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ATHLETIC
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Alguien sabe algo?

Nadie se explica qué ha ocurrido para que un equipo que practicaba el divertimento como filosofía haya acabado abarrotando la consulta del Gabinete Caligari, lleno de preguntas, vacío de respuestas

Marcelo Bielsa lamenta la derrota ante el Sparta Praga
Marcelo Bielsa lamenta la derrota ante el Sparta PragaFILIP SINGER (EFE)

Se sabe que Marcelo Bielsa se rebotó con la gestión de las obras en Lezama (de las que nunca más se supo) y agarró por la pechera al responsable de las mismas. Se sabe que Javi Martínez quería irse a un club de postín que le pagara como a un futbolista de postín. Y se sabe que se fue a por sus cosas, apresuradamente olvidadas en la taquilla de Lezama, a altas horas de la noche, quizás saltando la verja o quizás no, y motivando la actuación de la seguridad privada de las instalaciones. Y se sabe que Fernando Llorente también quería irse pero no encontró la oferta adecuada para hacerlo inmediatamente. Y se sabe que el público perdonó a Llorente, tras una leve pitada en plena efervescencia emocional. Y se sabe, además, que el entrenador recriminó a Llorente su falta de actitud en un entrenamiento del que le expulsó tras un cruce de palabras, y que luego pidió disculpas por haber elegido el momento y el jugador inadecuados. Y también sabemos que uno o varios jugadores grabaron la última charla de Bielsa en el vestuario al final de la pasada temporada y que, lo que es aún peor, alguien las filtró a un medio de comunicación.

Se saben muchas cosas, pero en realidad ¿alguien sabe algo de lo que pasa? El paisaje es desolador. Más allá de los nulos resultados deportivos (una sola victoria desde que comenzó a rodar el balón), nadie se explica qué ha ocurrido para que un equipo que practicaba la temporada anterior el divertimento como filosofía y el compromiso como actitud haya acabado abarrotando la consulta del Gabinete Caligari, lleno de preguntas, vacío de respuestas.

Bielsa apaga sus volcanes con mea culpas inmediatos para evitar que el nerviosismo afecte al desarrollo del juego, algo que por cierto no ha conseguido. Nadie puede negar al técnico argentino su capacidad para autoinmolarse en cada crisis. Pero la sangre derramada no es suficiente. Los jugadores, implicados también en la falta de respuestas, se apuntan al silencio para que el tobillo no les malgaste un centro y apelando “al próximo partido”, sin una actitud autocrítica en los casos de su competencia. Llorente aún no ha comparecido oficialmente ante los medios para dar su versión de lo ocurrido, y Javi Martínez se ha ido del Athletic sin decir ni mú, eso sí amenazando con hablar más adelante cuando ya no le importe ni al Athletic ni a él, ni a los medios de comunicación, ni a los socios. Los capitanes —esos que llevan un brazalete en la molla del brazo y eligen el campo o el balón en el sorteo de cada partido— tampoco han dicho nada relevante.

El caso de la grabación de la charla de Bielsa es un acto de deslealtad y chiquillería insufrible

Y el club oye llover, como quien mira un diluvio tras el cristal del saloncito de estar apoyado en la cómoda desde la que se ve el mar a lo lejos. Hizo bien Josu Urrutia en huir de los presidentes tronantes y acudir a la imagen de aquellos que pasaban desapercibidos por las calles de Bilbao. Hizo bien en dar la justa importancia a un cargo transitorio en el que más que locuacidad se exige responsabilidad y buen hacer. Hizo bien en autodefinirse como alguien que “está de presidente” como antes estuvo de jugador y siempre como aficionado rojiblanco.

Pero al club se le ha mojado la barbilla y empieza a boquear. Y en casos así, todo el mundo mira al capitán del barco para saber qué piensa y, lo que es más importante, qué piensa hacer. Se sabe que Urrutia va a reunirse con la plantilla y se espera que sea duro, seco, concreto. El último episodio, el de la grabación y divulgación de la charla de Bielsa, no solo refleja un acto supino de deslealtad con el club, sino que revela un porcentaje elevado de chiquillería en el vestuario, rayano con lo insoportable. El hecho revela la distancia que separa la actitud de algún o algunos futbolistas con el compromiso con el club. Haría bien Urrutia en investigar a fondo el caso y adoptar las medidas adecuadas que solo pueden ser las que eviten que se pueda reproducir en el futuro. Sean las que sean.

Pero, en realidad, ¿alguien sabe algo de lo que pasa? En realidad, ¿alguien conoce el diagnóstico de una crisis que más que deportiva es moral, en unos casos, e institucional, en otros? ¿Alguien se ha parado a pensar en que el enfermo tiene una mala cara que da grima? ¿Alguien se ha parado a analizar por qué un equipo maravilloso es ahora un equipo doloroso y por qué un club organizado y tranquilo vive bajo el puente de aguas turbulentas al que cantaron Simon y Garfunkel?

Por todo ello, se convoca a Josu Urrutia, Marcelo Bielsa, José Mari Amorrortu, capitanes del equipo, grabadores profesionales, filtradores irresponsables, fijos discontinuos, viudas y militares sin graduación a una reunión urgente antes de que lleguen a la conclusión deprimente de que entre todos la mataron y ella sola se murió.

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