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Isco es la cuestión

Ancelotti no sabe cómo adaptar al atacante al centro del campo y siente nostalgia de Özil

Diego Torres
Isco, tras marcar al Getafe.
Isco, tras marcar al Getafe. DANI POZO (AFP)

Los empleados del Málaga le llamaban, cariñosamente, El Culón. El pequeño Isco Alarcón (1,76m) les recordaba a esos artistas de centro de gravedad bajo, paticortos, fuertes y equilibrados como Agüero o Romario de Souza. El muchacho tenía un físico perfecto para escurrirse por las brechas que conducían al área de penalti, y una vez ahí, ¿quién lo paraba? Conocedor de sus cualidades, el exentrenador malaguista, Manuel Pellegrini, le situaba por detrás del punta en un esquema de 4-2-3-1, con Joaquín a la derecha y Eliseu o Portillo a la izquierda. Pero como el esfuerzo le desgastaba mucho, solía dosificarle. La temporada pasada Pellegrini notó que después de las navidades a Isco le comenzaron a pesar las piernas y resolvió dosificarle. Entonces los dirigentes del Málaga visitaron al técnico en su despacho para preguntarle qué pasaba, por qué no jugaba de titular el muchacho. Pellegrini les explicó que Isco no podía jugar dos veces por semana porque, por su juventud (21 años) y sus condiciones fenotípicas, no aguantaba el ritmo. Los dirigentes lo comprendieron pero le recordaron al entrenador que era mejor que le pusiera porque el club necesitaba vender a Isco en el verano a buen precio y desde enero el Madrid les había trasladado su interés.

Isco jugó con regularidad pero bajó su nivel en el transcurso de los meses. Los emisarios del Madrid dejaron de preguntar por él. Al final de la temporada un intermediario apareció por La Rosaleda a ofrecer 15 millones en nombre de Florentino Pérez. La típica oferta fantasma, porque se sabía que se rechazaría. El Madrid solo volvió a interesarse después de la Eurocopa sub-21, donde Isco, recuperado el resuello, completó un gran torneo. La iniciativa fue del propio Pérez. Encantado de ver las jugadas del malagueño con la selección, el mandatario puso 30 millones y lo embarcó en su nuevo proyecto con el firme propósito de darle un lugar importante. Así se trasladó a Carlo Ancelotti.

El conjunto blanco no afronta un problema relacionado con el gol, sino con el juego

El problema que afronta Ancelotti es doblemente complejo respecto al dilema que debió atender Pellegrini. En el Madrid, Isco tiene que jugar siempre porque es un fichaje estratégico pero, además, tiene que jugar en la banda porque no hay más sitio. En el esquema del técnico italiano, un 4-4-2, o juega en el puesto de Cristiano, o sustituye a Benzema (el único nueve puro de la plantilla), o se ubica en el costado. Ancelotti le puso en el costado. Desde entonces, el entrenador y los defensas sufren la visible incapacidad de Isco para cubrir los 60 metros de campo que debe abarcar para cumplir con el rol de volante: cerrar su banda y atacar. En Elche, el miércoles, Ramos casi fue expulsado por frenar a Coro, que le atacó por el espacio abandonado por Isco y Coentrão. En otro momento del partido, Isco hizo un esfuerzo tremendo para bajar a ayudar a sus compañeros en defensa, cogió un rebote, pero, como no conoce los conceptos del puesto que desempeña, ejecutó una ruleta. Aaron Ñíguez le robó la pelota y por poco no mete el 1-1. En el banquillo, al verle, Ancelotti mandó a calentar a Illarramendi. El vasco sustituyó a Isco en el minuto 70.

Al acabar el partido del Martínez Valero cundía la desazón. Habían ganado gracias a un error arbitral, pero los jugadores y el entrenador estaban perplejos. Repentinamente, todos se acordaron de un nombre: Mesut Özil. ¡Cuánta falta les hizo para abrir esas defensas herméticas! Un jugador emitió una sentencia: “Si Özil no corría era porque no quería; si Isco no corre es porque no puede”.

Los presentes se asombraron ante la sentencia de Ancelotti. El técnico, entristecido, dijo que le asombra el poco valor que se le dio a Özil, teniendo en cuenta lo que fue capaz de hacer durante tres años; añadió que no hay mejor pasador que Özil en el mundo; y apuntó que para activar la velocidad y el remate de Cristiano y a Benzema no había nadie como el media punta alemán. Özil, proclamó, era el “solista” más perfecto que había para ayudar a los atacantes del Madrid a ser profundos e hilvanar el juego elaborado con que toda la afición sueña.

El Madrid no afronta un problema de gol. Para eso sí ofrecen soluciones Isco, Cristiano, Benzema o Bale. El Madrid afronta un problema de juego y la panacea se fue al Arsenal.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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