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“¡Que prohíban los potenciómetros!”

Arrieta, director del Movistar, cree que los medidores de vatios matan el espíritu de los ciclistas, que calculan su rendimiento según un monitor y no toman riesgos

C. ARRIBAS
Contador, con el pinganillo en la oreja derecha.
Contador, con el pinganillo en la oreja derecha. l. cipriani (AP)

Dice en Libération Jean-Luc Morion, un filósofo que enseña en la Sorbona y en la Universidad de Chicago, que desde sus orígenes el ciclista comprendió que no era más que un complemento vivo de un objeto técnico llamado bicicleta, y, más aún, que enseguida se consideró a sí mismo como un elemento técnico más, como si dijéramos el motor de la bicicleta. De ahí que cuando hablan de su potencia los ciclistas hablan de vatios, su corazón late a revoluciones por minuto y a su capacidad aeróbica, su VO2max la llaman su cubicaje, como si fuera los caballos o los centímetros cúbicos de los coches que hojean en las revistas con las que se aburren. Así que, colige el filósofo, resultó inevitable que al igual que se consideraban necesarios todos los avances técnicos que hicieran mejorar el rendimiento de las máquinas, los ciclistas concedieron el mismo carácter obligatorio a la mejora del rendimiento de los motores, de sus cuerpos. Pero, recalca el doctor de la Sorbona, la gran paradoja es que el ciclista solo será considerado un campeón verdadero cuando niegue la componente máquina en la pareja máquina-hombre que es su ser, cuando se niegue a que la máquina le imponga su lógica. Solo entonces estará preparado para la hazaña solitaria, épica así, que solo los grandes campeones son capaces de lograr. Solo así pueden ser tan insensatos como la grandeza requiere.

Tras el pinganillo, es el nuevo objeto que convierte a los corredores en motores

“Muy bien”, dice José Luis Arrieta, que fue ciclista y ahora es el director del Movistar, “¡que prohíban los potenciómetros en carrera! Los culpables del aburrimiento y el conformismo son los potenciómetros y no los pinganillos”. Se refiere Arrieta al pequeño monitor que los ciclistas llevan acoplado en su manillar en el que pueden comprobar en cada momento los vatios que están produciendo mientras pedalean. “Y viendo sus vatios fijan sus límites”, dice Arrieta. “Miran y ven que van a 5,5 vatios por kilo, y piensan, a este ritmo voy a perder tantos minutos, y levantan el pie y no arriesgan, solo calculan… Y nadie arriesga por miedo a perder lo poco que tiene, que es lo que les guía y no lo mucho que pueden ganar. No te muevas, que mueres, se dicen unos a otros”.

El potenciómetro es, pues, el objeto fetiche del ciclismo Sky, el del ritmo y el cálculo, el que odia los ataques súbitos, si no son los propios, el que convierte a los ciclistas en sumisos motores de máquinas que les conducen. Arrieta, que dirige a Quintana, uno que en cuanto puede quita el monitor de su bici, y a Valverde, uno al que cree capaz de hacer descarrilar el tren Sky, ha analizado el recorrido del Tour y ha concluido que las caídas serán inevitables los primeros días corsos, lo que puede afectar a los comportamientos en el continente; que entre la contrarreloj por equipos, los Pirineos y la contrarreloj del Mont Saint Michel, antes de los Alpes, el Tour estará prácticamente decidido. “Y los Alpes, lo más duro, los últimos ocho días, serán etapas de control y de miedo. Cada uno irá a defender la posición que tiene y el segundo correrá contra el tercero, y no contra el primero, y así el tercero contra el cuarto y el cuarto contra el quinto, esa lógica”, dice. “Y esto es también culpa de los puntos que da la UCI por los puestos: cada puesto conquistado, sea el que sea, es un tesoro”.

Esto es también culpa de los puntos que da la UCI por los puestos"

El Tour sin esperanza que pinta Arrieta para 2013 es el que vivió en 2012 al ritmo del tren Wiggins. “Pero”, sonríe, “hay esperanza. Hay dos corredores que quieren ganar y que no tendrán miedo a arriesgar, a perderlo todo para ganarlo todo, Valverde y Contador, que por sus sanciones no tienen derecho a ganar puntos”. “Y”, concluye, “hay un lugar, una etapa en este Tour, en la que un atacante individual puede hacer daño y con posibilidades atacando desde lejos, la de Pailhères que termina en Ax, la primera de montaña, en los Pirineos, en la que el equipo no ayuda, en la que podría ser un tú con tú entre Froome y quien le ataque. Hay esperanza…”.

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Sobre la firma

C. ARRIBAS
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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