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George Lowe, último miembro de la expedición que conquistó el Everest

Su durísimo trabajo en un segundo plano fue crucial para el éxito de Hillary y Norgay

George Lowe (derecha) con Hillary, en 1955, durante una presentación de la Expedición Transantártica en Londres.
George Lowe (derecha) con Hillary, en 1955, durante una presentación de la Expedición Transantártica en Londres. CORDON

En los anales expedicionarios, proclives a la grandilocuencia, probablemente haya pocos discursos que reflejen con menos prosopopeya una gran hazaña que las palabras que el neozelandés Edmund Hillary dirigió a su amigo y compatriota George Lowe cuando este salió a su encuentro y al de Tenzing Norgay mientras descendían de una escalada histórica: “Bueno, George”, dijo Hillary, “hemos acabado con el cabrón”. “Imaginé que lo habríais hecho”, replicó Lowe. Era el 29 de mayo de 1953 y el lacónico diálogo señalaba la culminación de un empeño que, a lo largo de tres décadas y una decena larga de expediciones, se había resistido a las mejores cordadas del mundo: hollar por primera vez la cima de la montaña más alta de la Tierra, el monte Everest (8.848 metros). El pasado día 20 moría a los 89 años Lowe, último superviviente europeo del equipo del que se tiene constancia de que lo lograra.

La contribución de Lowe al éxito de la ascensión no fue desdeñable. Antes de que Hillary y Norgay lograran la cima, Lowe había formado parte de la vanguardia que talló escalones en las heladas pendientes que conducían al Collado Sur, punto clave de la ruta seguida por los primeros ascensionistas, que es la que ahora repite la mayoría de las expediciones posteriores. Pero, sobre todo, había formado parte del equipo que montó el campamento más avanzado, a unos trescientos metros por debajo de la cima. Durante toda la expedición mostró su competencia y tenacidad en un durísimo trabajo en segundo plano que resultó crucial para el éxito del equipo.

Todo ello pese a que John Hunt, el líder de la expedición, había sido reacio en un primer momento a incorporar a Lowe en el equipo; fue Mallory quien, afortunadamente, le hizo cambiar de idea. Jan Morris —que acompañaba a la expedición como corresponsal de The Times— le describió como “un caballero en el antiguo sentido de la palabra: muy amable, lleno de fuerza, reflexivo y también un auténtico aventurero, una combinación infrecuente”.

Antes de que Hillary y Norgay lograran la cima, Lowe había formado parte de la vanguardia que talló escalones en las heladas pendientes que conducían al Collado Sur

Lowe, hijo de agricultores escoceses emigrados a Nueva Zelanda, nació en Hastings (Isla Norte) en 1924. Tras estudiar Magisterio en Wellington se hizo cargo de una escuela rural, dedicando los veranos a formarse como guía de montaña; fue en esa época cuando conoció a Hillary, con quien en 1951 organizó una expedición ligera al Himalaya del Garhwal, en India. Un año después, otra leyenda del himalayismo, Eric Shipton, les invitó a ambos a tomar parte en la expedición al Cho Oyu (sexta montaña más alta del planeta), en la que se puso a prueba el equipo humano y los materiales que se emplearon en el ascenso del Everest de la primavera siguiente.

Tras el éxito de 1953, muchos otros proyectos (la ascensión al Makalu, quinta cumbre del Himalaya, la travesía de Groenlandia, viajes de exploración a Etiopía...) contaron con el concurso de Lowe. Pero entre todos ellos destaca la Expedición Transantártica (1955-1958), primera travesía terrestre del continente helado por la ruta del Polo Sur, en la que también tomó parte muy destacada Hillary. Lowe fue el fotógrafo del equipo.

A comienzos de los años sesenta Lowe se instaló como profesor en Santiago de Chile, país en el que nacieron sus tres hijos y que muy a su pesar se vio obligado a abandonar tras el golpe de Estado de Pinochet en 1973.

Lowe era el responsable de la rama británica de la Fundación para el Himalaya de Hillary, dedicada a recaudar fondos para proyectos humanitarios y de protección del medio ambiente en la región del Everest.

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