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Un relevo natural y pedagógico

Juan Antonio Orenga, que solo dirigió 15 partidos en la ACB, ha quemado etapas como “formador”

J. MORENILLA
Juan Antonio Orenga.
Juan Antonio Orenga.

A Juan Antonio Orenga (Castellón, 1966), el nombramiento como seleccionador difícilmente podría haberle encontrado más lejos: en Australia, donde imparte un curso para entrenadores en virtud del acuerdo entre la federación española y FIBA Oceanía. Esta es precisamente una de las señas de identidad de Orenga, su carácter pedagógico como herramienta para entrenar. El que ha cultivado durante los últimos años en las categorías inferiores españolas, con brillantes resultados: plata en el Europeo sub-20 de 2007, bronce en el de 2010 y oro en 2011.

Hace un año, Orenga posaba feliz con dos oros al cuello. “Pero esta es el que más vale”, decía refiriéndose al ganado como primer entrenador con sus “niños”, y al que daba más peso sentimental que el conquistado con la absoluta como ayudante de Sergio Scariolo, con el que ha compartido todo su ciclo. He ahí la vena didáctica de Orenga. “Además de entrenador, soy un formador”, se define. Sus primeros pasos como técnico, en el equipo júnior de Estudiantes, dejaron claro cómo quería ser. “No vais a ser profesionales”, les soltó a los chavales; “nadie os lo dice y os lo tengo que decir yo. Vuestro objetivo es aprobar la selectividad. Si suspendéis, no vendréis a entrenaros”. Desaconsejó los pelos largos y prohibió más pendientes y tatuajes. Así, de cara, y con métodos como fichar a un profesor de aeróbic para mejorar la coordinación, se ganó a los muchachos.

Orenga se marchó de casa a los 15 años para jugarse su futuro como pívot. En su instituto de Castellón compartía equipo con un alero llamado Alberto Fabra, hoy presidente de la Generalitat Valenciana. Juanan llegó a la élite en el Madrid, Estudiantes, Unicaja y Cáceres, y con la selección fue 128 veces internacional y ganó el bronce en el Europeo de 1991, en una época de mucha menos abundancia. Luego se recicló para el banquillo, y en Estudiantes le dieron el mando del primer equipo en 2005, cuando ocupó el asiento de Pepu Hernández. La aventura de Orenga acabó sin romanticismos: 15 partidos en la ACB, seis victorias y nueve derrotas, y una destitución con el equipo 13º.

Entrenando al júnior de Estudiantes desaconsejó los pelos largos y prohibió más pendientes y tatuajes

La federación le acogió entonces y Orenga, herido porque apenas creyeron en él, recuperó su librillo de maestro: “Con los niños, la incidencia sobre el jugador y la persona es muy alta. Les empujas, les ayudas, dependen de los valores que les des”. La federación le ha elegido ahora como el relevo natural, el hombre de la casa que conoce el método y que ha quemado todas las etapas.

Orenga, un apasionado de los libros, tantos que casi no le caben en casa, y del dibujo, dice que de no ser por el baloncesto hoy sería “un arquitecto de 2,07 metros”. Los botes del balón le han llevado al banquillo de España. Desembarca con solo 15 partidos de ACB como primer técnico, aunque con el aprendizaje de estos años con España. Es la formación por encima del currículum. Ninguno de sus antecesores asumió el cargo en tales condiciones. Pepu, Aíto y Scariolo estaban ya curtidos en la élite. A cambio, el nuevo seleccionador cuenta con una baza propia: ha vestido de corto hasta hace poco (se retiró en 2002) y sabe cómo es la vida en la pista y en el vestuario. Los jugadores se encontrarán con alguien más cercano, alguien que sabe cómo respiran.

Para Orenga, el desafío es doble: mantener la inercia ganadora de la selección y, como buen conocedor de las categorías inferiores, comenzar a plantar la semilla del relevo generacional. La federación y los resultados dirán si es una transición o una apuesta de futuro. El Mundial de 2014 está en el horizonte. Será seguramente la despedida de varias de las grandes figuras, como Pau y Navarro. La hora del relevo natural, el mismo que ahora emprende Orenga.

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Sobre la firma

J. MORENILLA
Es redactor en la sección de Deportes. Estudió Comunicación Audiovisual. Trabajó en la delegación de EL PAÍS en Valencia entre 2000 y 2007. Desde entonces, en Madrid. Además de Deportes, también ha trabajado en la edición de América de EL PAÍS.

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