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El Espanyol se diluye solo

El cambio táctico de Aguirre resta ambición y fútbol a su equipo, que iguala con un Málaga insípido

Jordi Quixano
Stuani intenta mantener el balón ante Sergio Sánchez.
Stuani intenta mantener el balón ante Sergio Sánchez. David Ramos (Getty Images)

Resultón y ácido, el Espanyol cuajó un primer acto ambicioso, con el balón como argumento, gobernador del duelo por más que concediera un par de ocasiones. Pero viró Aguirre de intención para agitar el cotarro y se dio de bruces con el suelo, sobre todo porque su equipo perdió protagonismo e identidad, porque el Málaga retomó el hilo a un partido que pretendió disputar a trompicones, cómodo en las idas y venidas. Aunque ninguno sacó partido de las debilidades adversas, licuados en el último pase y fracasados en el remate. Un derrape del Espanyol porque perdió su fútbol, una alegría del Málaga y un empate a nada.

ESPANYOL, 0-MÁLAGA, 0

Espanyol: Casilla; Mattioni, Sidnei, Héctor Moreno, Fuentes; Pizzi (Stuani, m. 46), David López, Víctor Sánchez, Simão (Thievy, m. 73); Sergio García y Córdoba (Lanzarote, m. 46). No utilizados: Germán; Capdevila, Colotto y Abraham.

Málaga: Caballero; Gámez, Sánchez, Weligton, Antunes; Tissone, Darder (Camacho, m. 89); Fabrice (Juanmi, m. 82), Portillo (Anderson, m. 77) , Eliseu; y Santa Cruz. No utilizados: Kameni; Duda, Chen y Samuel.

Árbitro: Delgado Ferreiro. Amonestó a Tissone, David López, Fabrice y Weligton.

Cornellà-El Prat. 16.143 espectadores. Se guardó un minuto de silencio en memoria de Nil Marín (portero del Girona B fallecido en accidente) y del exdirectivo Lluís Lara.

Alineó de inicio Aguirre un 4-2-2, mezcla de un ariete alto y corpulento para bajar balones con un punta bajo y revoltoso que se mueve al libre albedrío en busca de la prolongación. Aunque el cóctel no respondió a la expectativa porque la boya Córdoba resultó tan torpe en el juego aéreo como impertinente en sus desmarques y generoso en el pase. Suya fue una carrera que descompuso al Málaga hasta que Jesús Gámez la negó con la consiguiente tarjeta amarilla; y suya fue la contra que cedió a Sergio García, que no resolvió el entuerto porque Antúnez se adelantó cuando Cornellà ya festejaba el gol. Sí que se impuso Córdoba en el aire cuando se le reclamó, en un centro de Mattioni que remató a puerta y que Simão no embocó en el rechazo.

Aceptó los disgustos el equipo de Schuster con naturalidad, consciente de que su propuesta, tacaña, era la de abrocharse en el área para golpear con Portillo, excelente en el reparto y en el pase profundo a las carreras de Fabrice y Eliseu. Faltó, sin embargo, continuidad a los centros, con Santa Cruz lejos del remate, ahogado de tanto correr. Aunque tuvo su ocasión, un larguero que penalizó la nulidad del equipo a la hora de componer juego, sonrojado porque no trenzó tres pases seguidos. Es la apuesta de Schuster, que desterró del equipo a Pawlowski, Pedro Morales y El Hamdoui porque prefiere volver a los orígenes con el cerrojo y la contra, cuando la patente carburó.

Pero el protagonismo de Córdoba y la posesión del balón no convencieron a Aguirre, que cambió de dibujo en el entreacto, al 4-2-3-1 habitual, con Sergio García como único punta. Rebajó así sus anhelos el Espanyol, una racanería que catapultó al Málaga, más presente y con disparos lejanos de Tissone y Antunes, uno repelido con las uñas del pie de Casilla y el otro envenenado hasta saludar al palo por fuera. También malogró su ocasión Anderson y naufragó Sergio en un golpeo a bocajarro. Más ocasiones que juego y punto final al duelo, entregado al galope, a un fútbol sin imán ni sustancia, sin goles.

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