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Fútbol sin remate

El juego de toque del Betis no desequilibra a un Espanyol más directo pero escaso de pegada

Jordi Quixano
Sergio García trata de irse de la defensa bética.
Sergio García trata de irse de la defensa bética.JOSEP LAGO (AFP)

Fútbol sin porterías. Expresados por un manual opuesto, unos con el juego directo como exigencia y los otros con el toque por definición, Espanyol y Betis se dieron tregua hasta el final, por más que se rebelara Thievy, inquieto y efervescente, un aguijón envenenado al que le faltó tiempo para firmar el desaguisado. No se dio un juego torpe, sino que arrancaba con vigor para diluirse en las áreas, sin ocasiones ni remates, sin puntería cuando se obraba la quimera. Pidió la hora el Betis y mordió el Espanyol, pero Cornellà concedió el aplauso final, consciente de las limitaciones y conforme con este inicio de Liga sereno, acostumbrado a la zozobra y ya con callo por los años de fatigas y salvaciones a última hora.

Pronto se definió el Betis, que entiende el fútbol como un juego en el que se debe repartir la pelota para acelerar en la zona de lanzadera. Si bien se encasquilló en la raíz porque ni Amaya ni Jordi Figueras tienen pie para el toque, Xavi Torres y Nosa pusieron la brega y la pausa, también el gancho para enlazar con la siguiente parada, donde Verdú ofreció el regate y la asistencia, casi siempre a la carrera de Cedrick. Explosivo como pocos, todo un cohete supersónico, el extremo reventó a Javi López en los zigzagueos y sprints para llegar a la línea de fondo, aunque terminó por disolverse porque lanzaba centros torcidos o huérfanos de rematador. Su castigo, su pecado.

ESPANYOL, 0; BETIS, 0

Espanyol: Casilla; Javi López, Colotto, Héctor Moreno, Fuentes; Víctor Sánchez (Abraham, m.85), David López; Pizzi (Thievy, m.57), Stuani, Simão (Lanzarote, m.68); y Sergio López. No utilizados: Germán, Raúl Rodríguez, Sidney y Clerc.

Betis: Sara: Chica, Jordi Figueras, Amaya, Nacho (Juanfrán, m.17); Nosa, Xavi Torres; Cedrick, Verdú, Juankar (Matilla, m.46); y Molina (Braian, m.71. No utilizados: Andersen, Vadillo, Salva y Lolo Reyes.

Árbitro: José Luis González González. Amonestó a Stuani, Xavi Torres, Amaya, Verdú, Matilla y Abraham.

Cornellà-El Prat: 23.810 espectadores. El Espanyol homenajeó a la selección femenina de waterpolo, campeona mundial.

Tampoco anda sobrado el Espanyol de remate —por eso Aguirre reclama con insistencia y hasta enojo a un delantero—, por más que tampoco palidezca en la configuración del juego, nada manufacturado pero de lo más resultón. Le alcanza al equipo con cuatro toques para tener una oportunidad, como en ese pase largo del meta Casilla, la dejada de Stuani con la cabeza —frontera obligada para todo balón aéreo—, la dormidina de Pizzi con el pecho y el golpeo de David López. Pero fue un soplo sin continuidad. Resulta que Sergio García enarbola cada vez más la misma bandera que encumbró a Tamudo, Llanero Solitario en tierra hostil, que se expande por el campo sin concentrarse en el área, lejos de ayudas y apoyos. Frente al Betis, que se corrigió a tiempo porque uno de los dos mediocentros se insertaba de central para evitar sustos, le fue imposible.

Diferente historia con idéntico final relató el Betis. Se entretuvo en la conjugación de la pelota, en ocasiones retórico, solo agitado en las botas de Cedrick. Táctica errónea la del pase repetido en Cornellà porque el Espanyol saca la pierna sin apuros, sabedor de que tiene centímetros y gallardía por arriba, por lo que prefiere las faltas tácticas antes que un embrollo de difícil resolución. Le funcionó la argucia, hasta el punto de que a Casilla no se le contó parada alguna, solo expuesto en un remate en propia que le guiñó el ojo al poste por fuera. La réplica llegó en un centro medido de Fuentes que Stuani no atinó a completar, con un remate de cabeza que fue un despropósito porque lo fácil era meterla. Poca cosa.

Solo Thievy, en lo que ya es una tónica como también lo es el reemplazo de Pizzi, reactivó el duelo y a punto estuvo de marcar en un tiro sobre la salida de Sara. Su inconformismo no encuentra criptonita. Quizá porque se mide a defensas desgastadas; quizá porque se come el campo a bocados, hambre y sed de reconocimiento. Aunque la táctica del Espanyol fue la misma: sacó Casilla, peinó Thievy y Sergio García engatilló un balón que Sara escupió para fuera. No llegó el gol pero sí se dio la confirmación de que este Espanyol lowcost —compuesto con jugadores de saldo y cocinados en Segunda— es bien competitivo, suficiente para batirse con cualquiera. Y eso, sin remate.

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