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Hoeness, ante otra encrucijada

Una denuncia ante la Fiscalía de Múnich atribuye al presidente del Bayern 400 millones en bancos suizos, no los 15 que había reconocido

Hoeness, en un partido del Bayern la pasada temporada.
Hoeness, en un partido del Bayern la pasada temporada. KAI PFAFFENBACH (reuters)

Ulli Hoeness, el todavía poderoso presidente del Bayern Múnich, recibió ayer una nueva acusación de fraude fiscal que le puede asegurar una larga estadía en la cárcel, si un juez lo encuentra culpable. Un informante anónimo reveló a la Fiscalía de Múnich que Hoeness cuenta con una fortuna valorada en unos 500 millones de francos suizos (unos 400 millones de euros) depositada en su cuenta en el banco Vontobel, una suma mucho mayor de la que se suponía tenía el presidente de Bayern Múnich cuando la revista Focus reveló su pecado fiscal el pasado mes de abril.

De acuerdo con informaciones periodísticas, el informante también contó a la fiscalía que Hoeness disponía de otras tres cuentas en bancos suizos. La Fiscalía de Múnich, que presentó una acusación formal contra el ejecutivo, el 30 de julio pasado, por evasión fiscal ante la Audiencia Provincial de la capital bávara, no quiso comentar el nuevo pecado de Hoeness, quien también se negó a hablar sobre la nueva denuncia.

Pero Volker Hoffmann, un abogado de Maguncia que representa al informante anónimo, confirmó la existencia de la denuncia y añadió un dato comprometedor. “Envié las revelaciones a las autoridades. Se trata la cuenta nr. 4028BEA en el banco Vontobel, como otras cuentas con depósitos y divisas”, dijo el abogado. Según la denuncia anónima, Hoeness habría transferido, en 2008, importantes sumas de dinero de su cuenta en el banco Vontebel al Credit Suisse, al Banco Cantonal de Zürich y al Julius Bär.

Cuando estalló el escándalo de evasión fiscal, Hoeness, en un raro acto de transparencia informativa, pidió perdón por el pecado cometido y admitió que solo tenía entre 15 y 20 millones de euros en su cuenta secreta suiza, una suma que le obligaría pagar unos cinco millones de euros.

Según las leyes alemanas, un evasor fiscal se arriesga a penas de cárcel si ha ocultado al menos un millón de euros. En 1997, un juez condenó a Peter Graf, padre de la extenista Steffi, a una condena de tres años y nueve meses de cárcel y a pagar una multa de 12,3 millones de marcos. El padre de la tenista había ocultado al fisco unos ingresos de 42 millones de marcos.

De confirmarse la denuncia, la fiscalía quedará confrontada a una interrogante en el caso que ha conmovido a la opinión pública y también al mundo político alemán: ¿Qué hizo Hoeness para tener tanto dinero oculto en tres bancos suizos y no uno, como se suponía?

Cuando el escándalo de evasión fiscal de Hoeness se hizo público, el todavía presidente del Bayern confesó que en 2000 había recibido un préstamo de su amigo Robert Lous-Dreyfus, que dirigió hasta ese año la firma Adidas, uno de los principales esponsores del actual club que entrena Pep Guardiola. Poco después de otorgar el préstamo a Hoeness, Adidas adquirió el 10 por ciento de las acciones del Bayern.

“Siempre tuve claro que la cuenta era pare especular en la bolsa y nada más”, admitió Hoeness en una de las pocas entrevistas que ha concedido para referirse a su pecado fiscal. “Estoy seguro de que habrá una buena solución”, añadió, al insinuar que la justicia bávara podría ser benevolente en su caso.

Pero Hoeness ya ha sido condenado por el veredicto popular y también por las altas esferas políticas. Poco después de conocerse el escándalo, la canciller, Angela Merkel, que profesaba una abierta simpatía por el principal ejecutivo del club muniqués, se distanció a través de su portavoz, Steffen Seibert. “Muchas personas se sienten decepcionadas por Hoeness. La canciller es una de ellas”, dijo Merkel.

El ejecutivo se enfrentará a una dura condena de cárcel si se confirma su pecado fiscal

Ulli Hoeness todavía conserva su cargo de Presidente del Bayern y también cuenta con el respaldo del Consejo de Vigilancia de la entidad, que lo confirmó en el cargo poco antes de que el Bayern ganara la última edición de la Liga de Campeones. Pero el respeto que tenía la afición por el ejecutivo, una especie de patriarca del fútbol profesional germano, desapareció por completo.

Cuando Hoeness aún gozaba de la merecida fama de ser un luchador incansable contra la corrupción y se enorgullecía de pagar sus impuestos en Alemania, el país lo adoraba y temía. ¿Acaso no fue Hoeness quien convirtió a su equipo en una máquina de ganar dinero?

En la cúspide de su popularidad y poder, Hoeness tuvo la osadía de convertirse en una especie de portavoz en temas reservados solo para los políticos profesionales y no era raro verlo en tertulias políticas donde criticaba las injusticias sociales que aún imperan en Alemania y denunciaba la corrupción en la FIFA.

Pero su pedestal se hizo trizas cuando el país supo que Hoeness se había autodenunciado ante la fiscalía para evitar la cárcel. El presidente del Bayern tenía la esperanza de que un polémico acuerdo fiscal negociado entre el gobierno alemán y el suizo lo salvara de la vergüenza. El pacto hacía posible que los evasores fiscales pudieran legalizar sus cuentas secretas previo pago al fisco de una cuota variable. El pacto también garantizaba el anonimato a los evasores.

Pero la amnistía fiscal fue rechazada por el Bundesrat (Consejo Federal alemán), donde la oposición cuenta con una cómoda mayoría.

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