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Nadal se despide de Wimbledon a la primera

Por primera vez en su carrera, el mallorquín se inclina en la ronda inaugural de un grande: 7-6, 7-6 y 6-4 ante Darcis

Juan José Mateo
Nadal devuelve una bola ante Darcis.
Nadal devuelve una bola ante Darcis.EDDIE KEOGH (REUTERS)

Por primera vez en su carrera, Rafael Nadal se despide en la ronda inaugural de un grande: Steve Darcis, el número 135 del mundo (el jugador con el ránking más bajo contra el que el español ha caído en un torneo del Grand Slam), un belga de 29 años sin ningún pedigrí, le despide 7-6, 7-6 y 6-4 de Wimbledon, donde el campeón de 12 grandes se mueve pesadamente, ya al final del duelo claramente impedido por la rodilla izquierda, sin esprintar ni agacharse en busca de la pelota. Nadal juega con mucho más corazón que tino: levanta ocho bolas de break en contra hasta que cede la primera manga; tiene bola de set a favor en la segunda, que también entrega; y finalmente se inclina en la tercera, emborronando su historial en la catedral de la hierba, donde ha ganado dos veces y ha disputado otras tres finales. El estado de la rodilla izquierda, de nuevo vendada durante el partido, determinará ahora qué torneos disputa en la segunda mitad de la temporada, que tiene el Abierto de Estados Unidos y la Copa de Maestros como citas más importantes.

El campeón de Roland Garros estuvo desacertado en los golpes y sin una marcha de más

Este no es el Nadal que hace menos de un mes se corona en Roland Garros. El mallorquín pisa con cuidado y pega varios respingos durante el partido, como si la articulación le estuviera mandando mensajes negativos. Pendiente de los peligros de la hierba, y como si el breve conciliábulo matinal de los médicos con su equipo fuera un mal presagio, se ahorra carreras. Darcis, un tenista lleno de sutilezas, explota el césped abriendo ángulos con su revés y bajando la pelota con el cortado, pero la derrota nace y crece en la raqueta del número cinco del mundo, disparado en los errores no forzados (20 solo en las dos primeras mangas), desacertado en los momentos cumbre y sin una marcha más para hacerle notar al belga que compite contra un purasangre. Nadal busca en la mochila de sus recursos y no encuentra nada, solo el vacío. Los pasantes no entran. Las piernas no llegan. Los restos encuentran con una frecuencia pasmosa la valla, más teniendo en cuenta que su contrario nunca pasó por ser un bombardero. Solo su cabeza le mantiene a flote frente a las dificultades, y le impulsa hasta tener una bola de set al resto en la segunda manga que podría haber cambiado el duelo.

Darcis devuelve una bola a Nadal.
Darcis devuelve una bola a Nadal.BEN STANSALL (AFP)

En esos momentos, Darcis se crece. Donde otros tiemblan, el belga encuentra una oportunidad para el disfrute, un partido para recordar toda la vida. Sorprendentemente, el belga se impone en todos los apartados del juego, incluido en el que Nadal debería haber dominado indiscutiblemente: en el cuerpo a cuerpo, con la pelota en juego, es el número 135 el que manda, él quien domina los intercambios desde la línea de fondo.

Cuando gana la primera manga, el belga sonríe tímidamente. Sin duda pronto llegará la carga del séptimo de caballería, piensa. Sin duda, antes o después aparecerá el campeón para marcar a dentelladas las diferencias, para decir aquí estoy yo, para argumentar tiro a tiro el por qué de la diferencia en la clasificación y los títulos. Eso, sin embargo, nunca ocurre. Nadal cede y a los 27 años firma su peor resultado desde que en febrero volvió a las pistas tras siete meses de baja por una rotura parcial de ligamento rotuliano y una hoffitis en la rodilla izquierda. Tras firmar siete títulos y dos finales en los nueve torneos precedentes, se despide a la primera en Wimbledon, el torneo de sus sueños. Fue en una tarde de verano inglés, fría, nublada, llena de viento. Nadal perdió con Darcis y se quedó de piedra.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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