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LAS RAICES DEL TEMPLO DE LA HIERBA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Bajas con corona

Desde 1879 hasta 2009 (Nadal), 55 campeones no intentaron defender su título por lesiones, pelotazos en la cara, infecciones de sangre, embarazos, el cuidado de plantaciones…

Juan José Mateo
La tenista Steffi Graf sostiene la bandeja después de vencer a Arantxa Sánchez Vicario en la final femenina de Wimbledon de 1996
La tenista Steffi Graf sostiene la bandeja después de vencer a Arantxa Sánchez Vicario en la final femenina de Wimbledon de 1996REUTERS

Fue un día del verano de 2009. Rafael Nadal, que había ganado el título de Wimbledon en 2008 contra Roger Federer, se probó en el Hurlingham club con cara de circunstancias. Luego, cogió un coche para cruzar el Támesis a través de Putney Bridge y se dirigió hasta Wimbledon, donde anunció lo que más temían los socios del club: que tras caer en octavos de Roland Garros contra Robin Soderling, había tocado fondo y las tendinitis de sus rodillas le impedían presentarse en Londres a defender su título. Fue el último campeón que no luchó para mantener la corona. Antes que él, sin embargo, hubo muchos otros, y se ampararon en las razones más diversas: infecciones de sangre, lesiones, embarazos, pelotazos en la cara…

Entre 1879 y 2009, hasta 55 tenistas, entre hombres y mujeres, no pisaron la hierba de Londres para intentar celebrar un segundo trofeo consecutivo. El primero que faltó a la cita fue P. F. Hadow, que estaba en Ceilán, donde tenía una plantación de café. Si el año anterior había conquistado el título durante las vacaciones, y patentando el globo como su sello tenístico, al curso siguiente las obligaciones empresariales le hicieron decidir que no haría el viaje desde Asia. Cazador empedernido, distinguido como sus siete hermanos en el cricket, cuenta la leyenda que argumentó su ausencia con palabras gruesas: “No iré. Es un deporte de niñas que se juega con una pelota blanda”. Entre las mujeres, la primera en ausentarse, recuerda el anaquel del torneo, fue la señorita C. Dod, que en 1887 ganó el título con 15 años, convirtiéndose en la campeona más joven de todos los tiempos, y en 1889, tras revalidad el trofeo, advirtió a la organización que no volvería ese año a pisar su hierba. “Aburrida del tenis”. Esa es la razón que quedó registrada.

Desde entonces, los campeones han renunciado a defender su corona por razones del todo comprensibles (como Nadal, Steffi Graf no jugó en 1997 por una lesión de rodilla e Ivanisevic en 2002 por una de hombro; o Hamilton en 1890, por una infección en la sangre) o de lo más variopintas.

Cuando el tenis era aun amateur, algunos ganadores consideraron que Inglaterra quedaba demasiado lejos de Australia o Estados Unidos y se ahorraron el viaje; hubo tenistas, como la señorita Larcombe (1913), al que un pelotazo en la cara durante un entrenamiento cerró cualquier sueño; y jugadoras como la señora Hillyard, a los que dos embarazos le imposibilitaron defender su bandeja (1890 y 1895). A otros, como el mítico Rod Laver, les prohibieron participar por haberse hecho profesionales. Finalmente, cuando aficionados y profesionales pudieron competir juntos en los grandes (desde 1968, cuando nació la Era Abierta) hubo quienes siguieron sin competir por razones ‘politicas’: Stan Smith, el campeón, y casi todos los miembros del top-70 decidieron no participar en 1973 como protesta por la suspensión del yugoslavo Pilic, al que la Federación Internacional había dejado sin Wimbledon por haber preferido competir un torneo a la Copa Davis.

En todas aquellas ediciones, Wimbledon empezó con decepción y acabó como si nada hubiera ocurrido, demostrando que los cimientos de la catedral son sólidos: con campeón y sin campeón.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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