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El Celta se desata por fin en Balaídos

El conjunto vigués marca en Balaídos tras 536 minutos y remonta al Almería para lograr la primera victoria como local

Rafincha pelea una balón con Aleix.
Rafincha pelea una balón con Aleix. Salvador Sas (EFE)

Corría el minuto 25 de partido cuando ocurrió un acontecimiento realmente prodigioso en Balaídos: gol del Celta, gol de Orellana. Fue como derribar un muro. Puso fin el chileno a 536 minutos de sequía en Vigo y el equipo entendió el mensaje como el fin de una maldición. Sin losa, el Celta se desató, para someter sin piedad a un Almería voluntarioso que se había adelantado en el marcador. Por fin el complejo proyecto de Luis Enrique se pareció en su feudo a lo que viene ofreciendo lejos de su afición.

Se la jugaba el Celta, que no había pasado del empate en Vigo, pero sobre todo un Luis Enrique que subió la apuesta con una alineación extraña, con sus dos hombres más en forma, Nolito y Augusto, sentados en el banquillo. Le sustituyeron un Krohn Dheli sensacional y el ciclotímico Orellana, al que persiguen más fantasmas que al propio Celta. Liberado del zumbido de la grada con su gol, un fuerte disparo desde la esquina del área que igualó el marcador, torturó a Nelson y ofreció su mejor versión.

CELTA, 3; ALMERÍA, 1

Celta: Yoel; Hugo Mallo, Diego Costas, Aurtenetxe, Toni (Jonny, m. 60); Álex López, Oubiña, Krohn Dheli (Nolito, m. 77); Rafinha (Augusto, m. 65), Charles y Orellana. No utilizados: Sergio Álvarez, Cabral, Bermejo y Santi Mina.

Almería: Esteban; Nelson, Torsiglieri, Trujillo, Dubarbier (Raúl, m. 75); Suso, Verza, Azeez, Aleix; Óscar Díaz (Dani Romera, m. 70) y Soriano (Barbosa, m. 65). No utilizados: Ustari, Rafita, Tebar y Marcelo Silva.

Goles: 0-1. M. 9. Suso. 1-1. M. 25. Orellana. 2-1. M. 48. Oubiña. 3-1. M. 58. Charles.

Árbitro: Ayza Gámez. Amarilla a Krohn Dheli.

Unos 22.000 espectadores en Balaídos.

El partido se inició con el Almería oliendo la sangre de su rival y estirado hacia Yoel, con Óscar Díaz y Soriano intimidando a los centrales. Pero quien golpeó y encendió todas las alarmas fue Suso, a gusto por la derecha y obsequiado por Toni, que se comió sus amagos. El resto fue llegar al pico del área y soltar un latigazo que enmudeció el estadio.

Cundió el desánimo en los de Luis Enrique, un grupo que tiene su auténtico punto débil en una jovencísima defensa. Charles padeció la presión como algo personal: necesitó cinco remates claros, larguero incluido, para volver a sentirse delantero. Pero desde el momento en que Oubiña puso a los suyos por delante al inicio de la segunda mitad, el Celta se pareció a ese equipo insolente que trata de imponer su entrenador con más fe que eficacia.

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