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Laura Ester: “Somos unos cuerpecillos y vamos a jugar la final del Mundial”

Decisiva en la semifinal contra Hungría, la guardameta del Sabadell busca el oro ante Australia

Laura Ester, portera de la selección de waterpolo
Laura Ester, portera de la selección de waterpoloMassimiliano Minocri (EL PAÍS)

Nació en el barrio de Sants, en Barcelona, y presume de ello. Tiene un hermano que se prepara el paratriatlón en Río 2016, y su madre, que tiene 69 seguidores en Twitter, es feliz viendo a su hija sacar manos. Plata en Londres 2012, nació en 1990, y es portera del Sabadell y de la selección. Estudia segundo de Bioquímica y empezó a jugar de portera en la piscina del barrio, la del Mediterrani, porque era la más canija. Una mano suya, en inferioridad decidió, en el último segundo, la mágica semifinal contra Hungría. Un niño se acerca antes de la entrevista y pide un autógrafo. Es guerrera y es dulce.

Pregunta. En la semifinal 4.000 personas gritaron “sí se puede”. Volverá a jugar para 50 personas.

Respuesta. Sí, da rabia, pero es lo que hay. Ganas la Copa de Europa y se entera tu familia. Es lo que hay. Somos un deporte minoritario y chicas pero lo pasamos bien. Es waterpolo. No me quejo. La satisfacción es personal, muy personal. Las cosas salen solas. En este equipo tienes ganas de ir a entrenarte, con eso te lo digo todo. Cuando acaba el torneo, nos da tanta pena separarnos que lloramos. Pero era así cuando no ganábamos. Al final, esto te deja amigos, el waterpolo me ha dado la amistad de mucha gente por encima de todo. Me dejará más amigas que medallas. Venimos de muy lejos. Íbamos a jugar a Shanghái y quedábamos 11. Le hemos echado muchos cojones.

P. ¿Qué les ha dado Miki Oca?

R. Tanto que yo creo que él no es consciente. Él se cree que somos muy buenas y sí, hay talento, pero gracias a él, mentalmente, arrancamos. Ha conseguido que creamos en nosotras, ha hecho un equipo. Su ambición, sus ganas, no rendirse, luchar con los pies en el suelo eso nos lo ha transmitido él.

P. ¿Cuántas veces ha pensado en la mano del último minuto de la semifinal?

R. Si quieres que te diga la verdad, muy pocas. No soy muy consciente de lo que estamos haciendo. Estamos tranquilas. Sé que es muy fuerte, que voy a jugar la final de un Mundial en la Picornell, pero también sé que me lleva la inercia y que lo valoraré más adelante.

P. ¿Qué significa para usted una final en la Picornell?

R. Vivo a 10 minutos, es historia del waterpolo y juegas para gente que anima como no te imaginas. ¡Es magia! ¡Es fantástico! Participar en los Juegos es un sueño, lo demás es trabajo, esfuerzo un poco de suerte... Una final del Mundial en casa es fantástica. Las cosas no son fáciles y conseguir los retos es muy gratificante, da sentido al esfuerzo.

P. ¿Por qué juega de portera?

R. Porque era la más pequeñita. No me hacía mucha gracia, los niños quieren meter goles, no parar. Pero pensé que no se me daba mal y mira, creo que no me equivoqué. Es duro, es un poco marginal [se ríe]. Las chicas se meten conmigo porque celebro sola los goles, es así de triste y hay que decirlo. Me llaman la marginada. Pero sé que cuento con ellas, en defensa me arropan.

P. Valdés un día se lo dijo a Messi y ahora, cada vez que marca un gol, el argentino se acuerda de él. Dice que vive los ataques como si los jugara.

R. Sí, claro, yo vivo el partido con una tensión enorme en ataque. Meter un gol es como si hiciera una parada, te lo juro.

P. Estuvo 10 minutos sin encajar uno contra Hungría. ¿Me lo explica?

R. ¡Y con Hungría! No. Increíble. Bueno, sí, el mérito no es mío, fue por la agresividad que teníamos en defensa. Dicen que los partidos se ganan en esos momentos. Nunca tuve duda de que por nuestros cojones no iban a marcar más goles y que remontaríamos. Y lo hicimos. Eso es lo que somos, nunca nos hemos venido abajo.

P. ¿Vive un sueño?

R. No, es una realidad. Jugamos en Shanghái y fuimos 11ª. Hay veces que llegas y otras te quedas en el camino. El día que supimos que el Mundial era en Barcelona decidimos que íbamos a jugar la final. Y la vamos a jugar. Nos tendrán que matar para ganarnos. Como dice Miki, cuando damos lo mejor todo es posible. Me cago en la puta, somos las más pequeñas, unos cuerpecillos y vamos a jugar la final. Habrá mejores equipos, pero no más valientes. He visto las caras de mis compañeras en el agua diciendo: “Esto lo sacamos”. Y lo sacamos por cojones, con perdón. Pero Miki nos avisa siempre para contener la euforia porque él lo vivió. Nos cuenta que celebraron el pase a la final del 92 como si hubieran ganado el oro. Tiene razón. No hemos ganado nada. Pensamos antes en el partido que en la medalla.

P. ¿Cuál es su secreto?

R. Ser fuertes de cabeza, creer. Fuera somos tranquilitas, con nuestras locuras, risas, bromas, y lo pasamos superbien y nos cuidan mucho. Pero en la piscina a veces piensas ¡buah! Asustan, miras a la cara del equipo antes de empezar y dices, ¡uf! Me haré muy pesada contando batallitas de este equipo. Pero, ¿sabes qué? Al final lo que me va a dejar esto son amigas, y eso es mejor que una medalla de oro.

P. ¿Qué sabe de Australia?

R. Que será duro, son muy buenas. Pero quiero ganar la final. Y que es en la Picornell.

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