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“¡Me parece perfecto que me piten!”

Mourinho considera “normal” la reacción del Bernabéu: “Es así como me gusta vivir”

Diego Torres
Mourinho, en el banquillo del Bernabéu.
Mourinho, en el banquillo del Bernabéu.Emilio Naranjo (EFE)

José Mourinho había decidido alinear a Casillas. Así lo había anunciado el técnico a sus hombres de confianza y la noticia circuló por la zona noble del Bernabéu durante toda la semana pasada hasta la turbulenta tarde de ayer. Fue después de consultar con la almohada cuando el mánager cambió de idea y anunció que seguiría apostando por Adán. El vaivén dejó perplejos a los habitantes del palco, que se temieron una tarde de pasión en las gradas. Más que pasión, lo que emitió la afición fueron señales de hartazgo. Faltaron 20.000 personas y el estadio, que llevaba más de una década rebosando su aforo por estas fechas, recibió al equipo luciendo huecos y dejando sentir un rumor de cabreo. Al ver que Casillas seguía en el banquillo, la hinchada se crispó. El speaker pronunció el nombre del portero y de las tribunas se elevó una ovación fragorosa de apoyo al suplente. Cuando el speaker anunció a Mourinho, el estadio rompió a silbar en un vendaval de indignación como no se recuerda en la historia reciente de Chamartín.

“¡Me parece perfecto! ¡Perfecto! ¡Perfecto!”, dijo Mourinho, cuando le preguntaron por la recriminación masiva de que fue objeto. “¡Que piten mi nombre durante el partido y que [los aficionados] ayuden al equipo como han hecho. ¡Perfecto!”.

Al mánager le chispeaban los ojos mientras hablaba, después de que su equipo se impusiera con mucho sufrimiento. Desde que el Madrid visitó Zorrilla, hace un mes, no ha parado de pasarlo mal un solo día a lo largo de un periplo que se ha saldado con cuatro jornadas de Liga y una de Copa, dos victorias, dos derrotas y un empate. Unas Navidades aciagas que han marcado a fuego media temporada y han infectado las relaciones entre Mourinho, los jugadores y el público.

No quiero estar siempre en la situación confortable de ser un héroe” José Mourinho

Mourinho se resguardó de la lluvia de silbidos durante todo el partido. Cosa inédita desde que trabaja en el Bernabéu: no salió a la zona técnica ni una sola vez para corregir a sus futbolistas. Oculto a la sombra del banquillo, solo se asomó en dos oportunidades: primero, para buscar la complicidad de Casillas, cuando el capitán debió reemplazar a Adán tras su expulsión; luego, para pedirle al árbitro que mostrara la tarjeta roja a Mikel González. Entonces en las gradas arreció la pitada, pero no se sabe si para sancionar al técnico o al árbitro. “Pienso que me han pitado por sentar a Casillas”, dijo Mourinho, “y porque los aficionados tienen derecho y lo acepto con total normalidad, por el hecho de que en el campeonato no estamos cerca de nuestros objetivos”.

“Hay gente a la que aplauden independientemente de su rendimiento”, prosiguió el portugués, como si durante el partido se hubiese exhibido ante la hinchada. “A mí no me gusta esto. Yo pienso que debo ser aplaudido o pitado de acuerdo con mi rendimiento. Y si mi rendimiento en este campeonato es negativo me parece absolutamente normal que me piten y es así como me gusta vivir. A mí no me gusta estar siempre en la situación confortable de ser un héroe para siempre independientemente de mi rendimiento. Por eso, si me pitan por sentar a Iker, ok, normal, bien. Y si me pitan por mi rendimiento negativo en la Liga lo acepto con tranquilidad y pienso que también merecidamente”.

La expulsión de Adán en el minuto seis permitió la restitución de Casillas. La muchedumbre recibió al portero con un cántico unánime: “Iiiiiiiiker, Iiiiiiiiker, Iiiiiiiiiker…”. A Mourinho, el accidente le brindó la ocasión de lucir su particular talento para administrar partidos cuando su equipo se queda con un hombre menos. El incidente le dio pie a quejarse del árbitro, invocar al victimismo como fuente de energía en su alocución del entretiempo, renunciar a la pelota y contragolpear a placer. “En el descanso”, explicó el mánager, “les he dicho a los jugadores que cuando juegas con diez en ningún momento puedes jugar con nueve. Los diez tienen que participar en defensa, de lo contrario el equipo deja de ser compacto. Les advertí que es necesario jugar con un poco más de emoción porque normalmente al público, cuando su equipo juega con un jugador menos, es más fácil ponerlo de tu lado. Porque la gente ve que quieres ganar con uno menos… Pienso que los jugadores han conseguido transmitir esta sensación a los aficionados”.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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