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Por fuera llega y por dentro gana

El Barça ensancha el campo con éxito aunque sin remate y rompe el duelo desde la frontal

Jordi Quixano
Alves felicita a Messi tras un gol.
Alves felicita a Messi tras un gol.Daniel Tejedor (AP)

No se mordió la lengua. Busquets, organizador y voz cantante del equipo sobre el césped, le echó una buena bronca a Alves. Entendía el eje que el gol, aunque se hubiera gestionado en la banda contraria, se resolvió en el segundo palo, donde Alves se despistó con la marca y permitió el remate de Aranda, el pase a Ighalo, el gol. Tal fue la riña y la réplica —“cada uno pensaba una cosa, pero ya está”, convino Alves—, que tuvo que acudir Piqué a poner paz. Pero el tanto del Granada expresó la vida (porque Adriano regresaba con demasiada pausa de un ataque) y la defunción de las bandas azulgrana.

El ataque del Barça no fue tan rico como en otras ocasiones (Alba e Iniesta no comparecieron de inicio), pero fue abundante y efectivo, sobre todo porque Messi se recogió un poco para absorber rivales y trazar el pase diagonal, siempre a la carrera de Alexis o de los dos laterales. Se trataba, al fin y al cabo, de concentrar las dos líneas de cuatro que presentaba el Granada alrededor del 10 para que el Barça abriera las alas. “Ellos acumulaban gente por el medio y liberaban los laterales, por lo que tenía espacio”, señaló Alves. Táctica que funcionó de rechupete, con la laguna capital de errar la definición. “Me he mordido las uñas al fallar tantas ocasiones en el primer tiempo”, reveló Zubizarreta. “No hemos materializado las múltiples oportunidades disfrutadas”, añadió Roura.

“Ellos acumulaban gente por el medio y liberaban los laterales, por lo que tenía espacio”, señaló Alves

Alexis escenificó en una jugada esta coyuntura. Bajó para ayudar a Adriano y le sisó el cuero a Torje en su propia área. Ipso facto, se marcó una carrera de 90 metros y recibió en el balcón del área rival —a pase de Messi, claro—, aunque en el control se le resbaló la pelota y la ocasión. Todo en uno: Adriano era superado hasta el punto de que necesitaba ayuda; Alexis ensanchaba y otorgaba profundidad al campo; pero la definición era terrible. Una rémora la de la mala puntería, focalizada en el propio Alexis, que por tres veces se midió con Toño, las mismas que no concluyó.

Los problemas defensivos de Adriano —suplido después por un nuevo problema muscular—, en cualquier caso, fueron también constantes. Caía Ighalo por su lado y le ganaba siempre la espalda, quizá porque el brasileño atendía más al frente que al retrovisor. Por ahí llegó el gol. Y por el lateral opuesto se expresó el Barcelona en campo ajeno, al menos en el primer acto. Alves, acostumbrado a sacar cuatro centros al área, anoche tiró el doble: ocho. “Pero no han sido finalizados los centros...”, lamentó el carrilero. Por lo que viró la táctica el Barcelona, que comprendió que por fuera llegaba, pero se encasquillaba, y que por dentro rompía desde la segunda línea y, sobre todo, se cobraba posiciones de tiro. Aterrizó Cesc y soltó un latigazo que Messi, tras el rebote, materializó en gol; llegó Pedro y solo el poste escupió el balón; y La Pulga, de falta, ajustó el disparo para marcar el segundo, para cerrar la victoria.

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