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historias de un tío alto
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Veo a Kobe y cambio de canal

Los Lakers son probablemente peores con Bryant en la pista de lo que eran sin él

Robert Álvarez
Kobe Bryant, durante el partido contra los Bobcats.
Kobe Bryant, durante el partido contra los Bobcats. STREETER LECKA (AFP)

En otoño de 2001, pasé un mes jugando junto a Kobe Bryant en un campus de entrenamiento con los Lakers. En esas cuatro semanas de entrenamiento, en la mayor parte de las cuales estuve entre abrumado y aterrorizado, Bryant me trató más o menos igual de bien que el tacón de una bota trata a un bicho, y me pasé la mayor parte de la siguiente década regodeándome en sus pocas dotes para las relaciones públicas. Estaba contento y muy satisfecho conmigo mismo por haber descubierto hace mucho tiempo algo sobre Bryant que los demás empezaban a descubrir ahora: el hombre no estaba a gusto en su propio pellejo y, como la mayoría de las personas que no saben quiénes son, no era lo que cualquiera llamaría un tipo simpático.

Pero entonces ocurrió algo. Por lo visto Bryant se dio cuenta de que nunca sería Michael Jordan; el destino no iba a depararle la aprobación universal. Renunció a ser un héroe perfecto y al cabo de poco tiempo me vi apoyándole, de la misma forma que siempre apoyo al policía corrupto con problemas con el alcohol y una exmujer que le odia.

La vuelta de Bryant no se ha parecido en nada a lo que había esperado. Aclarados realizados con lentitud, tiros mediocres y miradas de cabreo a los compañeros de equipo. Kobe Bryant allá por 2006

La primavera pasada, Bryant se rompió el tendón de Aquiles en una jugada normal en un partido de final de temporada contra los Golden State Warriors. Después de la lesión, su nueva conciencia de sí mismo volvió a entrar en acción. Admitió que le preocupaba cómo iría su recuperación, el inminente final de su carrera y si lo primero determinaría lo segundo. Y así, pensé, las condiciones estaban dadas. El posible regreso de Bryant sería diferente de lo que todos esperaban. Me lo imaginaba compenetrándose con Pau Gasol, a quien finalmente había decidido tratar de igual a igual. Me imaginaba que los Lakers encadenarían una improbable racha de victorias, con Bryant dirigiéndolos desde atrás, en vez de desde delante. Me lo imaginaba encabezando al equipo en asistencias.

Dicen que la principal razón por la que nos encantan los deportes es su imprevisibilidad. Nunca sabemos cuál será el resultado de un partido hasta que se juega. Pero el problema de los deportes es la otra cara de la misma moneda: a veces, la imprevisibilidad significa que el argumento no va a ningún sitio. La vuelta de Bryant no se ha parecido en nada a lo que había esperado. Aclarados realizados con lentitud, tiros mediocres y miradas de cabreo a los compañeros de equipo. Kobe Bryant allá por 2006. Salvo que ahora todo es un poco más lento, y los Lakers son probablemente peores con él de lo que lo eran sin él. Casi nadie dirá esto, por supuesto, porque todo el mundo está demasiado centrado en el hecho de que Bryant pueda siquiera jugar. Y no les falta razón; es extraordinario que haya vuelto tan rápido de una lesión tan terrible.

Pero no puedo evitar preguntarme qué podría haber pasado si Kobe hubiese aceptado su destino, si hubiese visto la señal de advertencia y si se hubiese permitido crecer, una vez más. Querría probablemente estrecharle la mano, darle una palmadita en la espalda y decirle que siento haberle guardado rencor tanto tiempo. En vez de lo que ha pasado, que es que lo único que quiero hacer es cambiar de canal.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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