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A bordo del ‘Fórmula 1’ del mar

‘El País Semanal’ sale a navegar con la tripulación del Oracle Team USA, la mejor embarcación del mundo

Quino Petit
Sobre la malla que une los dos cascos del catamarán ‘Oracle’ no hay arneses. El peligro de volcar es constante.
Sobre la malla que une los dos cascos del catamarán ‘Oracle’ no hay arneses. El peligro de volcar es constante.Miguel Riopa (AFP/Getty)

“Are you ready, guys?”. El grito de Russell Coutts rompe el silencio en la popa del catamarán clase AC45 del Oracle Team USA. Rostro curtido en mil batallas navales y manos como garras al timón, si este neozelandés de 50 años, el más fiero e imbatible patrón de la Copa del América, vocea eso de “¿Estáis listos, muchachos?” poco antes de la salida de una regata, más vale encomendarse a Dios o al diablo.

Surcando la californiana bahía de San Francisco (EE UU), el capitán Coutts mantiene rumbo hacia la majestuosa y anaranjada silueta del Golden Gate. Aguarda con cara de póquer a que los tripulantes bajo sus órdenes, cuatro tipos como castillos enfundados en armaduras de neopreno, terminen de aparejar el foque de proa. Las aspas de un helicóptero de la cadena de televisión NBC Sports rugen a pocos metros por encima de la embarcación siguiendo nuestra estela. El polizón permanece a popa, tendido sobre la parte trasera de una malla de protección que une los dos cascos de esta nave de 13,5 metros de eslora, empezando a maldecir la hora en que se le ocurrió subir a bordo.

Llegar hasta aquí no ha sido fácil. Tras cuatro días merodeando por la base del equipo Oracle en Marina Green, el polizón ha logrado infiltrarse en el prototipo AC45 participante en las World Series previas a la Copa del América que se han celebrado en San Francisco a finales de este verano. La española Alejandra Mato, asistente personal de Russell Coutts, termina de abrir la puerta para acompañar al ilustre navegante el último día de regatas. Minutos antes de la travesía, el polizón recibe un traje de aguas que cubre todo el cuerpo, excepto manos y pies, y un casco que más vale llevar ajustado a la cabeza. No va en broma el asunto. Estamos hablando de navegar con Russell Coutts. El amo mundial del match-race (carreras barco contra barco). Ganador de cuatro ediciones de la Copa del América, barba recia y modales de príncipe, es el patrón más laureado de esta prestigiosa competición, que debe su nombre a la goleta América, primera nave en ganar el trofeo hace más de un siglo y medio, y está repleta de éxitos y fracasos, timoneles de leyenda e históricos armadores tan poderosos como J. P. Morgan, Vanderbilt o Gardini. La victoria aquí es una cuestión de honor. Mejor honra sin barco que barco sin honra.

Russell Coutts es el patrón más fiero de la Copa del América. Si caes al agua, no dará media vuelta para recogerte

Sí, estamos hablando de Russell Coutts. El mismo que dos días antes de que el polizón navegara junto a él no tuvo reparos en empotrar su catamarán AC45 contra la lancha del jurado durante la salida de la regata. También se trata del mismo que dejará tirado cual saco de patatas a todo un medallista olímpico como Michael John­­son cuando el atleta caiga al agua minutos después de ocupar el mismo sitio donde este humilde polizón sin medallas está ahora a punto de echarse a temblar. Para saber de qué hablamos cuando hablamos de Russell Coutts solo hace falta echar un vistazo en YouTube a un impagable vídeo donde esta misma embarcación a la que vamos a subir da una espeluznante vuelta de campana y catapulta a los tripulantes hacia las gélidas aguas de la bahía de San Francisco. Lo único seguro junto a él es que no mirará hacia atrás ni dará media vuelta para recogerte si se te ocurre caer por la borda en plena regata.

Inquietudes de este calibre deberían parar los pies al más lanzado, pero tras cuatro días de negociaciones con propios y extraños tampoco es plan de echarse atrás en el último momento. Minutos antes de las once de la mañana de este soleado domingo, Russell Coutts termina de ajustarse el traje de neopreno en la base del equipo Oracle. Sus hombres ya están a bordo del AC45 esperando la llegada del patrón, que guarda un par de barritas energéticas en un bolsillo de la camiseta de licra y comienza a caminar entre una multitud congregada en el muelle de Marina Green para presenciar en directo las regatas del día. La afición a la vela en este rincón de la Costa Oeste de Estados Unidos se vive así en el agua como en tierra.

Los catamaranes AC45 que participan en las series previas de la Copa del América superan los 30 nudos de velocidad, convirtiéndose en verdaderos purasangre de la navegación a vela.
Los catamaranes AC45 que participan en las series previas de la Copa del América superan los 30 nudos de velocidad, convirtiéndose en verdaderos purasangre de la navegación a vela.Oracle Team USA

El magnate Larry Ellison, fundador del Oracle Team USA, sexta fortuna mundial y máximo responsable del imperio tecnológico Oracle, se ha empeñado en convertir la bahía de San Francisco en “el más espectacular anfiteatro natural para la navegación a vela”. Con la complicidad de Russell Coutts está removiendo los cimientos de un campeonato que durante más de un siglo y medio ha pivotado sobre pesadas naves que se disputaban el cetro más codiciado de este deporte a varias millas de la costa. Como defensores de la Copa del América el año que viene en estas mismas aguas, los capos del equipo Oracle ostentan el derecho de organizar la competición y establecer el tipo de barcos con los que los desafiantes pelearán por disputar el trofeo al equipo estadounidense. El nuevo look de la Liga de las estrellas de la vela lucirá el año que viene en su 34ª edición, pero estas World Series que convocan a pequeños y ligeros catamaranes para volar sobre las olas a tan solo un centenar de metros de tierra son un sabrosísimo aperitivo de lo que está por venir. Las inmediaciones de la Marina Green de San Francisco son ya un hervidero de curiosos y aficionados que abarrotan los espigones y espacios verdes presididos por enormes pantallas para la retransmisión en directo de las regatas del vibrante Super Sunday que enfrentan a los más vertiginosos fórmula 1 del mar. La irrupción de estos catamaranes wingsail de alta velocidad, siempre a punto de volcar y más allá del límite racional de rotura en sus materiales de fibra de carbono, han cambiado el paradigma de la Copa del América hacia un duelo entre bólidos prácticamente incontrolables que, como ocurre con los prototipos de fórmula 1, solo los más avezados estrategas están capacitados para domeñar.

El magnate Larry Ellison se ha propuesto convertir San Francisco en “el mayor anfiteatro natural de la vela”

Pocos minutos después de las once de la mañana, Coutts sube desde el muelle de Marina Green a una lancha semirrígida que le llevará hasta el catamarán donde sus hombres preparan el aparejo desde hace rato. La motora zumba hacia el prototipo AC45, aproximándose al casco de babor a velocidad de patrullera de la Guardia Civil. La primera dificultad consiste en pegar un formidable salto en marcha para embarcar desde la planeadora hasta el Oracle, donde Coutts toma asiento junto al timón y el neozelandés Kinley Fowler, uno de sus tripulantes, advierte una vez a bordo: “Procure mantenerse agarrado a ese cabo rojo de popa y no se le ocurra meter mano en las otras cuerdas que atraviesan las poleas o perderá un brazo”. Se impone posicionarse en la parte trasera y permanecer tendido sobre la malla que une los dos cascos del catamarán. Los marineros izan el foque de proa bajo la mirada de póquer de Russell Coutts y pegan un salto hacia el casco de babor. En un santiamén sacan medio cuerpo por fuera de la embarcación para servir de contrapeso a la escora, que comienza a precipitarse de forma preocupante. Russell Coutts tuerce el gesto en algo parecido a una sonrisa. “Are you ready, guys? Let’s go!”.

Allá vamos. El estruendo de los cabos al tensar la vela mayor, diseñada en fibra de carbono bajo el mismo molde del ala de un avión, suelta un eco de ultratumba. En cuestión de segundos la nave ciñe a rabiar contra el fuerte viento del Suroeste, rumbo hacia el Golden Gate. Volamos suspendidos en el aire sobre el casco de babor, con una escora por encima de los 45 grados. No hay arneses ni punto de agarre. Más vale aferrarse a ese maldito cabo rojo. El reloj que mide la velocidad marca más de 30 nudos. Este asunto, el de la velocidad, no obedece aquí dentro a una ecuación espacio-temporal. Los sentidos se abren a una nueva forma de aceleración parecida a volar sobre el mar encima de dos cuchillos, uno de los cuales apenas mantiene rozamiento con el agua mediante la quilla. Las olas se cuelan por la malla sobre la que estamos tendidos, congelando los pies a base de impenitentes remojones de 13 grados de temperatura. A la espalda queda el peñón de Alcatraz y su legendario presidio. Si aquellos barrotes de La Roca evocan a temibles y míticos reclusos, la ración de canguelo tampoco se queda corta aquí dentro.

Controlar las actuales embarcaciones que participan en la Copa del América requiere una preparación física y mental de élite en las tripulaciones.
Controlar las actuales embarcaciones que participan en la Copa del América requiere una preparación física y mental de élite en las tripulaciones.Ezra Shaw (Getty Images)

Las maniobras transcurren a la velocidad del rayo. Los cuatro tripulantes y el patrón han de entenderse prácticamente con la mirada. Cada uno de estos hombres constituye un engranaje perfectamente calibrado de la misma máquina de alta precisión. Las nuevas embarcaciones participantes en la Copa del América destrozan la clásica y superada imagen de timoneles rodeados por un consejo asesor que estudiaba la estrategia a seguir antes de decidir cada bordo. La táctica ahora se ejecuta a la vez que se piensa. A más de 30 de nudos de velocidad no hay lugar para el debate. El tiempo de reacción se mide en milésimas de segundo. La navegación es a la caña, no a la rueda, toda una declaración de principios que asemejan la maniobrabilidad a los modelos de vela ligera. Con un simple “¡Vamos!”, Russell Coutts pega un volantazo y cambia de bordo sin apenas dar tiempo a sus muchachos para rectificar la posición de las velas. Hay que saltar por la malla de seguridad como un mono para no salir despedido hacia el mar. Por popa vemos pasar el otro prototipo del Oracle Team USA capitaneado por el australiano Jimmy Spithill, el pupilo de Russell Coutts al que se enfrenta en el primer match-race de este Super Sunday. En realidad, la competición entre estos dos patrones no deja de ser un mero entrenamiento para defender la Copa del América en estas mismas aguas el año que viene. Son las escuadras del resto de países participantes las que tendrán que pelear por lograr el derecho a disputar el trofeo al equipo de Estados Unidos.

El día antes de navegar en el Oracle tuvimos oportunidad de entrevistar de manera más reposada a sus dos timoneles durante una conversación dentro de las actividades previstas durante este viaje de prensa organizado por la firma suiza Tag Heuer, patrocinadora oficial del desafío estadounidense en la Copa del América, para presentar su nueva línea de relojes Aquaracer. Respecto a lo que puede parecer una incongruencia, que un neozelandés y un australiano sean los patrones del representante estadounidense en esta competición, el veterano Coutts aclara: “Desde el principio de estas regatas, las tripulaciones estaban formadas por miembros de diferentes naciones. Es el barco el que debe construirse en el país al que representa. Aunque sí creo que debería establecerse una regla de nacionalidad de las tripulaciones para ayudar al desarrollo de la parte estrictamente deportiva en los países participantes. No sugiero que afecte al 100%, pero, al menos, sí al 50% de los navegantes”.

Si fallas en una decisión a bordo de estos nuevos barcos, ahora es más obvio, como cuando pilotas un Fórmula 1

Coutts se convirtió en el mayor traidor de Nueva Zelanda cuando se pasó al timón del Allinghi y ganó con bandera suiza la Copa del América en 2003, algo que este patrón cree que sus compatriotas ya le han perdonado. En 2010 cedió los trastos a Jimmy Sipthill, y juntos ganaron con el equipo estadounidense la 33ª edición, celebrada en Valencia, después de lo cual se empeñó en concebir en la bahía de San Francisco, sede del Golden Gate Yacht Club, cuyas vitrinas custodian hoy el trofeo más codiciado de la navegación a vela, una regata más cercana al público. “Estamos poniendo mucha atención en las retransmisiones televisivas para hacer este deporte más comprensible al público. Cambiar el tipo de barco permite ahora arrancar las regatas bajo cualquier condición meteorológica, sin necesidad de retrasos por falta de viento. Con estos catamaranes wingsail salimos zumbando en cualquier momento. La idea es poner a prueba a los mejores navegantes del mundo con los prototipos más rápidos que se puedan concebir. No es casualidad que muchos medallistas olímpicos de pequeñas embarcaciones estén acercándose a la Copa del América, llenándola de sangre fresca”.

El australiano Jimmy Spithill es el máximo exponente de esta nueva generación de timoneles. En 2010, con 30 años, se convirtió en el patrón más joven en conquistar la Copa del América. Su aspecto dista mucho de aquellos veteranos como Dennis Conner, Mr. America’s Cup, que lucían barrigas y vestían clásicos blazers. Cachas y atractivo, la imagen de Spithill se asemeja más a la de las actuales estrellas del campeonato de fórmula 1. “Mi acercamiento a este deporte no fue elitista. Todo el mundo tenía oportunidad de navegar a vela en Australia, donde yo crecí. Mi padre nos construyó a mi hermana y a mí nuestro primer velero con materiales reciclados. Hoy día, con los actuales cambios, esta competición es más atlética. Si la cagas en uno de estos nuevos barcos, resulta más obvio; es lo mismo que ocurre cuando conduces un fórmula 1. Las tripulaciones necesitan una increíble forma física y mental”.

Y eso que lo mejor está por llegar. Con Russell Coutts ejerciendo de cicerone, tenemos el privilegio de entrar en el hangar del Pier 80 del puerto de San Francisco que custodia la joya de la corona: el catamarán AC72 del Oracle Team USA que participará en septiembre del año que viene en las series finales de la Copa del América. Si el prototipo AC45 que ya está rulando en las series previas mide 13,5 metros de eslora, el AC72, su hermano mayor, mide 22 metros. Si la altura máxima de la vela mayor, con forma de ala de avión, del AC45 es de 21,5 metros, la del AC72 llega a los 40 metros al tope del mástil. Si para el manejo de un AC45 se requieren cinco tripulantes, para controlar el inmenso AC72 se requieren once marineros. Si el coste de fabricación de un prototipo AC45 ronda el medio millón de euros, el primer AC72 que termina de pulirse en este hangar antes de su botadura alcanza los seis millones de euros. Entre las bambalinas de la Copa del América trabajan ingenieros de máximo nivel con presupuestos de decenas de millones de euros. No es de extrañar que un magnate como Larry Ellison lidere este equipo.

El polizón se cruzará con Ellison pocos minutos después de bajar del catamarán pilotado por Russell Coutts para dar paso al invitado estrella del día, el atleta Michael Johnson, que caerá durante la regata por la borda como un saco de patatas. Una vez subidos a una lancha semirrígida, nos acercaremos a otra pequeña motora desde la que Larry Ellison saluda a lo lejos con un sencillo: “¿Qué pasa, chavales?”. El magnate viste sudadera, pantalones chinos y zapatillas deportivas. El auténtico poder jamás entra en escena con demasiada pompa.

Como en las verdaderas historias de guerra, no sacaremos ningún aprendizaje de esta pequeña aventura marinera. Al menos podemos constatar una vez más que son los vencedores quienes escriben la historia. Entre los muchos barcos que rodean el campo de regatas se divisa la réplica de la goleta América, que dio nombre a esta competición tras conquistar por primera vez la Jarra de las 100 guineas. Fue el 22 de agosto de 1851, alrededor de la isla de Wight (Reino Unido). Cuenta la leyenda que aquel día, la reina Victoria preguntó quién iba en segundo lugar tras la estela de la goleta América, que estaba pulverizando la honra de la marina británica. La réplica actual de aquella nave, con velas de paño aferradas a los mástiles caídos hacia popa, mantiene vivo el espíritu de la flemática respuesta que entonces recibió la reina Victoria y rige los designios de esta implacable competición donde no ganar es perderlo todo: “Majestad, no hay segundo”.

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Quino Petit
Es redactor jefe de Comunicación y Medios en EL PAÍS. Antes fue redactor jefe de España y de 'El País Semanal', donde ejerció como reportero y publicó crónicas y reportajes sobre realidades de distintas partes del planeta, así como perfiles y entrevistas a grandes personajes de la política, las finanzas, las artes y el deporte

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