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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El plan A y el plan B de Martino

Sereno, analítico, en ocasiones paternalista con el jugador, honesto en la autocrítica, enemigo de los dobles discursos, Martino sabe liderar sin mostrarse autoritario

DIEGO LATORRE
Gerardo Martino, al frente de Paraguay
Gerardo Martino, al frente de ParaguayJORGE ROMERO (AFP)

En el fútbol argentino abundan los impacientes. Coincidiendo con una mala sucesión de resultados, le preguntaron en su día a Gerardo ‘Tata’ Martino, entonces entrenador de Newell’s, si no había pensado en un plan B. Una parte de la prensa se mostró desconcertada porque el equipo solo empleaba el toque y el pase como canal para llegar al área contraria. Como los rivales se cerraban y no parecía haber manera de llegar al gol, invitaron al técnico a considerar poner a un nueve puro, o a pensar en una alternativa para jugar más en largo y tirar más centros. Martino contestó que no quería un plan B.

—Yo lo que quiero es mejorar mi plan A, dijo.

Cuando Martino dirigió a la selección de Paraguay, jugaba con un sistema muy rígido, con dos centrocampistas de manejo discutible, sin extremos y con dos nueves de área. Jugaba mucho al pelotazo, mucho a pasar las líneas por arriba, sin conexiones, y en muchos momentos perdiendo protagonismo. El técnico se adaptó a la cultura y a la idiosincrasia del jugador paraguayo y relegó creencias que hoy se afirman como muy suyas. Dicen que Martino se desprendió del riñón de Bielsa. Pero no concibo a Bielsa jugando como Martino en Paraguay.

En Newell’s, Martino defendió sus valores originales: salir jugando, cuidar la pelota, jugar con extremos, usar un falso nueve (Scocco) que baja a recibir... En Newell’s, su plan A fue una réplica completamente exacta de su plan B.

Dicen que Martino se desprendió del riñón de Bielsa. Pero no concibo a Bielsa jugando como Martino en Paraguay

Sereno, analítico, en ocasiones paternalista con el jugador, honesto en la autocrítica, enemigo de los dobles discursos, Martino supo liderar sin mostrarse autoritario y obró con elasticidad. Tuvo herramientas culturales para adaptarse a condiciones contrapuestas. En Paraguay hizo lo que hacían los paraguayos. En Newell’s, su club de toda la vida, fue fiel a su trayectoria, a sus convicciones, y transformó la identidad del equipo. Los jugadores de Newell’s pasaron de jugar a cualquier cosa a pararla y a gambetear. Cambiaron radicalmente su forma de pensar. Vergini, el central, agarró la pelota y se animó manejar. Era irreconocible. El Newell’s de Martino no se parecía absolutamente en nada a su Paraguay.

Quizá en Paraguay percibió que no podía cambiarle la naturaleza al fútbol paraguayo y resignó sus principios. Debió negociar consigo mismo y creo que fue una virtud. Seguramente tuvo que cambiar hasta la forma de los entrenamientos. Y eso es lo duro porque debió entrenar a su equipo para hacer algo en lo que no creía. Newell’s fue lo opuesto: generó muchísimas variantes para salir jugando; hasta siete o 10 posibilidades. Recordaba a los equipos de Guardiola, o de Lavolpe. Salía con el dos, abría los centrales, y ponía el cinco atrás, hacía superioridades numéricas en el centro de la cancha, adelantaba a los laterales, cambiaba de frente… Newell’s adquirió los rasgos propios de un equipo trabajado para tener la pelota. Volvió a las raíces. Y, lo más difícil en el vertiginoso fútbol argentino: jugó con una personalidad reconocible.

Diego Latorre es un exfutbolista. Durante su carrera militó en equipos como el Tenerife, el Fiorentina o Boca Juniors.

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