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Nadal, como un astronauta

El español prepara su vuelta con una cinta de correr ‘antigravedad’ que protege sus rodillas

Juan José Mateo
Nadal, en el torneo de Halle, disputado en julio.
Nadal, en el torneo de Halle, disputado en julio.Ina fassbender (REUTERS)

Las heridas del guerrero se curan con alta tecnología. Rafael Nadal, campeón de 11 torneos del Grand Slam, vuelve a las pistas el viernes que viene tras seis meses sin empuñar la raqueta por una rotura parcial del tendón rotuliano de la rodilla izquierda y una hoffitis. Le esperan, según sus previsiones, la exhibición de Abu Dabi (desde el 28 de diciembre), el torneo de Doha, los cinco sets del Abierto de Australia y la cita de Acapulco. Para empezar, el arisco cemento, tan dañino para las articulaciones de todos los competidores del planeta. ¿Cómo prepararse para eso cuando no se juega desde Wimbledon? Nadal utilizó una cinta de correr antigravedad. Rodeado de cintura para abajo por un plástico futurista, sintió cómo la maquina controlaba la cantidad de aire alrededor de sus piernas, aumentándola hasta hacerle flotar mientras corría sin dañar sus rodillas. El titán de la arcilla se cura igual que si fuera un astronauta: la tecnología fue ideada originalmente por la NASA y con el objetivo opuesto, generar gravedad artificialmente para combatir el deterioro muscular y óseo de los enviados al espacio.

“Rafa ha trabajado mucho el fondo físico en el gimnasio, no tanto en pista”, explica Francis Roig, el técnico que apoya a Toni Nadal en los entrenamientos del número cuatro mundial, y que pasó la semana pasada entera en pista con el mallorquín. “Ha hecho mucho: por ejemplo, correr en una máquina que le saca el peso del cuerpo, entre un 10 y un 15%. Si pesas 80 kilos corres como si tuvieras 72. Vas cubierto con una bolsa de plástico de cintura para abajo, y eso produce que haya menos impacto, que sufran menos las rodillas”.

La máquina, inventada por la NASA, rebaja el peso corporal

“No he dejado de entrenarme nunca físicamente”, explicó Nadal en una entrevista en Canal+ emitida el viernes por la noche. “Estoy mejor de la rodilla, no estoy perfecto (...). Estoy con ilusión porque veo que en estos últimos dos meses he dado un paso adelante, cosa que no había dado en los tres primeros. Empezaré a jugar en Abu Dabi y veremos cómo va todo. Depende de cómo vaya, seguiremos, depende de cómo me vea, pues nos lo tomaremos con un poquito más de calma. Veremos”, añadió. “(...) Tengo dudas como es normal [tenísticamente]. Físicamente hablando, a nivel de rodilla, claro que uno tiene miedo. No sabe cómo va a responder. Lo único que puedo hacer es confiar en los médicos, confiar en Rafa [Maymò, su fisioterapeuta] y en que todo vaya a salir bien. Estoy preparado para aceptar que al comienzo mi rodilla no vaya a responder bien, y que tenga que tomármelo con calma unos meses: competir, parar, competir, parar durante los tres primeros meses más o menos (...)”.

Para ponerse en esa situación, la de volver a ser él mismo y competir con la pasión que le caracteriza, Nadal, que durante las últimas semanas ha padecido un virus estomacal y un episodio de fiebre que han alterado el ritmo normal de sus entrenamientos, no solo utilizó una cinta de correr futurista y de frecuente uso entre los fondistas lesionados.

Incluso lesionado, el mallorquín se aplicó con el remo, la bicicleta y la elíptica para mantener los pulmones a punto y los músculos en tensión; realizó múltiples ejercicios de equilibrio bajo las órdenes de Joan Forcades, el silencioso gurú que dirige su preparación física; nadó de buena mañana enfundado en un apretado traje de neopreno; y utilizó una máquina especial para muscular la rodilla que, según fuentes de su equipo, “le permite regular todo el trabajo, controlando exactamente las cargas, las intensidades y los pesos en los ejercicios de potenciación muscular”.

Una vez sentadas las bases para afrontar la competición —el objetivo es llegar a pleno rendimiento al cemento de Indian Wells y Miami, el preludio de la gira de tierra— el campeón de Roland Garros 2012 pisó una pista de cemento en Manacor con la prudencia del que vuelve a andar un camino conocido pero con calzado diferente. Nadal hizo de sus espectaculares recuperaciones en extensión una de sus imágenes de marca. Esa técnica imposible colocó siempre a su cuerpo y sus articulaciones en posiciones de máxima tensión: las pelotas volvían increíblemente al mismo ritmo que su musculatura buscaba los límites de la torsión, la última frontera del esfuerzo, la última gota de sudor volcada en la búsqueda de la superación personal y la victoria. Sin renunciar a su sello, el mallorquín explora ahora nuevas posibilidades sobre la pista.

Estoy mejor, no perfecto. Con ilusión por haber dado un paso adelante Nadal, en Canal +

“Le está pegando muy bien a la pelota”, cuenta Roig. “En cuanto a la movilidad, está intentando interpretar cómo moverse, ser más dinámico, más elástico, deslizarse para evitar ese tirón brusco suyo en el que confía en meterla solo con el brazo”, prosigue el técnico. “No es que vayamos a ver un cambio radical. Rafael tiene automatismos muy fuertes, que además le han dado muchos éxitos, y es difícil cambiarlo, porque así sabe que mete la pelota”, añade.

Seis meses después, Nadal vuelve a la pista. Lo hace, lógicamente, con prudencia. Rodeado de preguntas. Mirado, también, con el máximo respeto por sus rivales. Como dice Carlos Moyà, ex número uno mundial que se ha entrenado en las últimas semanas con él: “Si va a competir, es porque se siente preparado. El fondo físico no va a ser problema, porque se ha entrenado fuerte, incluso cuando estaba lesionado. Le faltará ritmo de competición y confianza, pero su 50 o 70% da para llegar a cuartos o semifinales de casi todos los torneos que juegue, y una vez ahí, con solo un par de partidos por delante... se vuelve peligroso”.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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