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El triunfo del Ecce Homo

El francés Barguil (Argos), que se cayó el lunes, da una exhibición de fuerza en Castelldefels El italiano Nibali (Astana) sigue al frente de la general

Barguil celebra su triunfo en Castelldefels.
Barguil celebra su triunfo en Castelldefels.JAIME REINA (AFP)

Daba penita verlo en el aeropuerto de Granada, soportando su cuerpo delgado, huesudo, largo y estrecho en dos muletas que hacían de piernas artificiales porque las reales eran una herida inacabable. Allí en el aeropuerto García Lorca, Warren Barguil era un auténtico eccehomo al que daba penita verlo, casi ganas de ayudarlo para alcanzar el asiento del avión tras haberse estampado contra el suelo en la etapa que acabó en el Alto de Hazallanas, allá por Sierra Nevada. Viéndole allí, con la mirada triste, lamiéndose las heridas costaba explicarse cómo el muchacho (21 años) había conseguido acabar aquella etapa durísima, cómo habría podido mover las rodillas este bretón testarudo, al parecer, como un hierro delgado. Misterios del ciclismo donde las resurrecciones son habituales y ya causan poca sorpresa. Son distintos estos ciclistas a los que las heridas les funcionan, a veces, como acicates.

Daba alegría verlo el viernes sorprender a sus compañeros de fuga (ilustres como Scarponi, Nocentini, Mollema, Santarromita, Zandio, Egoi Martínez, Txurruka y su compatriota Copell), buscando y encontrando ese instante de duda que se apodera de los perseguidores cuando alguien te roba la cartera. Y verle después cimbrear la bicicleta en la rampa que lleva al Castillo donde esperaba la meta con desniveles de 5, 7 y 9%. El bretón miró hacia atrás y no vio más que un grupito cabreado, asustado, desconcertado. Volvió a mirar, tras la curva, y ya no vio a nadie, así que se fijó en la pancarta roja de la meta y al parecer pensó en su abuelo, recientemente fallecido. Y seguro que pensó en la caída que le hizo crujir los huesos, y en el viaje en el avión a Zaragoza donde no debió estar muy tranquilo con el dolor de los huesos y el dolor de la rabia.

Lo que parecía una lucha italiana (Nocentini-Scarponi y Santarromita) acabó siendo un festejo francés

Y lo que parecía una lucha italiana (Nocentini-Scarponi y Santarromita) acabó siendo un festejo francés. Los cuatro españoles vivieron casi todas las emociones: Zandio y Egoi Martínez tiraron de experiencia, hasta casi el último momento. Egoi incluso intentó el tirón final con el francés Copell, pero Scarponi tenía la victoria entre ceja y ceja. Txurruka resistió e Intxausti tuvo el infortunio de caer en el último momento. Pero a los expertos italianos y españoles les sorprendió un chico de 21 años (ganador del Tour del Porvenir), más listo que el hambre.

Por detrás, los gallos se habían ido a casa después de que el Katsusha intentara revolucionar la carrera en el Alto del Rat Penat con ataques leves incluso de Purito Rodríguez. Pasado el susto, todos los equipos decidieron que la fuga tenía derecho a llegar, temiendo las etapas pirenaicas donde la lluvia ensombrecerá más el panorama.

Las fugas solo llegan un día antes o un día después de las etapas grandiosas. Por eso llegó la de este viernes. Por eso y porque estaba formada por corredores de altísimo nivel que, por distintas razones, ya no cuentan en la clasificación general. Y ahí surgió la figura de aquel eccehomo en la etapa 13ª de la Vuelta de 2013, que salió a las 13.15 de Valls y se inundó de caídas con múltiples golpes y abandonos. Pero Barguil, aquel tallo al que daba pena verlo de podadas que tenía las piernas y que bien hubiera merecido un verso triste o un canto épico, no es supersticioso. Eso ha quedado claro.

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