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Ona en la tormenta

La líder del equipo español de sincronizada soporta sobre sus hombros el peso de la transición tras el despido de Ana Tarrés y el adiós de Andrea Fuentes

Diego Torres
Ona Carbonell, durante el ejercicio de rutina libre
Ona Carbonell, durante el ejercicio de rutina librealejandro garcía (EFE)

La plegaria atendida de Ona Carbonell fue hacer el solo en los Mundiales de Barcelona. En casa. En el Palau Sant Jordi. Frente a su público. Interpretando Barcelona, el tema que Freddie Mercury y Montserrat Caballé cantaron para inflamar los Juegos de 1992. Un momento histórico cerrado con un círculo mágico. “El solo libre es donde espero brillar”, repetía la mejor nadadora española, desde hace días. “Para mí, nadar tantas pruebas supone un desgaste brutal, tanto físico como psicológico. Pero es lo que toca hacer”.

Ona se sentía agotada, nerviosa, en la sesión preliminar del lunes. En la cámara de salida Mayuko Fujiki, una de las entrenadoras, le movía los brazos intentando relajar sus músculos congestionados. Una vez en el agua, le faltó fuerza para transmitir la épica explosiva de la canción con el vigor necesario. Quienes debían cuidar que su bañador se ajustara bien a su cuerpo no lo hicieron y las cosas no mejoraron a ojos de las juezas, especialmente atentas a las consideraciones estéticas puesto que el libre es un solo eminentemente artístico. La tela se abrió y dejó entrever un pecho.

La rusa Svetlana Romashina, la nadadora más deslumbrante de los Mundiales, se puso al frente de la clasificación, y luego Huang Xuechen, la china, pasó por el agua como un torbellino. Los jueces la premiaron con 95,280 puntos, frente a los 94,260 que consiguió Ona. Al acabar la sesión, la española se fue al vestuario apagada, como si arrastrara el peso de remontar para conseguir la plata que añoraba y defender así la segunda posición lograda por Andrea Fuentes en Shanghái, hace dos años. Su delgadez era llamativa. Una de sus entrenadoras comentó que pesaba 50 kilos, un poco por debajo de su peso ideal. Mal síntoma, cuando de lo que se trata es de cargar combustible para afrontar un maratón de 13 o 14 pruebas en una semana.

Su delgadez es llamativa, mal síntoma cuando afronta 13 o 14 pruebas

“Estaba tan cansada que no he disfrutado como siempre”, dijo. “Descansaré de cara a la final. Mi objetivo es brillar, disfrutar y quedarme con esto. Estaba muy, muy, cansada…”.

La natación sincronizada fue una disciplina políticamente irrelevante hasta hace poco. Cuando Ana Tarrés se puso al frente de la selección, en 1997, su grupo ocupaba un reducto minúsculo. No le interesaba a nadie. Las dos medallas olímpicas de Pekín y las siete medallas de los Mundiales de 2009 cambiaron la perspectiva definitivamente. La gente se fijó en el prestigio que se desprendía de esta práctica esotérica y hermosa. Los éxitos también coincidieron con el despertar de una nueva inquietud en el seno del Consejo Superior de Deportes (CSD). Al por entonces secretario de Estado, Jaime Lissavetzky, y a su mano derecha, Ángel Luis López de la Fuente, les preocupó la creciente influencia que, a consecuencia de sus medallas, ejercía la seleccionadora, fundadora de una saga que concentraba en Cataluña todo su andamiaje. En 2008 el CSD impulsó un plan para tomar el control de la natación sincronizada y apoyó la elección de Fernando Carpena como presidente de la federación.

En septiembre del año pasado, Tarrés fue destituida por el presidente. El puesto de Tarrés se repartió entre un cuadro de cinco entrenadoras que gozaban del beneplácito del CSD. Por el camino, el equipo sufrió una sacudida tremenda, la capitana, Andrea Fuentes, enfrentada a Carpena en las últimas elecciones, presentó su dimisión, y, en plena tormenta, todo el mundo se volvió hacia Ona.

A sus 23 años, Ona Carbonell era la nadadora con más cualidades del equipo. Reunía unas condiciones únicas para practicar este deporte: flotabilidad, ligereza, agilidad, flexibilidad y velocidad.

La medalla que más le ilusiona, la del solo libre, está seriamente comprometida

La chica, criada en el seno de una familia de la alta burguesía de Vallvidrera, se movía en el agua como un anfibio. Se había fogueado en grandes competiciones desde 2009 y la medalla de plata de dúo en los Juegos de Londres había reforzado su convicción. Presentía que su talento la podía llevar lejos. Soñaba con ocupar el lugar de Andrea Fuentes en el solo y superar la cota de destreza de la gran Gemma Mengual. La renuncia de Andrea Fuentes, incómoda tras la destitución de la exseleccionadora, colocó a Ona en primera línea. Pero también la cargó con la responsabilidad de liderar la empresa. La federación, empeñada en aumentar el número de podios, puso todos los medios a su disposición.

Virginie Dedieu, triple campeona mundial de solo entre 2003 y 2007, hoy retirada, es, probablemente, la solista más perfecta que ha existido en la natación sincronizada. Antes de los Mundiales la federación la contrató para que ofreciera clases particulares a Ona. La barcelonesa tenía apenas meses para preparar los primeros solos de su carrera profesional y se mostró ávida de consejos. Como Dedieu no habla castellano, ni inglés, para transmitir sus ideas se metió en la piscina del CAR de San Cugat y exhibió sus virtudes en el agua. Dicen los testigos que a lo largo de dos periodos de tres días cada uno, Ona debió imitar los gestos técnicos de la francesa hasta memorizar un concentrado de su repertorio. Algo parecido hizo con Gemma Mengual, otra de las solistas más formidables que han existido, que, como responsable artística del nuevo cuadro técnico, la adiestró en los vericuetos de su maestría. Fuera del agua, Montserrat Caballé le enseñó los secretos líricos de Barcelona.

“La manera de nadar del solista es absolutamente distinta que en el dúo o los equipos”, observa Mayuko. “Ona nadaba el solo en júniors, pero en esta categoría es un deporte con sus propias reglas”.

“Hay un movimiento de brazos que le cuesta mucho porque la música tiene mucha subida y es un momento de la coreografía en el que estás muy cansada”, observó Gemma. “Tiene que batir mucho de piernas y de brazos porque es una música muy elocuente y ser tan expresivo en ese momento cuesta”.

Ona ganará siete medallas en estos Mundiales. Pero la medalla que motivó sus mayores ilusiones, la plata del solo libre, la que se disputará en la final de esta noche a partir de las 19.00, permanece seriamente comprometida. La custodia el Dragón Huang en el Palau.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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