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'EL CHARCO'
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La marca de la remontada

Subotic despeja el balón ante Sergio Ramos.
Subotic despeja el balón ante Sergio Ramos.ODD ANDERSEN (AFP)

Las semifinales de Champions confirmaron nuestros temores. Parece que durante todos estos años de dominio español, basado en el toque y la movilidad, los alemanes no se quedaron mirando embelesados los rondos y las Copas. No estaban durmiendo. Estaban encerrados en un laboratorio secreto (del cual el footbonaut, ese cubo de pases que mandó montar Klopp en Dortmund, es solo una muestra) dedicados a tiempo completo a la hibridación. De otra forma es inexplicable Schweinsteiger. Un tipo que no solo acierta el 85% de los pases, a lo Xavi, sino que luego no deja que Xavi juegue, que es como haber aprendido a hacer crochet y lanzamiento de martillo al mismo tiempo. O Reus, que defiende pegado a Gündogan con la misma agresividad que luego encara en el mano a mano. O Lewandowski, que gana todo por arriba desde su metro noventa y después es capaz de girar y definir en una milésima de segundo con tres toques de cirujano, pisada incluida.

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Bayern y Borussia pasaron por encima de Barça y Madrid en todas las líneas y en casi todas las facetas del juego. Para eso ambos dieron una clase de versatilidad. En el Allianz Arena, el Bayern aisló a Xavi y tapó, con Müller y Gómez, la salida de Busquets. Con Iniesta desconectado en la izquierda e incapaz de penetrar el doble pivote central, el Barça nunca encontró a Messi y debió resignarse a una posesión lejana y estéril. Solo alcanzó a tirar una vez al arco en 90 minutos mientras los bávaros llegaban de todas las maneras posibles: por arriba, por abajo, elaborando desde atrás, de contragolpe, con pelotas paradas, por fuera y por dentro. Y es que no hay nada más difícil que enfrentarse a un equipo que, con semejante talento, puede decidir a lo que juega según la circunstancia. Excepto contra el Arsenal en Londres, el Bayern Múnich había dominado la posesión en todos sus partidos de este año. Sin embargo, se siente igual de cómodo sin ella. Contra el Barça no se dedicó a discutir en un terreno en el que se sabía en desventaja, sino que le negó los caminos más obvios y luego lo atacó con violencia por los costados con Robben, Ribéry, Lahm y Alaba; y por el centro con Müller, Gómez y Schweinsteiger. Si no veían espacios para la contra o el juego directo, ni Dante ni Boateng apresuraban la salida: esperaban la presión alta (otro dogma que limita al Barça) para, recién después, saltar las líneas buscando a Gómez e instalar la pelota en tres cuartos.

Müller celebra un gol del Bayern ante Piqué.
Müller celebra un gol del Bayern ante Piqué.ODD ANDERSEN (AFP)

Solo en el tiempo de posesión de la pelota ganó el Barca que, al igual que el Madrid, al no encontrar profundidad luego se pasó el partido entero a remolque, buscando dar respuesta a las iniciativas del rival. Eso hizo desde el principio Mourinho, que buscó reforzar el centro con Modric para darle aire a Alonso. Con la posición baja del croata y con Özil escorado en la derecha, el Madrid se quedó huérfano de una salida rápida y clara por detrás de Bender y Gündogan, un clásico en sus transiciones rápidas. Esa ausencia a su espalda la aprovechó Gündogan en las salidas, donde al Madrid no le alcanzaba con la esforzada presión de Higuaín. Vía Hummels, Subotic, Gündogan… el problema se trasladaba rápido a la zona de Ramos. Allí, cerca de Reus, se dejaba caer Götze que, con las subidas constantes de Schmelzer, cerraban un triángulo que desfondaba a Özil y que no podía controlar Khedira. Sin líneas rápidas de pase para Xabi, los intentos del Madrid se reducían a combinaciones entre Coentrão y Cristiano por la izquierda; o a búsquedas forzadas, como la jugada previa al primer gol, cuando Modric quedó detrás de la línea de Alonso que, en el afán por avanzar, forzó un pase a Khedira y cedió una contra que casi termina en gol de Reus. Con Alonso incómodo y Özil aislado, el Madrid cedió a la prolija presión alemana: un minuto después, Xabi buscó con Higuaín otra línea tapada. La respuesta fue tan rápida como todo lo que hace el Dortmund. Pelota afuera, centro y gol de Lewandowski. El primero de cuatro.

Es cierto que, igual que la motivación, los detalles tácticos por sí solos no explican los partidos. Los alemanes fueron mejores también en lo técnico e impusieron un ritmo alto y continuo, de agitación uniforme, como lo demuestra la pasada de Alaba para el cuarto gol del Bayern, que dejó al Barça sin ánimo siquiera para armar un discurso de remontada.

Una remontada con la que tiene derecho histórico a soñar el Real Madrid, invocando las fuerzas de Juanito, de Santillana, de la Liga de 2007 y de otras mil batallas épicas. Bastaría para lograrlo con salir a jugar cargados de pasado, con esa fe y ese espíritu de gesta de las inolvidables remontadas a Inter y Borussia Mönchengladbach. Eso y, de ser posible, no perder la marca en los córners.

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