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El Madrid niega al Atlético

El conjunto blanco, lanzado por el acierto de Cristiano Ronaldo a balón parado, derrumba a un conjunto rojiblanco difuminado y al que no le sirvió el molde de Simeone

José Sámano
Cristiano celebra su gol al Atlético, el primero del Madrid
Cristiano celebra su gol al Atlético, el primero del Madridcristóbal manuel

En la nadería, ganó el Madrid, y cuando hubo marcha, también. De un partido primero sin nada y luego con poco, nadie sacó tanto provecho como Cristiano Ronaldo, que recuperó el muestrario a balón parado, un gol y un larguero, y asistió a Özil para cerrar la faena, a la que pudo poner el broche con otro remate al poste en el último tramo, cuando descorchó a su equipo en lo mejor del cartel. Antes, una falta estampada en la red, y cenizas durante una hora, sin más. El Madrid, más machote que futbolero, anudó a su rival hasta que emergió el CR más chisposo; el Atlético, macizo antes y nunca con gas. Al Madrid le bastó con un ejercicio paciente, sin hipérboles. Se concedió un encuentro ajedrecístico, difuminó a los rojiblancos y luego les superó con creces. No compareció el Atlético, incapaz de incordiar a Casillas en toda la jornada. Lo hizo con precisión de cirujano el Madrid, que metabolizó como quiso la contienda.

R. MADRID, 2 - ATLÉTICO, 0

Real Madrid: Casillas; Arbeloa, Pepe, Sergio Ramos, Coentrao; Khedira, Xabi Alonso; Di María (Callejón, m.69), zil (Modric, m.88), Cristiano Ronado; y Benzema (José Rodríguez, m.90). No utilizados: Adán, Carvalho, Varane y Kaká.

Atlético de Madrid: Courtois; Juanfran, Miranda, Godín, Cata Díaz; Mario, Gabi (Tiago, m.73); Arda (Raúl García, m.78), Diego Costa, Koke (Adrián, m.73); y Falcao. No utilizados: Asenjo, Cisma, Silvio y Emre.

Goles: 1-0, m.16: Cristiano Ronaldo. 2-0, m.66. Özil.

Arbitro: Undiano Mallenco. Amonestó a Khedira, Arda, Juanfran, Miranda, Mario y Falcao.

83.000 espectadores en el Bernabéu.

No hubo expresividad en el juego hasta la tardía irrupción de Ronaldo. Hasta entonces, ni un apunte de fútbol recreativo. Una oda al resultado, el punto culminante, dicen, de este deporte. Un encuentro episódico, en absoluto embriagador. Una habitación cerrada, salvo por las dentelladas de Cristiano, suficientes para los blancos. No entró el Madrid desmesurado que se esperaba, ese equipo delirante en las malas que resulta apoteósico cuando está apremiado. Fue un Madrid más contenido frente a un Atlético con piernas de mármol. No hubo trama en el primer tiempo, ni migajas siquiera. Por no haber, no hubo porteros.

Lejos del reto energético que se adivinaba, surgió un duelo narcótico, de naftalina. El Madrid se fortaleció con el gol y su adversario no tuvo discurso al respecto, fue un equipo plano. Se sabe que este meritorio Atlético no es un reloj con botas, pero su paso por Chamartín fue el de un conjunto chato, con más armadura aparente que recursos efectivos. Lesionado Filipe Luis en el preámbulo, Simeone, corsario principal del resurgir colchonero, reclutó al Cata Díaz, postizo lateral. Como era de esperar, el Atlético se nubló por su banda, donde Arda, su supuesto arquitecto, fue un fugitivo. Pelotazo a pelotazo, el cuadro visitante se redujo a una búsqueda inútil de Falcao, custodiado de maravilla por Sergio Ramos y Pepe, centuriones de primera. Nada más expuso el grupo de Simeone, al que no le llegó el molde que la ha hecho resucitar en este curso. No es un equipo de ingenio colectivo y le cuesta remar, se supera en las barricadas, pero no tiene dotes para colonizar el juego y sus vías son limitadas, le falta un genio al servicio del método. Lo suyo es un asunto gremial, con una encomiable nómina de subalternos, los cuales, por ahora, han sabido sacudirse el pesimismo de un club que lleva tiempo en el lodo, lo que no es poco. No fue el Atlético que tantas veces ha padecido el mal de altura en el Bernabéu y en el Manzanares en los últimos 13 años, pero no le alcanzó ni ante un vecino en tiempos de incertidumbres. Con Simeone ha iniciado una contrarreforma de la que no debiera apartarle la derrota de ayer, que aún le deja por delante del campeón. Es un Atlético, eso parece, en transición.

Más machote que futbolero, el Madrid anudó al rival hasta que emergió Cristiano

Una mano de Arda para rebañar la pelota a Cristiano ventiló algo el choque, tan anodino durante una hora. A considerable distancia de Courtois, y en dirección muy centrada, el portugués ajustó el periscopio y con un disparo puñetero, con el balón sin apenas vuelo para aterrizar de inmediato, puso en ventaja a su equipo. Un remate y gol. No se descamisó el Madrid, tan proclive a movilizar su caballería, sino que tiró de catálogo defensivo. Con Alonso como primer coloso, sus zagueros estuvieron impecables. Contra ellos se marchitó el Atlético, que no encontró en toda la noche una rendija ante Casillas, en hibernación todo el duelo. Esta vez, el Madrid tuvo más pegada en el balcón de su área que ante el de su oponente, donde solo hubo huellas cuando Ronaldo se desató. Ensimismado Benzema, de la factoría solo emergió el luso. Decisivo en su mirada a Özil en el segundo gol. No le vio a la primera, sí a la segunda, cuando le dio carrete solo ante Courtois y el alemán definió estupendamente, como acostumbra ante el Atlético, para el que es un martillo: cuatro goles en siete partidos.

Lejos del reto energético que se adivinaba, fue un duelo narcótico, de naftalina

Sin ser apabullante, el Madrid llegó emancipado al tramo final, cómodo, sin un rasguño, sin noticias de Casillas, sin noticias de Falcao, que pasó la noche de puntillas, un sobresaliente para el Madrid, que solo le concedió una embestida en los primeros minutos. El colombiano no encontró auxilio en Diego Costa, más predispuesto al combate que al fútbol. No hubo secundarios para el Tigre, negado por dos centrales de primera. Entregados los de Simeone, Cristiano tomó el mando y sacó al partido de la selva. Solo su mala fortuna con los postes le evitó coronarse en una noche bien trabajada por el Madrid, que hizo lo que le demandan estos días: ganar. Y lo hizo con inteligencia y mesura. Sin el aquelarre de otros envites. Un respiro que le puede devolver a la senda adecuada. Es el equipo, como ayer, el que debe superar los plebiscitos, no su entrenador. Un punto y aparte debería ser para el Atlético, que combate mejor, pero aún no está para cruzadas de altos vuelos.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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