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Una guerrera que no quería mimos

La lucha de María de Villota por ser la primera mujer en la F-1 y después por su vida fue el gran motor de sus éxitos

Oriol Puigdemont
María de Villota, con el equipo Marussia.
María de Villota, con el equipo Marussia.cordon press

La mayoría de los conocidos de María de Villota coinciden en definirla como una guerrera. “Soy una persona normal que por una serie de circunstancias en la vida ha tenido que luchar. Primero por llegar a la F-1 y después por mi vida”, reconocía ella siempre que se le preguntaba acerca de esa fuerza que transmitía. La española pasó sus 33 años luchando por los objetivos que se planteó, tanto dentro de los circuitos como fuera de ellos. Como no podía ser de otra forma al tratarse de una de las hijas de Emilio de Villota, pionero en España de la era moderna de la fórmula 1, la sangre que siempre corrió por sus venas lo hizo a toda pastilla.

Comenzó en el karting de niña antes de irse a aprender inglés a Estados Unidos. Después de pasar a correr en monoplazas (2000) y licenciarse en INEF, se centró en los turismos, para deshacer el camino de nuevo y regresar a los prototipos. En 2005 disputó el Trofeo Maserati que se celebró en Montmeló al lado de Marc Gené. “Como nunca había tenido como compañero a una chica, pues la trataba con un poco más de mimo y ella se enfadaba mucho porque no quería que hubiera ninguna diferencia. Sus valores son un ejemplo para todos nosotros”, la recordaba ayer desde Suzuka el corredor de Ferrari, que ha participado en el prólogo de La vida es un regalo, que debía ser presentado el próximo lunes.

En 2011 se enroló en la Superleague Fórmula de la mano del Atlético, en un certamen en el que los participantes se ponían al volante de bólidos con motores V12 de 750 caballos de potencia, auténticas bestias que generaban unas fuerzas G descomunales, pero no tanto como para que ella reculara. Tan es así que llegó a pasar por el quirófano para que le repararan las cervicales, que le provocaban calambres en los brazos por culpa de las inercias y le complicaban la conducción. Esa misma temporada ya representó a la escudería Renault en algunas carreras, e incluso realizó una sesión de entrenamientos en el circuito francés de Paul Ricard, convirtiéndose en la primera mujer española en subirse a un F1. El tiempo que no empleaba entrenándose lo dedicaba a la escuela de pilotos de su padre. Allí vio dar los primeros acelerones a chavales como Carlitos Sainz.

“Ahora veo más que antes, siento más”, comentaba ella tras su grave accidente

Su perspicacia la llevó a firmar con Marussia el año pasado como piloto de pruebas. El tres de julio, en el aeródromo de Duxford, durante su primera experiencia al volante del prototipo de la estructura rusa, perdió el control del bólido y se estrelló contra la plataforma de uno de los camiones de asistencia, que inexplicablemente estaba desplegada. Como ella misma reconocía, aquel accidente llevó a los doctores que la atendieron en el hospital Addenbrooke (Cambridge) a extirparle el ojo derecho, pero al mismo tiempo, le ofreció una perspectiva nueva sobre la vida, más clara. “Ahora veo más que antes, siento más”, decía.

Después de someterse a una operación de 17 horas que le dejó un rastro de 104 puntos de sutura que le cruzó la cara, se mantuvo en coma. Los médicos advirtieron a la familia de las secuelas que podía sufrir por aquel terrible impacto que le abrió la cabeza, e incluso llegaron a dudar que pudiera hablar, ni siquiera recordar. Sin embargo, esa capacidad de resistencia que siempre la acompañó le hizo reaccionar al cuarto día, en el que mandó callar a su madre, que tal y como le habían recomendado que hiciera, no dejó de hablarle. “Me dirigí a ella en inglés porque pensaba que aún estaba trabajando con mi equipo. Eso hacía cuando mi cerebro se apagó”, reconocía la madrileña hace solo unos días en una entrevista en Navarra Televisión.

Llegó la vuelta a España, 20 días después del percance, tres cirugías más en el hospital La Paz y el cambio de chip, ese que la llevó a recibir más elogios que en su etapa de piloto profesional, de toda esa gente que ayer, al conocerse que había fallecido en Sevilla, inundó las redes sociales de mensajes en los que ensalzaban esa vitalidad y la sonrisa que le acompañaron siempre.

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