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“Amé y odié el tenis”

El argentino Gastón Gaudio, “un tenista auténtico”, recuerda su título de 2004 y su comportamiento en la pista: “A veces no sabía controlarme”

J. J. MATEO
Gaudio, durante un partido de Roland Garros en 2007.
Gaudio, durante un partido de Roland Garros en 2007.EFE

La voz de Gaston Gaudio (Buenos Aires, 1978) es muy distinta a la de los tenistas que hasta hace poco compartieron con él el vestuario. Campeón de Roland Garros en 2004, el argentino protagonizó una final histórica por increíble y alocada, y siempre se distinguió por una lengua desatada y un revés con la finura de la pluma de un poeta.

Pregunta. ¿Qué recuerda del partido que le dio el título?

Respuesta. Que fue como una película. Más que nada porque éramos dos argentinos [él y Coria], con mucha rivalidad entre nosotros, y todo se fue dando como en una película de suspense. Pasaron cosas inéditas, insólitas: yo estuve dos match-points abajo, él se acalambró, después gané [0-6, 3-6, 6-4, 6-1 y 8-6]. Piense que de chiquito siempre soñé con ganar Roland Garros y que jugué la final contra el rival de toda mi vida. Todo fue muy espectacular. Un poco de ciencia ficción. Si armas una película con eso, la gente no se lo cree. Imposible.

P. “Soy el peor campeón de la historia de Roland Garros”, dijo usted nada más levantar la Copa. ¿Se arrepiente?

R. No. Es lo que sentía en ese momento. Siempre fui una persona que se tiraba mucho para abajo, que nunca se creía lo bueno que era. Ahora, cuando lo veo desde afuera, me doy cuenta de que fui mucho mejor de lo que yo pensé. Durante toda mi carrera… ¡no sabe usted la de cosas que dije dentro de una cancha! Un montón de barbaridades que tampoco sentía.

P. El tenis, un deporte individual, suele requerir de una personalidad fuerte, de cierto ego. ¿Por qué no lo tuvo usted?

R. Habría que preguntarle a mi psiquiatra por qué es así. Tenía la autoestima muy baja siempre.

P. ¿Qué es lo que le hizo sufrir más?

R. No tener la estabilidad como para poder seguir jugando un par de años más. Lo padezco hoy en día. Mentalmente me hubiera gustado ser más estable, tener un poco más de control emocional. Había veces que no podía controlarme. Así fue como perdí muchos partidos.

P. Siendo así, ¿se atrevería ahora a ser entrenador?

R. Puede ser. Tiene que ser tentador: un tenista no que juegue bien, sino que yo me sienta compatible, que haya buena afinidad. Federer, Nadal… (se ríe).

P. Su polo opuesto sería precisamente el mallorquín.

R. Para mí Rafa es lo más espectacular que vi en mi vida. Nunca conocí a alguien con tanta fuerza mental, tanta garra, tanto corazón, tan ganador. Va a quedar en la historia del tenis. Eso es lo que más me costó a mí, y él tiene por demás. Imagínate. Me emociona hablar de él. Lo juro. Es algo que hay que disfrutar, que aprovechar, porque nunca vamos a ver algo así.

P. Pues usted le ganó 0-6, 6-0 y 6-1 en Buenos Aires. La leyenda, nunca demostrada, dice que Nadal rompió sus raquetas en el vestuario.

R. Dicen, pero no creo que sea cierto. Él era joven. A partir de ahí empezó a ganar. En Buenos Aires, jugando en casa, fue una sensación espectacular. Me salían partidos buenos contra él en polvo de ladrillo. Me gustaba. Todos fueron lindos.

P. El letón Gulbis dice que los tenistas de ahora son muy aburridos.

R. Cada uno tiene la personalidad que tiene. A mí me gusta la gente sobria, pero yo no era así. Decía generalmente lo que sentía, no andaba con vueltas. Generalmente siempre era la sinceridad ante todo. Ahora, por ahí, los chicos mantienen un perfil más tranquilo.

Yo era bastante auténtico en la cancha. No sé si es bueno o malo: a algunos les divertía, algunos me odiaban. Era de las personas que generalmente sufrían mucho el partido, lo vivía todo muy emocionalmente. El deporte que más odié fue el tenis, también el que más amé. Fue como una relación de matrimonio. La amas y al mismo tiempo la odias.

P. Su mejor tiro era el revés a una mano. ¿Cree que está en peligro de extinción?

R. Ahora se pega mucho más el revés a dos manos, porque es más fácil. Para jugar en otras canchas que no sea polvo de ladrillo es mucho más efectivo. También es lindo el revés a dos manos, a mi me gusta. Lo que te haga ganar, sirve.

P. ¿De verdad?

R. Obviamente, a mi me gusta más lo estético, lo lindo, y por eso también perdí muchos partidos, por pensar así. No me parece que el revés a dos manos sea feo.

P. Federer sigue golpeándole a una mano. ¿Qué le robaría?

R. Todo. Solo me hubiera quedado mi revés. Él, Djokovic, Nadal… son superlativos.

P. Pese a que compartió generación con Nalbandian, Coria, Chela o Cañas, nunca se asomó a una final de la Copa Davis. ¿Por qué?

R. Siempre está el tema de la rivalidad y la falta de grupo. Si no se unen todos y tiran para el mismo lado, es muy difícil ganar en cualquier deporte que sea por equipos. Con tanta división, tanta rivalidad entre los jugadores, con tanto ego… es muy difícil.

P. Los españoles han tenido hasta cuatro top-10 conviviendo. ¿Cómo explica esa diferencia?

R. Culturalmente son diferentes. En ese sentido, nosotros fuimos bastante retrógrados.

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Sobre la firma

J. J. MATEO
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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