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De repente, Paulinho

El héroe de Brasil en las semifinales jugaba hace poco en cuarta división y quiso dejar el fútbol dos veces

Ladislao J. Moñino
Paulinho celebra su gol a Uruguay.
Paulinho celebra su gol a Uruguay. christophe simon (AFP)

Poco antes de comenzar la Confederaciones, Luis Felipe Scolari disertaba sobre el papel que para él debe jugar un volante central. “¿Quiénes eran los volantes del Brasil campeón del mundo en el 94?”, preguntaba a la prensa brasileña. “Dunga y Mauro Silva”, respondía él mismo. “Y en 2002 yo utilizaba a Gilberto Silva y Kleberson. Esa historia de los volantes goleadores está muy bien para la prensa y es bonita, pero no para el equipo ni para el entrenador. Con dos laterales como Marcelo y Alves tenemos que protegernos”, anunciaba. El mensaje parecía estar dirigido a Paulinho (São Paulo, 24 años), el volante que con su cabezazo tumbó a Uruguay en semifinales. Contra Japón hizo el 2-0 con su oportunidad para aparecer desde la segunda línea. Y la prensa brasileña no ha tardado en preguntarle a Scolari si ahora los volantes con gol también son importantes para él. “Sí”, zanjó Felipao, al que no le ha quedado más remedio que dejar que Paulinho se desempeñe como en el Corinthians, donde en 167 partidos se ha convertido en el tercer centrocampista con más goles (34) de la historia del club.

No es un jugador de grandes jugadas, pero sí muy eficaz en la marca" Tostao

“No se le puede comparar con Xavi, Pirlo o Xabi Alonso. No es un jugador de grandes jugadas, pero sí muy eficaz en la marca, para robar balones y cuando va al ataque”, le analiza el legendario Tostao, que rechaza las comparaciones con Clodoaldo, el mediocentro de aquel Brasil del 70: “No tienen nada que ver, Clodoaldo era más estático y no tenía tanto gol”. “Es como Lampard, puede jugar mal y hacerte un gol”, le definió Riquelme después de que el Corinthians, con un tanto de Paulinho, apeara al Boca Juniors de la última Libertadores. En el cuerpo técnico de La Roja aprecian también sus conducciones para superar la presión, su presencia en el área y su poderío a balón parado, aunque no le ven muy ducho para filtrar pases definitivos o agilizar las circulaciones. Busquets será el primer vigilante que tenga para cuando decida arrancarse en busca del área.

Desde esa poderosa y eficaz llegada, Paulinho ha reconstruido su carrera. Apenas hace cuatro años jugaba en el Audax, de la cuarta división paulista, club el en que se había iniciado antes de dar el salto al Vilna, lituano, con 18 años. Allí estuvo a punto de dejar el fútbol por los ataques de racismo que padeció. De allí fue al Lodz, polaco, pero “no jugaba y ganaba muy poco”. Fue su mujer la que le convenció para que no se retirara y lo intentara de nuevo en Brasil empezando desde cero. Ya su madre también tuvo que convencerle para que no dejara el fútbol siendo un quinceañero porque tenía que levantarse a los cinco de la mañana para llegar a tiempo a los entrenamientos desde Parque Novo Mondo, uno de los barrios más humildes de Sao Paulo.

Dos ascensos con el Audax le valieron el pase al Bragantinho y de ahí el Corinthians, al que la crisis le llevó a bucear en los peldaños más bajos para poder fichar. Ahora en Brasil aseguran que ya es jugador del Tottenham.

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Sobre la firma

Ladislao J. Moñino
Cubre la información del Atlético de Madrid y de la selección española. En EL PAÍS desde 2012, antes trabajó en Dinamic Multimedia (PcFútbol), As y Público y para Canal+ como comentarista de fútbol internacional. Colaborador de RAC1 y diversas revistas internacionales. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Europea.

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