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Nadal reacciona como Nadal

El español llega a cuartos de Montreal tras remontar ante Janowicz un 5-6 en la primera manga, un 2-5 en el 'tie-break' y un 0-3 en el segundo parcial

FOTO. M. STOCKMAN (AFP) / VÍDEO: REUTERS-LIVE!Foto: reuters_live
J. J. MATEO

Todo esto superó Rafael Nadal para llegar a los cuartos del Masters 1000 de Montreal: 5-6 en contra, con Jerzy Janowicz, su rival de octavos, sacando por la primera manga; 2-5 en el tie break de ese parcial, con el polaco mordiendo hasta que se disparó con las dobles faltas (dos); 0-3 de salida en el segundo set, con el número 18 del mundo soñando con la remontada.

Cuando el mallorquín levantó los brazos (7-6 y 6-4) había culminado una nueva demostración de deseo, de espíritu competitivo y de ganas. Justo lo que le reclamó Toni Nadal, su tío y entrenador, tras verle caer en Wimbledon a las primeras de cambio: “Lo que más le falló a Rafael fue la actitud”, dijo entonces el técnico. Ahora, el español se enfrentará al australiano Matosevic en cuartos y, si la lógica del ránking se impone, a Novak Djokovic en semifinales.

Ante los cañoneros como Janowicz, el español busca una media de juego alta que le gradúe por encima de los altibajos alocados de sus rivales

El polaco, que gozó de una bola de break en el primer juego del partido, optó por pegar antes de preguntar. Como tantos otros antes que él, quiso robarle el ritmo a su contrario, sacarle de rueda a golpetazos, hacerle sentir que viviría el encuentro sin poder aplicar la alta cadencia de juego que ahoga a sus rivales. Esa apuesta requiere de altísimo acierto para que no se convierta en una condena. Mientras le acompañó el saque, Janowicz sobrellevó el duelo y hasta logró superar cuatro bolas de set en contra. En cuanto le abandonaron los primeros servicios, que el español tardó mucho en poner en juego, tuvo que sacar bandera blanca (40 errores no forzados por 18 de Nadal).

A los 22 años, el número 18 pecó de falta de manos al resto y sufrió en el juego de fondo, pero dejó pistas interesantes para los próximos rivales del mallorquín. Igual que en otros torneos de 2013, Nadal observó las dejadas de su oponente como un espectador más, estático, a veces sin esprintar a por la pelota, vencido por un recurso que exige de chispa en las piernas y contra el que antes se rebelaba con la electricidad de un rayo. Hasta hace poco, citar a Nadal con una dejada era una mala idea. Ahora es una posibilidad abierta.

Contra el número cuatro, sin embargo, no se puede vivir solo de magia y toques de talento. Janowicz, finalista del Masters 1000 de Paris Bercy 2012 y semifinalista en Wimbledon 2013, quiso pegar con furia y gritó como un ogro, apretando el puño con rabia para celebrar sus aciertos. Nada que Nadal no haya visto ya en su carrera. Nada que a los 27 años no sepa neutralizar el campeón de 12 grandes: frente a los tenistas de riesgo, constancia; frente a los cañoneros, buscar una media de juego alta que le gradúe por encima de los altibajos alocados de sus rivales.

Así, remontando y de nuevo con la rodilla izquierda libre de vendajes, lo que no quiere decir que no le moleste, el español, que podría recuperar el número tres del mundo tras la derrota a la primera de David Ferrer, llegó a los cuartos. Por encima del resultado hubo una cosa: un partido que retrató su ambición y volvió a subrayar una de sus señas de identidad irrenunciables.

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Sobre la firma

J. J. MATEO
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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