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La sal del Giro

El día más sencillo da alas a Cavendish y también pone de los nervios a Wiggo, cortado en una caída

Carlos Arribas
Cavendish celebra su triunfo de etapa.
Cavendish celebra su triunfo de etapa.Gian Mattia D'Alberto (AP)

“Povero Wiggo. Por si no lo sabía ya seguro que lo tiene claro, que el Giro es la carrera de las insidias, las trampas y las emboscadas”. Se ve tan triste, triste como una subida como cantaba Paolo Conte de la nariz de Bartali, al sir inglés que los comentaristas de la RAI no saben si seguir adelante con su tono falsamente lastimoso, casi socarrón, o frenarse. “Povero Wiggo”, dan ganas de repetir, claro, pero con sinceridad, viendo al caballero del Tour una vez más persiguiendo al pelotón, ahora en la planicie infinita de la costa de Apulia, abrumado por la luz, el sol que se refleja hiriente en las salinas blanco bruto que bordean la carretera por donde el Giro vuela. Ha habido una caída en una curva malintencionada.

Clasificaciones

Sexta etapa:

1. Mark Cavendish (GBR/Omega Pharma-Quick-Step). 3:56:03.

2. Elia Viviani (ITA/Cannondale), m.t.

3. Matthew Goss (AUS/Orica), m.t.

4. Nacer Bouhanni (FRA/FDJ), m.t.

5. Mattia Gavazzi (ITA/Androni Giocattoli), m.t.

6. Manuel Belletti (ITA/AG2R), m.t.

General:

1. Luca Paolini (ITA/Katusha), 23:52:42.

2. Rigoberto Uran (COL/Team Sky), a 17s.

3. BEÑAT INTXAUSTI (ESP/MOVISTAR), a 26s.

4. Vincenzo Nibali (ITA/Astana), a 31s.

5. Ryder Hesjedal (CAN/Garmin), a 34s.

6. Bradley Wiggins (GBR/Team Sky), m.t.

El pelotón se ha partido en dos y Wiggo, con medio Sky se ha quedado atrás. También en el día más tonto, una etapa de traslado y sprint para el Cav, Wiggo suda. Por delante, sin embargo, el grupo se compadece también y de mutuo acuerdo mudo levanta el pie, reduce la velocidad, permite que se reintegre el ganador del Tour, le ofrece confort. Pero Wiggo tiene su orgullo, a Wiggo, un campeón, no le gusta despertar compasión, dar pena; Wiggo, soberbio, quiere respeto, admiración. Acelera, acelera, deja atrás a sus compañeros, que no saben ya, en estos momentos, a menos de 10 kilómetros para la meta, cuál es su papel, su lugar, delante, detrás, ninguno, y se pone Wiggo al frente del pelotón, la punta de una flecha que acelera y acelera y detrás de él el grupo, antes redondo es una línea, una fila india de ciclistas que maldicen y aceleran para no perder rueda. Y así hasta a dos kilómetros de la llegada donde los equipos de sprinters, estructurados, definidos y jerarquizados, movidos por un objetivo y no por un desaire sus corredores, toman el relevo. De entre todos ellos se destaca, gigante, en la última recta Steegmans, el lanzador-piloto del minúsculo Cavendish pegado a su rueda. Le guía, le dirige, le deja solo sólo a falta de 100 metros. Allí, el turbo y la victoria fácil. Detrás, el infierno de gritos, empujones, frenazos y golpes. Delante el feliz Cav, dos sprints en el Giro, dos victorias, se baja rápido de la bicicleta, corre entre los corredores que parados tras la meta esperan que se abra como un embudo un camino por el que llegar al autobús, divisa a Steegmans y con la misma pasión, el mismo sentimiento, la misma ferocidad con la que le criticó el día de su primera victoria, en Nápoles, por dejarle solo al final, se cuelga de sus brazos y le abraza. Steegmans, de oficio gregario, acepta y sonríe.

A Wiggo, un campeón, no le gusta despertar compasión, dar pena; Wiggo, soberbio, quiere respeto

De lo que queda de Giro, casi todo, Wiggo, el favorito aún, más que a las etapas de alta montaña, fácilmente planificables siempre que las fuerzas se lo permitan, teme sobre todo a días como el que le espera el viernes en los Abruzos, donde hay lobos a la salida de las curvas de bosques oscuros, subidas inesperadas, cuestas ocultas que el libro de ruta describe con frialdad con números y porcentajes de dos cifras, y descensos que llaman a los suicidas en un perfil de interminables dientes de sierra. Solo esta etapa de pesadilla a través de tierras que aún padecen terremotos, separa a Wiggo de su utopía, la etapa contrarreloj del sábados, los larguísimos 55 kilómetros casi llanos que tanto desea para poder decir a sus torturadores –Nibali, Hesjedal, también Evans que está bullicioso como nunca—¡ahí os quedáis con vuestras emboscadas!

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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