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El desafío de Evaristo

Neymar se enfrenta al reto de triunfar en el Barça como brasileño y sin paso previo por un club europeo, logro solo conseguido por el delantero a finales de la década de los años 50

Jordi Quixano
El gol de Evaristo al Madrid, en 1960.
El gol de Evaristo al Madrid, en 1960.carlos pérez de rozas

Un centro-chut de Olivella no alcanzó a despejarlo Santamaría y, en una plancha inmortaliza por una fotografía y, por extensión, por la memoria colectiva, Evaristo guio el esférico a la red para eliminar por primera vez al Real Madrid de la Copa de Europa. Era 1960, la consagración de un delantero brasileño con la zamarra del Barça. Pasados los años, un ramillete de canarinhos no solo han triunfado en el Camp Nou, sino que han dotado al equipo de quiebro y gol, de la magia que presume con orgullo el aficionado culé, toda vez que Romario, Ronaldo y Rivaldo redefinieron el concepto de pegada, y Ronaldinho atornilló con su sonrisa y virtuosismo el jogo bonito. Pero la historia revela que solo Evaristo logró la bendición del aficionado azulgrana sin hacer escala, sin pasar previamente por un club europeo. Todo un desafío para Neymar.

La relación del Barça con el futebol es original –fue el primer club español en fichar a un brasileño- y abundante, puesto que tras la cuarentena de ingleses, hasta un total de 26 (sin contar a Neymar) brasileños se han vestido de azulgrana, por los 21 argentinos. Pero también es un matrimonio de vaivenes, por más que su época moderna se explique con la aparición continuada de al menos un jugador brasileño en el equipo desde 1993, cuando llegó Romario del PSV. Y quizá su pícara filosofía –“en Eindhoven abría la ventana y me gustaba lo que había más dentro; en Barcelona, me gustaba más lo de fuera”, llegó a soltar- no iba tan desencaminada, hasta el punto de que no es extraño ver a un futbolista brasileño mezclado en la jarana barcelonesa al tiempo que también festeja goles. Bien lo sabe el presidente Sandro Rosell, principal valedor de Ronaldinho y ahora de Neymar. Fuera de toda duda su técnica y habilidad para descontar rivales y autografiar redes, resiste la duda de si superará la prueba de cruzar el charco sin escalas, directo al Camp Nou. A casi todos se les resistió.

Basileños del Barça en la Liga

1.- Fausto Dos Santos (1931-32)

2.- Jaguaré Bezerra (1931-32)

3.- Lucidio Batista (1947-49)

4.- Evaristo de Macedo (1957-62)

5.- Walter Machado (1966-67)

6.- Marinho Pérez (1974-76)

7.- Silvio, ‘Bio’, Modesto (1978-79)

8.- Roberto ‘Dinamita’ (1980)

9.- Cleo (1982)

10.- Aloisio Pires (1988-1990)

11.- Romario (1993-95)

12.- Giovanni Silva (1996-99)

13.- Ronaldo (1996-97)

14.- Sony Anderson (1997-99)

15.- Rivaldo (1997-2002)

16.- Thiago Motta (2000-07)

17.- Fabio Rochemback (2001-03)

16.- Geovanni (2001-2002)

17.- Ronaldinho (2003-2008)

18.- Belletti (2004-07)

19.- Sylvinho (2004-09)

20.- Edmilson (2004-08)

21.- Henrique (2008)

22.- Keirrison (2008)

23.- Dani Alves (2008-¿?)

24.- Maxwell (2009-2012)

25.- Adriano (2010-¿?)

26.- Neymar (2013-¿?)

Tras una gira en 1931 del Vasco de Gama y un encuentro en Les Corts [antiguo estadio azulgrana], el Barça se quedó prendado de dos figuras altas y atléticas, de dos dandis con cigarrillo en mano y un talento sobrenatural para el fútbol. Era el bravucón de Jaguaré Bezerra, portero que como explica Jordi Puntí en Cuando nunca perdíamos atrapaba el esférico con una mano y lo hacía girar sobre el índice, de nariz chata porque se la rompieron de un puntapié al tirarse por el cuero. Y era el delantero Fausto Dos Santos, la Maravilla Negra, como le conocían en su país; la Araña Negra, como se le conoció aquí porque el caricaturista Castanys le dibujó con cuatro piernas por su malabarismos con la pelota. Pero se negaron a nacionalizarse y la federación les negó jugar de forma oficial, por lo que disputaron unos cuantos amistosos y se acabó lo que se daba. Algo parecido le ocurrió a Lucio Da Silva, 16 años más tarde, goleador del Palmeiras que se perdió en la Barcelona de vedettes y algarabía. Duró tres encuentros. Despropósitos que revocaría Evaristo, con 114 duelos ligueros y 78 goles, un francotirador con las dos piernas y sensacional con la cabeza, rápido y también técnico. Pero la federación presionó al Barça para que jugara el Mundial del 62 con España, y se negó. Ocasión para el Madrid, que lo contrató sin esa exigencia.

Pero Evaristo fue un espejismo como demostró el caso Walter Machado, fichado por el presidente Enric Llaudet para… jugar amistosos, puesto que las fronteras no conocían aperturismo alguno. “Siempre había querido tener un chófer negro”, señaló Llaudet, con lo que levantó una polvareda silenciada con el gesto de llevarle él en coche del aeropuerto al club. El Barça pagó por el jugador 72.000 euros y lo vendió sin partido alguno por 42.000. Un fiasco repetido en los años 80, con el genial e irrepetible Roberto Dinamita –máximo goleador histórico del Vasco, con 698 dianas-, que llegó en mala hora, porque Krankl se enzarzó en una pelea con el técnico Quimet Rifé y el frío, además de una enfermedad de su mujer, y las feroces críticas de la prensa le pudieron. 10 partidos y siete semanas después, el club perdió 180.000 euros. Roberto se marchó. “El equipo estaba destrozado. Ni con Pelé este equipo hubiera funcionado”, señaló en su adiós. Una mera anécdota comparado con el fichaje de Cleo, que se quedó en un solo amistoso, negado por el técnico Udo Lattek, y que debió de casarse para acallar los rumores de homosexual, con Josep Lluís Núñez hizo de padrino de la boda.

A mitad de camino, en cualquier caso, se quedaron: Bio, que se ganó el cariño de la grada y recordado por el penalti decisivo sobre el Anderlecht que valió para llegar a la final ante el Basilea en 1979; Marinho, un central que dejó buen gusto pero no acabó de cuajar, con 20 duelos; y Aloisio, central en los primeros años de Cruyff. A partir de ahí, entre muchos futbolistas de aderezo pero sin ningún descalabro, llegaron los europeos Romario y sus 30 goles prometidos, el letal Rivaldo, el Fenómeno Ronaldo y el mago Ronaldinho. Todos ellos incluidos en el santoral azulgrana porque han marcado el sino del Barça y porque explican en parte el exigente gusto del Camp Nou por el buen fútbol. Romario, de arrancada feroz y punteo excelso, aupó al equipo de Cruyff. Ronaldo, en su mejor momento por fuerza, velocidad y chut, firmó un curso perfecto. Ambos reconocidos como los mejores del planeta, al igual que Ronnie, que vitaminó con su sonrisa, gesto surfero y quiebro a un Barça deprimido. También Rivaldo, a pesar de su cara larga, mantuvo al club en sus espaldas, con una zurda letal.

Los últimos en venir directamente desde Brasil, sin embargo, fueron Henrique y Keirrison, que costaron unos 25 millones y solo se pusieron la elástica azulgrana en amistosos. Ahora Neymar, el 9 de Brasil, tiene la palabra.

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