquella rotura del ligamento cruzado anterior de su rodilla derecha durante un entrenamiento en julio de 2011 que le tuvo seis meses parado. Los contratiempos le han dibujado una trayectoria en diente de sierra que pretende estabilizar: “Ojalá las lesiones me respeten”.

En aquel medio año sin pisar los terrenos de juego, cuando trabajaba a diario “dos horas en el gimnasio y dos en la piscina”, le brotó esa madurez aún fresca que le permite elaborar de carrerilla el discurso de su resurgimiento más complejo, el del curso pasado: “Cuando me lesioné los ligamentos, sabía que tenía que volver mejor que antes porque iba a haber dudas sobre mí. La lesión era complicada y ha habido futbolistas que no han vuelto a ser los mismos”. Costa señala como clave durante su convalencencia al recuperador Óscar Pitillas: “Siempre está de cachondeo, haciendo bromas. No puede ser solo trabajo y trabajo porque eso te mata la cabeza. Hay que trabajar con alegría. Alguna vez me despertaba pensando en la rutina y Pitillas, entonces, aflojaba la carga”.

Aún tengo dolores, pero jugar te los quita, te cambia la cabeza

En el Atlético están sorprendidos por su capacidad para recuperarse de las lesiones. “Este verano le hicimos una artroscopia en la rodilla derecha y diseñamos un plan de recuperación para que estuviera listo para la final de la Supercopa europea por si el entrenador le necesitaba. Los plazos eran justos, pero estuvo a tiempo y no perdió la forma física”, dicen en los servicios médicos, que achacan esa facilidad para regenerarse a su “musculatura fuerte y fibrosa” y a su “dedicación” en la rehabilitación.

En el Rayo aún recuerdan su primer entrenamiento: “Hacía solo una semana que tenía el alta médica y, después de seis meses, Sandoval le puso a hacer sesiones normales. Los compañeros, al principio, no querían ni entrarle y siempre estaban pendientes de él. Aquí se sintió importante y eso le ayudó mucho”. “Llevaba mucho tiempo parado y tenía unas ganas tremendas de jugar, de hacerlo bien. Muchas veces me precipito por volver antes, pero sale de mí por querer estar y ayudar”, abunda el propio Costa sobre esa intensidad con la que irrumpió en Vallecas. Allí también se habla de su madurez acelerada: “Tiene solo 23 años, pero ya ha vivido muchas experiencias en el fútbol, buenas y malas”.

De los acompañantes que ha tenido Falcao a lo largo de su carrera, Costa, por su movilidad, su potencia y su tendencia a abrirse a las bandas, es el que más aire se da con el también brasileño Hulk, con el que el colombiano refrendó su devastadora capacidad goleadora en Europa con la camiseta del Oporto. “Me gusta hacer jugadas. Sabemos que Falcao es un gran rematador y cuanto más me mueva mucho mejor. Él sabe que tanto yo como Adrián, que como jugador y compañero es extraordinario, estamos ahí para ayudarle”, matiza Costa, que necesita sentirse importante, aunque ahora procese esa necesidad con un talante más colectivo: “Las cosas me salen mejor cuando me siento importante. Sé que aquí hay 20 jugadores muy buenos, pero tengo mucha confianza en mis características. Aún tengo dolores, pero jugar te los quita, te cambia la cabeza”.

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Sobre la firma

LADISLAO J. MOÑINO
Cubre la información del Atlético de Madrid y de la selección española. En EL PAÍS desde 2012, antes trabajó en Dinamic Multimedia (PcFútbol), As y Público y para Canal+ como comentarista de fútbol internacional. Colaborador de RAC1 y diversas revistas internacionales. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Europea.

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