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Ferrer sucumbe en el caos

Murray tumba 2-6, 6-4 y 7-6 al español en una final de Miami con 15 breaks y 123 errores no forzados

Juan José Mateo
Ferrer se lamenta durante el partido.
Ferrer se lamenta durante el partido.MATTHEW STOCKMAN (AFP)

Es una película de terror. Se juega la final del masters 1000 de Miami y David Ferrer y Andy Murray han llegado hasta el 3-3 de la manga decisiva repartiéndose seis breaks. Este es un drama hecho de errores, de tensión, de dolor y dientes apretados. Los dos rivales compiten con tanta actitud como falta de acierto. Su pulso ata el duelo a un tiovivo. Ninguno encuentra el patrón con el que domar los nervios ni controlar el viento que sopla en la pista. A Murray le duele un tobillo. A Ferrer, que acaba tirado por el suelo, acalambrado, le masajean las piernas. El título espera a quien consiga parecerse más a sí mismo. Ese debe ser Murray. Ese tiene que ser el campeón olímpico, el rey del Abierto de EEUU, ya el número dos del mundo. Es su hora, su momento. Murray (4-6, 6-4 y 5-4) saca por el título, lo toca con las yemas de los dedos, ya lo cree suyo. No ante Ferrer. No en un partido caótico: el español rompe el saque del británico, se procura una bola de partido al resto y acaba estirando el duelo hasta el desempate, donde se inclina por 6-2, 4-6 y 6-7 tras 2h 45m.

Al borde de los 31 años, el número cuatro suma su 13ª derrota en una final contra uno de los otros cinco mejores tenistas del planeta. Vende carísima su piel en un pulso que tortura las estadísticas: los dos contrarios suman 123 errores no forzados (63 de Murray y 60 de Ferrer), se reparten 15 breaks y dejan atónitos a los espectadores con su mezcla de aciertos y fallos sorprendentes: el alicantino pide el Ojo de Halcón en punto de partido a favor (no le da la razón); falla una derecha en el primer punto del tie-break… y llega hasta ahí porque Murray es incapaz de defender con acierto las tres veces que logra break de ventaja en la tercera manga.

El español ha perdido las 13 finales que ha disputado contra los otros cinco mejores tenistas del planeta

El partido acaba incendiado por peloteos de fuego, pero arranca gélido y sin alma. Para empezar, Ferrer se enfrenta a dos bolas de break con 0-0. Se juega demasiado rápido. Tras unos pocos peloteos, descubre algo sorprendente: los fallos y los aciertos son suyos. Murray está congelado. El británico se mueve con la parsimonia de quien busca el tazón del desayuno. Ferrer observa eso e inmediatamente reduce sus pulsaciones. Poco a poco se reconduce hacia lo que siempre ha sido su credo: donde buscaba ganadores fulgurantes empieza a trabajar el punto con la derecha;  donde había urgencias aparece la paciencia con la que estructurar el peloteo para rematarlo con un derechazo llameante. Ferrer se parece a Ferrer. Murray no se parece a Murray. La conclusión es inevitable: el español defiende esas dos bolas de break en contra, rompe el saque del británico en el siguiente juego y se dispara al 6-2.

Murray pasa por la primera manga como un fantasma. Tiene más que ver con los sustos que su leyenda provoca en Ferrer, precipitado la primera vez que saca para cerrar el set (cede el saque), que con la realidad de su tenis. Juega despacio. Está lento. Pesado. Su tenis no tiene alma. Durante toda la primera manga, Ferrer espera la carga del séptimo de caballería, el momento en el que Murray saque los colmillos y reivindique su candidatura al título. Nunca llega.

Murray, con el trofeo de campeón.
Murray, con el trofeo de campeón.Pat Carter (AP)

Entonces, el español levanta el pie, se le empiezan a parar las piernas y el duelo se embrolla en una catarata de fallos, breaks y contrabreaks que ensucia la partitura de ambos. En el cambio de escenario, Ferrer se encuentra a contracorriente. Murray, con un punto más de talento natural y la fe que le dan los triunfos previos (nunca ha perdido en cemento al aire libre contra el alicantino), aprovecha que el español está atenazado al saque (solo dispara un 56% de primeros) y coge por un centímetro la iniciativa. Es la tercera manga. Los dos contrarios están agotados, rotos el cuerpo y el cerebro. El español, duro de pelar, acaba inclinándose víctima de la calidad de su contrario, de los calambres, la raqueta y los precedentes. Murray, con más tiros, juega con decisión los puntos clave. Al español, al que la derecha no le da los ganadores que necesita, le pesan las piernas. A solo un punto de la victoria, suma una muesca más en una dolorosa estadística: ha perdido las 13 finales que ha disputado contra los otros cinco mejores.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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