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Como sardinas

Contador, Quintana, Kreuziger y Purito, los cuatro en 47 segundos, luchan por las dos plazas que quedan en el podio

Carlos Arribas
Alberto Contador escalando el Alpe D'Huez.
Alberto Contador escalando el Alpe D'Huez. JOEL SAGET (efe)

El día antes Bjarne Riis, crecido por la magnífica contrarreloj de sus chicos, Contador y Kreuziger, y henchido al verlos a ambos colocados en el podio, llegó incluso a afirmar que no necesitaría sacrificar a uno por el otro para intentar ganar el Tour. “Somos ahora segundo y tercero, ¿pero por qué no podemos acabar primero y tercero, o primero y segundo?”, dijo el dueño danés del Saxo. “No vamos a dejar de intentar ganar el Tour para conservar el podio”.

24 horas más tarde, a Riis no se le vio cerca de la meta para analizar la general (segundo, Contador; cuarto, Kreuziger: ambos más lejos del líder, Froome de amarillo y sin glúcidos; ambos con los perseguidores más encima, pues en 47s, entre Contador y Purito, quinto, están también embutidos Quintana, tercero, y Kreuziger, cuarto) generada por una etapa, la más movida del Tour, marcada en cierta forma por la estrategia torcida de su equipo, que quemó a dos de sus hombres, Roche y Paulinho, al baño María en tierra de nadie hasta el pie del primer Alpe d'Huez; que atacó, como había prometido, de lejos, en el descenso temido y esperado del col de Sarenne, con su pareja de oro, Kreuziger y Contador, y que terminó con ambos en modo mal día en la segunda subida al puerto de las 21 curvas y los holandeses borrachos, como habían terminado también en los otros dos grandes puertos de este Tour, en Ax-3 Domaines y en el Ventoux, a su ritmo y limitando las pérdidas.

“Podría estar mejor “si Nairo hubiera colaborado”, dijo el líder del Katusha

Para sacar a las cuatro sardinas en orden de la lata que las aprieta una contra otra, al Tour le quedan dos etapas, la de hoy, la gran travesía alpina con dos gigantes lejanos (Madeleine, Glandon) y dos medianos decisivos (Épine y Croix Fry), y, mañana, la muy corta y abrupta etapa del final en el insólito Semnoz, sobre el lago natural de Annecy, pero si se escucha y da valor al oráculo Froome, solo uno de sus dos acompañantes es incógnita, pues a Quintana, el colombiano que tanto le gusta y al que tanto temerá (más aún) en el próximo Tour, él mismo le adjudicó una. “El Movistar ha trabajado muy bien y ha colocado a Quintana en el podio”, dijo Froome, “y estoy seguro de que allí estará en París”.

Para la otra plaza, pelea un ciclista ascendente, Purito Rodríguez, que, quién lo podría pensar, con los dos ejercicios más antiPurito que se conocen —una contrarreloj y un ataque lejano— se ha colocado en una situación magnífica. “Y podría estar mejor aún”, dijo el líder del Katusha, “si Quintana hubiera colaborado conmigo en los últimos kilómetros del Alpe. Se lo pedí, venga, vamos, que podemos acabar segundo y tercero, pero él no quiso”. “No es que no quisiera, sino que no podía más”, respondió el colombiano, de blanco radiante e inteligente: en el sprint final con el rápido Purito, le sacó de rueda y 3s. “Supo manejar muy bien la situación”, dijo de su perla su director, José Luis Arrieta. “Desconfiaba de Purito, pues conoce su picardía, y sabía que entre las vallas, donde más daba el viento, no iba a tirar para el otro y que le dejara tirado. Ahora, nos toca solo resistir y esperar, pero Purito seguro que intenta ganar la etapa del sábado, y llevarse ahí el gran lote”.

“No es que no quisiera, es que no podía más”, respondió Quintana

“Que no le quede a nadie la menor duda”, dijo Purito, que está en una magnífica forma ascendente justo cuando los demás, incluido el líder Froome, que no resistió ayer sus ataques, entran en natural declive. “Mi objetivo sigue siendo una etapa y el podio”.

Contador, agobiado en la meta por la marea prensil, no entró a analizar sus posibilidades de podio (no estaba para ello), sus esperanzas, sus deseos. Simplemente afirmó que había tenido un mal día, y que pese a tenerlo malo no le había ido tan mal, y que ni mucho menos había atacado, que simplemente se dejó ir en el descenso: “Pero no arriesgué lo más mínimo”. Pero Froome, al que pasó rozando por las estrecha carreterilla cuando aceleró el de Pinto a su espalda, tenía una opinión diferente (como en casi todo el Tour: la corriente buena no ha terminado de fluir entre el probable ganador del domingo y el campeón español) y la expresó: “Su ataque fue contra ellos, pues gastaron energías en el descenso que les habrían ido muy bien en la fase decisiva”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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