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Adiós a Ballack, el orgulloso “perdedor”

El centrocampista alemán, de 36 años, anuncia su retirada del fútbol.- Ganó cuatro Bundesligas y una Premier, pero perdió una final de Copa del Mundo, otra de Eurocopa y dos de Liga de Campeones

Ballack, tras perder ante Italia en las semifinales de la Copa del Mundo de 2006
Ballack, tras perder ante Italia en las semifinales de la Copa del Mundo de 2006Michael Hanschke (EFE)

Michael Ballack (Gorlitz, 1976), el centrocampista del porte elegante y estampa imponente, no jugará más. El Bayer Leverkusen no renovó su contrato, que expiró en junio, y aunque en los medios alemanes se especuló con un posible retiro dorado en Australia, el jugador ha decidido que ha llegado el momento de colgar las botas. Lo anunció ayer: “Los últimos meses sin fútbol me han mostrado que había llegado el momento de parar”. Ganó títulos con el Bayern Múnich, con el Chelsea y con el Kaiserlautern, pero la desgracia de Ballack es que muchos recuerden hoy las derrotas, los aspavientos y algún exabrupto antes que los goles, el despliegue exuberante y su liderazgo. Orgulloso de su trayectoria, dijjo ayer que nunca soñó llegar donde llegó, aunque ese lugar a veces quedase a pocos metros de la cumbre.

Cuatro campeonatos de Liga alemana (uno con el Kaiserlautern y tres con el Bayern) y una Premier con el Chelsea; tres copas alemanas y otras tres inglesas; y ningún título internacional. Es mucho, pero también es poco si se compara con lo que estuvo cerca de ser: casi fue un Mundial, estuvo a punto de ser una Eurocopa, y por dos veces parecía la Liga de Campeones. Pero no fue nada de eso: Ballack se despidió con un agradecimiento a su familia y a todos aquellos que lo apoyaron, a los que considera corresponsables de su “éxito”, aunque es ya un lugar común aludir a su naturaleza de “perdedor”. A su favor hay que decir que las derrotas se concentran en un año nefasto y que su palmarés internacional es el fiel reflejo de la tierra yerma que ha habitado el fútbol alemán durante la última década. El último título europeo de clubes es la Liga de Campeones lograda por el Bayern en 2001, y la nueva mannschaft cautiva pero no impone como antes: alzó su último título en la Eurocopa de Inglaterra, en 1996, y el magazine de L’Equipe le incluyó hace unas semanas en su número especial sobre los bellos perdedores.

Ganó cuatro Bundesligas y una Premier, tres copas alemanas y otras tres inglesas, pero ningún título internacional

La supuesta maldición de Ballack arranca, precisamente, el año posterior al título del Bayern. Con el Leverkusen, Ballack perdió la Copa alemana frente al Schalke 04; se le escapó la Liga alemana en la última jornada; y cayó ante el Real Madrid en la final de Liga de Campeones, todo en 2002. Neverkusen, se mofaron algunos. Aquel año, Alemania fue subcampeona del Mundo, después de caer ante Brasil en la final, pero Ballack, tarjeteado en las semifinales ante Corea del Sur, no estuvo allí. Incorporado en 2006 al rutilante proyecto de Roman Abramovich en el Chelsea, el resbalón de Terry desde el punto de penalti le dejó con la miel en los labios en la final de la Liga de Campeones 2007-2008, y meses después, la cabalgada de Fernando Torres volvió a privarle de un título con la selección alemana.

Ballack no encontró en Londres el bastón de mando con el que gobernó el centro del campo del Bayern de Múnich y su figura comenzó a desdibujarse definitivamente cuando su jerarquía en la mannschaft se puso en cuestión, durante el Mundial de 2010. Acudió a la cita lesionado, con la esperanza de recuperarse para las rondas finales y en Durban se encontró con que Lahm, capitán interino, se rebelaba contra su jerarquía. “Quiero seguir siendo el capitán y no pienso devolver el brazalete voluntariamente”, dijo el lateral. Entonces el caudillo alemán comenzó a tambalearse, y Matthäus le dio la puntilla: “A Ballack le recomiendo que tenga un gesto de grandeza y renuncie a la selección. El equipo es más fuerte que él y se han creado otras jerarquías”. Así que Ballack volvió a casa con el orgullo herido antes de la semifinal contra España, y cuando Joachim Löw comprobó que el equipo rendía muy bien sin él su defenestración quedó decidida. El técnico le invitó a poner el broche a la "era Ballack" de la selección (98 partidos, 42 goles) con un amistoso contra Brasil, en junio del año pasado, pero Ballack rechazó la despedida y calificó a Löw y a sus compañeros de “hipócritas”. Dolido, pasó factura: “Si ahora quieren aparentar que siempre me trataron a mí como capitán de la selección nacional alemana de fútbol franca y abiertamente, es el colmo de lo hipócrita”.

Renunció acudir a un partido de despedida de la selección, ante Brasil

De Ballack pueden recordarse varias imágenes. En una de ellas, abre los brazos en un descontrolado aspaviento de protesta, mientras persigue a centímetros de distancia al árbitro noruego Tom Henning Ovrebo en los últimos minutos del partido de vuelta de las semifinales de la Liga de Campeones 2008-2009, disputado ante el Barcelona. A veces acompañada de burlas, es la estampa de la derrota y de la impotencia por la polémica actuación del colegiado, y en ella la mirada de Ballack sigue siendo desafiante, porque pese a las derrotas siempre conservó el orgullo, a veces mal mezclado con cierta altivez. El orgulloso Ballack, que asegura que nunca soñó con lo conseguido, lo deja con la cabeza alta, y con la probable satisfacción de que incluso aquellos a quien él calificó de enemigos lo consideraran lo suficientemente importante como para marcar una era. La era Ballack, que ha llegado a su fin.

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