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La vida desde la pared

La montañista Sílvia Vidal, que ascendió en solitario y durante 32 días la vía Serranía Avalancha, en Chile, relata su experiencia

Sílvia Vidal, durante una de sus ascensiones.
Sílvia Vidal, durante una de sus ascensiones.

Sílvia Vidal ha vivido colgada de una pared. El pasado mes de febrero voló desde Barcelona hasta Bariloche (Argentina), cruzó la selva valdiviana, después el lago que bañaba el pie de la Serranía Avalancha, en la Patagonia, y se encontró con una montaña de 1.500 metros. Cuando dejó de llover, plantó su casa en la pared y empezó a ascender. Sola. Sin teléfono móvil. Sin parte meteorológico. Sin radio. Tardó 32 días, y todos ellos estuvo colgada de un muro. Desde el agua, trepó, e hizo cumbre, y a la vía que abrió (a su aventura) la llamó “Espiadimonis”. Libélula en catalán.

La escalada es la herramienta a través de la cual he decidido vivir mi vida"

De Sílvia Vidal hablan con admiración quienes entienden de escalada y montañismo, pero sigue siendo una especie de figura de culto, desconocida para el gran público. Nacida en Barcelona, escala desde 1994, cuando tenía 24 años y estudiaba INEF. Ahora vive de ello y algo más. “Con la escalada me relaciono, viajo, descubro, experimento…”, comenta por correo electrónico. Lo que hace tiene mucho de deporte, de aventura y de experiencia con la que llegar al conocimiento personal. En noviembre, cuando acudió a presentar su peripecia en unas jornadas de deportes de montaña celebradas en Madrid, comentó cómo afrontaba el miedo ante un auditorio abarrotado: “Es una cuestión de llevarlo”. La cuestión es que no todos lo llevan igual. Cuando se le pide una aclaración, contesta: “El miedo es aquello que no queremos afrontar pero cuando lo afrontas te sienta bien”.

Silvia Vidal, durante una de sus expediciones.
Silvia Vidal, durante una de sus expediciones.

Conocer qué hace que una persona encare con placer situaciones que la mayoría trata de evitar podría explicar muchas cosas. Pero Sílvia Vidal es hermética y no da la respuesta, quizás porque tampoco ella tiene claro qué le empuja a hacer lo que hace, siempre cuesta arriba. “Para vivir una experiencia así hay que quererlo de verdad y a veces es difícil saber qué tan real es ese deseo”, explica; “pero cuando tienes claro que quieres ir, empieza todo un proceso de mentalización que va paralelo a los preparativos del viaje y de la escalada”. Si se le cuestiona sobre la incomprensión que puede generar el hecho de que renuncie a cualquier ayuda, o si se le interroga sobre si se expone deliberadamente al riesgo y a la muerte, dice que son estas experiencias las que la hacen sentir viva, como si para ser consciente de la vida hubiese que tocar sus límites. “Vivir tiene su riesgo y tal vez sea mejor no evitarlo, sino tomarlo como algo natural y tomar conciencia de ello”, razona. “No quiero llevar teléfono porque para mí es la única manera de vivir una experiencia en solitario y de sentir toda la magnitud que ello conlleva. Es una decisión totalmente personal”, zanja.

No quiero llevar teléfono porque para mí es la única manera de vivir una experiencia en solitario"

Su escalada la contó ella en primera persona a su regreso. Explicó que para llegar al pie de la montaña tuvo que abrirse paso en la selva a machetazos; que contrató a dos porteadores que le ayudaron a transportar la carga y que la dejaron junto al lago que la separaba de la pared; también que cruzó ese lago en una balsa de plástico que hinchó con una bolsa; y que de los 32 días que pasó escalando Serranía Avalancha, una ascensión de graduación A4/6b, 16 los consumió en la hamaca instalada en la pared, dibujando, leyendo (“novelas que no me hagan pensar mucho, porque para pensar y estar concentrado ya tienes el resto del día”, cuenta ahora).

“El objetivo principal es regresar y haber vivido esa experiencia. No hacer cumbre puede ser una desilusión pero [la experiencia] no será infructuosa”, explica, antes de insistir en que la escalada, como la vida, es incierta. “Para mí sin reto no sería posible una vivencia de este tipo. Tiene que haber algo en tu proyecto que no sepas del todo si vas a poder hacer o no”, añade luego. Por eso, empeñada, como parece, en sentir la vida mirando de cara a la muerte, aparece en todas las fotos de su última aventura (tomadas por ella misma) con los ojos bien abiertos para atraparlo todo allí en la montaña, en lo más alto, y sola: “La escalada es la herramienta a través de la cual he decidido vivir mi vida”.

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