_
_
_
_
_

“San Mamés era un gran equipo”

José Ángel Iribar evoca sus 18 temporadas en la portería del Athletic en un estadio que acaba de decir adiós a 100 años de grandes historias, partidos inolvidables y jugadores de leyenda

Iribar posa junto a una de las porterías de San Mamés.Vídeo: ALEJANDRO RUESGA

En el viejo San Mamés, una de las porterías lindaba con la Santa Casa de Misericordia y la otra con el antiguo convento de los Capuchinos, algo obvio en un campo con nombre de santo y al que se había apodado —no se sabe por quién— La Catedral. Desde que en 1913 se construyó San Mamés con un presupuesto inicial de 50.000 pesetas (luego se convirtieron en casi 90.000 porque los desvíos no son un asunto moderno), el Athletic, por norma y si el sorteo de campos no lo impedía, atacaba primero en la portería de Capuchinos y dejaba la de la Misericordia para la segunda mitad. Se dice que lo hacía porque había un desnivel entre ambos campos que le permitía jugar la segunda mitad cuesta abajo. Aunque no hay estadísticas fiables, el Athletic ha marcado más goles en la Misericordia que en la del viejo convento de los padres Capuchinos. Sin embargo, la teoría más fiable es que el Athletic accedía al campo por el vestuario que daba a la Misericordia (con el ritual de los balones que precedían la salida de los gladiadores y el grito del graderío) y por lo tanto se quedaba en el terreno que le correspondía, y la costumbre se hizo historia.

Para mí era el reto de un chico de pueblo que se ve en el teatro de sus sueños”

Pero en esa portería de la Santa Casa de Misericordia debutó en San Mamés en 1963 un tal José Ángel Iribar, casi recién llegado de Zarautz, y que defendió esa portería, y la de la otra punta, durante 18 temporadas solo interrumpidas por las fiebres tifoideas y por la rodilla que le dirigió a la puerta de salida en 1979.

“Primero el calentamiento en el vestuario... Luego la salida al campo y enfrente el Real Madrid... Casi nada... con Amancio, con Puskas. Aquel día no jugó Gento, que debía de estar lesionado, y su lugar lo ocupó Manolín Bueno, que acabó siendo el protagonista porque nos pitaron un penalti por derribo de Orue que había sido fuera del área y se armó un escándalo monumental. El penalti lo transformó Puskas. Así debuté yo en San Mamés, contra el Madrid, con un penalti injusto, un gol de Puskas, un escándalo impresionante y una derrota en el partido más importante de cada año. Realmente, había debutado en Málaga con el Athletic siete meses antes por lesión de Carmelo, que había sufrido una conmoción cerebral a raíz de golpearse contra el poste tras una parada espectacular. Fue una cuestión circunstancial y desgraciada porque a nadie le gusta debutar así, con el sobresalto de un compañero, y maestro, herido”. Antes, cuando llegó al vestuario, pagó la novatada de los pulpos en el garaje: “Colgué mi ropa en una percha sin mirar nada y resulta que era la de Eneko Arieta [Arieta I]. La bronca fue importante, porque la caseta era sagrada”.

Iribar corre hacia la portería de San Mamés.
Iribar corre hacia la portería de San Mamés.ALEJANDRO RUESGA

Cuando Iribar saltó a San Mamés por la bocana del vestuario hacia la portería de la Misericordia, el 21 de abril de 1963, nadie se imaginaba que aquel larguirucho, vestido de negro, con aire de araña y envergadura de alcatraz, no se iba a ir de allí en 18 años consecutivos. Era el uno, pero el 3 le había marcado. En 1913 se había inaugurado San Mamés. Él había nacido en 1943 y debutaba en 1963. Cuando Iribar saltó al césped de San Mamés, estaba a punto de cumplir 20 años, pero San Mamés ya había cumplido 50 y había visto desfilar por sus porterías a porteros como Arana, Acha, Prado, Asuero, Astorquia, hasta que llegó Cecilio Ibarreche, el primer portero de San Mamés, al que luego sucedieron Amézaga, Rivero, Amann o Vidal (otro titular indiscutible). Incluso un tipo desconocido como Aniceto Alonso Rouco, alias Toraply, jugó algún partido del campeonato regional. Nunca el Athletic, que tuvo en sus comienzos futbolistas ingleses en sus filas, enseñando el fútbol, tuvo un portero inglés. Y luego llegaron los interminables: Blasco, Lezama y Carmelo, ninguno con menos de 10 temporadas en el Athletic.

El almanaque histórico de La Catedral

21 de agosto de 1913: Inauguración oficial de San Mamés con un triangular entre Athletic, Racing de Irún y Shepperd's Busch. Pichichi marca el primer gol. El aforo inicial era de 3.500 espectadores.

9 de octubre de 1921: Se disputa el primer partido en España de la selección, que derrotó a Bélgica 2-1.

12 de febrero de 1929: Primer partido de Liga en San Mamés. El Athletic golea al Espanyol 9-0.

8 de febrero de 1931: El Barcelona pierde 12-1, la mayor goleada de la historia de la Liga (con siete goles de Bata).

2 de marzo de 1935: El Athletic consigue ante la Real Sociedad la mayor goleada en un derbi (7-0).

6 de octubre de 1940: Debuta Telmo Zarra en San Mamés, ante el Zaragoza.

2 de abril de 1944: El Athletic derrota a la Real Sociedad (3-0), mantiene la categoría y envía a Segunda a los donostiarras.

Temporada 1950-51: Se crea el arco de San Mamés (10 millones de pesetas) como solución a las columnas de la tribuna que dificultaban la visión.

16 de enero de 1957: 36.000 espectadores, que abarrotan un San Mamés cubierto de un manto blanco de nieve y pintado con líneas rojas, asisten al histórico Athletic, 5; Manchester United, 3, en la ida de cuartos de la Copa de Europa.

1959: El Athletic se enfrenta al Chelsea en el homenaje a Mr. Pentland y derrota a los ingleses por 1-0. Pentland fue el entrenador que más títulos consiguió con el Athletic: 2 Ligas y 4 Copas consecutivas a principios de los años 30.

1961: Se construye la nueva Tribuna de la Misericordia, conocida como la Tribuna Garay, ya que se reformó con el importe de su traspaso al Barça (5,5 millones de pesetas).

31 de mayo de 1967: Último partido de la selección española en San Mamés (España, 2; Bélgica, 0).

18 de mayo de 1977: Partido de vuelta de la final de la UEFA. El Athletic vence 2-1 al Juventus pero pierde el título por el 1-0 de la ida.

1980-81: se remodela San Mamés ampliando su aforo a 46.000 espectadores para ser sede del Mundial de 1982, en el que acogió tres partidos.

1983-84: El Athletic vence a la Real (2-1) en el último partido y gana su segunda Liga seguida.

2012: El Athletic elimina consecutivamente en San Mamés a Manchester United, Schalke y Sporting de Lisboa, para alcanzar la final de la Liga Europa.

26 de mayo de 2013: Athletic y Levante (37ª jornada de Liga) disputan el último partido oficial en San Mamés. El resultado es de 0-1.

Iribar era el siguiente, el muchacho de Zarautz que sustituía nada menos que a Carmelo. “Pero antes ya había jugado en San Mamés, en una especie de premonición de lo que venía después. Estaba en el Baskonia en Segunda División y nos enfrentábamos al Indautxu. Como ambos éramos clubes convenidos del Athletic, nos pusieron como teloneros de un Athletic-Celta. Así que debuté en San Mamés, como visitante, en la portería de Capuchinos, como correspondía al que visitaba, y no lo hicimos nada mal, ganamos 0-2. Fue el gran reto de un chico de pueblo que de pronto se ve en San Mamés, el teatro de sus sueños, presentándose en sociedad”.

Aquel día, medio siglo después de que San Mamés abriera sus puertas con 3.500 localidades (3.000 sentados) que fueron progresivamente incrementándose hasta la remodelación de 1982 con motivo del Mundial de España, Iribar despertó del sueño de una noche, de muchas noches, de Zarautz. “Aquel partido del Baskonia me dejó marcado. El lunes me invitó a comer el presidente de mi equipo con el presidente del Indautxu, Jaime Olaso, que era muy futbolero. Y yo me sentía como un pulpo en un garaje. ‘¿Pero tú de dónde has salido?’, me decía Olaso. ‘Pues ya ve, yo allí, en mi pueblo’, acertaba a contestarle. ‘¿Pero nadie se había fijado en ti?’. Y cosas así. Yo estaba alucinando”.

No era para menos. Para entonces, el Athletic acumulaba seis Ligas y 21 campeonatos de Copa, era el clásico más clásico de España, los tiempos en los que Piru Gainza se despedía del caudillo con su famoso “Hasta el año que viene”, cuando levantaba la Copa con un hálito de costumbre, y Zarra marcaba goles como churros en balones que casi siempre llegaban de los costados, y Panizo jugaba como los argentinos. “Cada vez que nombraban y me nombran San Mamés siempre me vienen a la cabeza tres ideas a la vez: grandes futbolistas, un gran equipo y grandes partidos. Eso era San Mamés para mí, que seguía la actualidad por la radio y por los periódicos, y sabía de las andanzas de aquellos grandes jugadores”. Pero hubo algo más que le impresionó. El arco de San Mamés. “Yo no había estado en La Catedral hasta que fui a jugar con el Baskonia. Y no es lo mismo saber del arco que ver el arco. Hasta que no lo ves no te das cuenta de lo que realmente simboliza”.

Iribar, después de esa premonición de San Mamés, llegó al Athletic a aprender “un año a la sombra de Carmelo”: “Me vino muy bien. Carmelo era un portento y no te dejaba ni sustituirle en los entrenamientos en las tandas de tiros libres”. Y llegó el día, un 23 de setiembre, en Málaga, de la peor manera posible. “Carmelo hizo una parada fantástica, en un balón cruzado, pero se dio contra el poste y sufrió una conmoción cerebral. Me tocó debutar. Carmelo se recuperó después y siguió jugando hasta que Ángel Zubieta, siete meses después, me puso de titular contra el Betis en el Villamarín y por fin debuté en San Mamés contra el Madrid”.

Ese día empezó una historia que duró 18 años, porque Iribar nunca tuvo la tentación de abandonar el Athletic “a pesar de algunos cantos de sirena de este o aquel equipo que se fueron produciendo”. Pero nunca lo pensó, menos aún desde aquel 30 de mayo de 1966. Era la final de la Copa contra el Zaragoza, que se adelantó con dos goles. Pero luego la figura de Iribar se engrandeció con paradas inverosímiles. Y el público estrenó un cántico mítico: “¡Iribar, Iribar, Iribar es cojonudo, como Iribar no hay ninguno!”, cantó el público, que lo sacó a hombros del campo y le impuso la simbólica txapela del éxito. “¡Pero qué pasa, si hemos perdido, qué pasa!’, pensaba yo. Ese día reconozco que el público me ganó para siempre. Ese día supe que jamás dejaría el Athletic. Fue como un contrato de por vida por mi parte”.

Hasta que no veías el arco no te dabas cuenta de lo que realmente simboliza”

Tanto creció el mito de Iribar que en cierto modo se le perdonó todo. “Hasta le chillaron al pobre Txutxi [Aranguren] cuando en aquel partido contra el Real Madrid me cedió el balón y se me coló entre las piernas. ¡Le chillaban a él, cuando la culpa había sido mía! Fue una cesión muy larga, es cierto. El campo tenía barrillo y se me coló. Pero es que el público en San Mamés, entonces, prohibía las cesiones al portero, las veía mal. El público siempre quería que el futbolista y el balón fuesen hacia adelante”.

Iribar toca el larguero de la portería de San Mamés, una de sus tradiciones mientras fue portero del Athletic.
Iribar toca el larguero de la portería de San Mamés, una de sus tradiciones mientras fue portero del Athletic.ALEJANDRO RUESGA

Tanto le perdonaron siempre, lo poco que hizo mal, que hasta le amnistiaron el penalti fallado en la final de Copa contra el Betis en el Manzanares en 1977, cuando Esnaola le detuvo el último lanzamiento. “Intenté emular a Dani e hice una paradinha... que me la vieron desde fuera del campo. Pero fue más dura la final de la UEFA contra el Juventus ese año. Hasta entonces en la Copa te consolabas pensando en que volverías a jugar otra (el espíritu de Gainza), pero una final europea era otra cosa, antes y ahora”. Para varias generaciones de rojiblancos, los dos partidos míticos de San Mamés fueron el de la nieve contra el Manchester (5-3; en 1957) y el de la final contra la Juve del 77, cuando se disputaba a ida y vuelta. El Athletic había perdido 1-0 en Italia y al poco de comenzar la vuelta marcó Bettega. Para entonces ya contaba el valor doble de los goles en campo contrario en caso de empate. Y el Athletic ganó 2-1, pero fue insuficiente. “Dino Zoff, que era el portero de aquel equipo, me decía años después que no encontraban la forma de parar aquel torbellino del Athletic... Pero también hubo momentos de felicidad. “El día más feliz para mí”, recuerda Iribar, “fue cuando vencimos 5-0 al Real Madrid, con tres goles de Zubiaga [1970]. Para nosotros y para la afición, era el partido más importante del año”.

El día más feliz fue un 5-0 al Real Madrid. Era el partido más importante del año”

Eran tiempos en que los porteros jugaban sin guantes. Al menos Iribar jugaba sin guantes. “Luego los usé cuando había mucha agua. Eran guantes corrientes, de lana, aunque los alemanes ya habían empezado a sacar guantes modernos de portero, en el año 1978. En los viajes internacionales, el rato que nos dejaban para dar un paseo, lo aprovechaba para ir a una tienda de deportes a ver material, sobre todo guantes. Compré unos que no me costaron mucho, se los había visto a Gordon Banks, eran verdes y muy pegados, parecían de nailon. ‘Tengo que encontrar esos guantes’, me dije cuando los vi, y los encontré”.

Cuando me cantaron ‘¡Iribar es cojonudo!’ supe que jamás dejaría el Athletic”

Todo se acabó un 12 del 12 de 1979, cuando se puso por última vez bajo los palos. Fue contra el Getxo, un equipo filial del Athletic en segunda eliminatoria previa de Copa del Rey. Ganó el Athletic 7-1. Pero el hombre más feliz fue Lequerica, delantero del Getxo que tuvo el honor de hacer el último gol al Chopo, el 4-1, en la portería de la Misericordia, donde todo había comenzado 18 años antes. En septiembre del año pasado, San Mamés volvió a homenajear a Iribar con motivo del 50 aniversario de su debut y la música fue la misma: “¡Iribar, Iribar, Iribar es cojonudo...!”. Música que se repitió el pasado miércoles cuando por sorpresa volvió a situarse bajo los palos en la despedida de La Catedral. Fue así el último portero del Athletic que pisó San Mamés. Él hacía tiempo que había firmado el contrato de por vida.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_