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El Espanyol se borra solo

El equipo de Aguirre gana en toque a cambio de chut y cae ante un Granada definitivo a balón parado

Jordi Quixano
Verdú trata de jugar el balón ante Rico.
Verdú trata de jugar el balón ante Rico.Alberto Estévez (EFE)

El Espanyol ha ganado toque a cambio de verticalidad y peligro, un pacto con el diablo que le ha salido rana. Más estético y menos práctico, impone ahora el círculo sobre la recta, sobre todo en zonas estériles. Penalización de las gordas porque no se expresó en el área rival y porque el Granada, tan plano como primitivo, no jugó el balón pero sí al fútbol, diferencia capital que le alcanzó para romper una racha de nueve encuentros consecutivos sin marcar. Una falta, un chut, un triunfo.

No quiso el esférico ni el protagonismo el Granada, tampoco los flashes, conforme con atornillarse en su campo para neutralizar el juego interior del Espanyol. Juego de apoyos, cierres y tapones; batalla del descresto y de la nada. Solo Brahimi se soltaba los corsés con carreras titánicas ante los dos muros blanquiazules. Y solo El Arabi se salía de sitio para anudar algún balón, luego huérfano de continuidad porque nadie le tiraba desmarques desde los costados, con los extremos más pendientes del retrovisor que del horizonte. Sin pelota ni ganas, el equipo de Alcaraz se encomendó a un contragolpe homérico que nunca llegó y al balón parado, argumento generoso porque así lo dictó Nolito.

ESPANYOL, 0 - GRANADA, 1

Espanyol: Casilla; Javi López, Forlín, Héctor Moreno, Capdevila; Baena, Víctor Sánchez (Petrov, m. 56); Stuani, Verdú, Wakaso; y Sergio García. No utilizados: Germán; De Amo, Víctor Álvarez, Tejera, Petrov, Cristian Gómez y Christian Alfonso.

Granada: Roberto; Nyom, Diakhaté, Mainz, Siqueira; Mikel Rico, Iriney, Brahimi (Ighalo, m. 67); Torje (Juanma Ortiz, m. 75), El Arabi (Aranda, m. 83) y Nolito. No utilizados: Toño; Íñigo, Lucena y Buonanotte.

Gol: 0-1. M. 37. Nolito, de falta directa.

Árbitro: Velasco Carballo. Mostró la cartulina amarilla a Roberto, Iriney y Capdevila.

Cornellà-El Prat.18.506 espectadores.

Aceptó el Espanyol, en cualquier caso, gobernar el esférico. Capricho derivado de la confianza, pues hace unos meses al equipo blanquiazul, atenazado en el pase y descompuesto en lo anímico por estar en el pozo, le salía sarpullido al retener el balón en los pies, al tiempo que ahora, quizá aspirante europeo, disfruta con el reparto del juego y la variedad de recursos. Ha pasado del pelotazo al pase, sentencia argüida por el mediocentro Baena, que se incrustó como tercer central para sacar el balón, toda una artimaña que catapulta a los laterales y que defendía la ambición de la posesión. El problema es que Baena no tiene un pie demasiado delicado, un toque diligente y fluido que descuente líneas con facilidad. Algo extraño porque son virtudes que atesora su compañero de línea Víctor Sánchez, acaso más adelantado porque Aguirre prefería el músculo en caso de pérdida estrepitosa, un cierre que comprimiera las líneas ante la contra adversaria. Pero Baena chirrió porque apenas conectó con Víctor Sánchez y menos todavía enlazó con Verdú, que convivió con el aliento del rival en la nuca. Y sin crupier el Espanyol es poco, sobre todo porque Wakaso pensaba en las musarañas –como indicó que devolviera una pelota cuando no le tocaba, cuando fue el Espanyol el que la tiró fuera ante una lesión rival- y porque Stuani se ató al costado, sobrecargado con las carreras de Javi López. El peor de los castigos para Sergio García, que escenificó el gatillazo, solo y sin balón, también sin respuestas.

El peor de los castigos para Sergio García, que escenificó el gatillazo, solo y sin balón, también sin respuestas

Se congratuló el Granada ante tal propuesta, cómodo en su campo y de la mano del portero. Y cuando exploró la rampa de salida, una falta al borde del área subrayó a Nolito. Cuatro pasos hacia atrás, tres al frente y bota que calza al balón, de arriba hacia abajo en un santiamén, larguero y gol, obra de arte. Suficiente para anestesiar al Espanyol, que perdió la profundidad y el remate, más allá de un disparo torcido de Baena y un centro en línea de gol sin dueño de Stuani, al final otro remate del propio Stuani escupido por las manoplas de Roberto. Victoria de un Granada que coge aire en la tabla, comprimida a más no poder en la parte baja, y descalabro del Espanyol, que intercambió el balón por el chut y se quedó grogui sin remisión, quizá ya escurridas sus opciones europeas.

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