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Pacto de no agresión en Anoeta

Real Sociedad y Villarreal se tantean y amagan en el primero de los tres partidos en los que se enfrentan en ocho días

José Ángel y Aquino luchan por el balón.
José Ángel y Aquino luchan por el balón.Javier Etxezarreta (EFE)

Las apariencias engañan. Se suponía que había cuatro delanteros en el rectángulo y que entre sus cuatro paredes ficticias había delineantes para tirar diagonales y líneas rectas que buscasen las cosquillas. Por allí andaban por vez primera juntos, por ejemplo, Seferovic y Agirretxe, dos bombas, y Giovani y Jonathan Pereira, dos electricistas del gol. Pero, nada. En la Real, Seferovic se dedicaba a abrir los espacios a los que no llegaban (léase Griezmann) y Agirretxe se afanaba en tapar las salidas de Bruno, el capitán general del Villarreal. O sea, conclusión: no eran delanteros centro, sino centrocampistas más adelantados, infantería ocupada en frenar el primer avance del enemigo. El Villarreal no iba a la zaga en la táctica de despiste: sus dos delanteros, Giovani y Jonathan Pereira, tenían más de espías vigilando la retaguardia del rival que de gastadores en combate. Aún así, la única acción ofensiva (con cuatro delanteros en el campo) la tuvo Jonathan Pereira tras un pase magnífico de Bruno, en la primera mitad. El delantero se debió ofuscar con el color magenta de la camisola de Zubikarai (hay teorías sobre cómo deben vestir los porteros) y le tiró a dar como si Venus de pronto se le apareciese en el área y no viera la luz.

R. SOCIEDAD, 0; VILLARREAL, 0

Real Sociedad: Zubikarai; Zaldua, Mikel González, Íñigo Martínez, José Ángel; Chory Castro (Vela, m. 64), Bergara, Elustondo (Rubén Pardo, m. 74), Griezmann; Seferovic y Agirretxe (Xabi Prieto, m. 58). No utilizados: Bravo; Carlos Martínez, Ansotegi y Ros.

Villarreal: Juan Carlos; Pantic, Gabriel, Musacchio, Jokic; Bruno, Pina; Aquino (Moi Gómez, m. 63), Jonathan Pereira, Jaume Costa (Trigueros, m. 64); y Giovani (Perbet, m. 76). No utilizados: Asenjo; Mario, Edu Ramos y Uche.

Árbitro: Undiano. Amonestó a Jokic.

21.030 espectadores en Anoeta, con una recaudación de 7.600 euros.

Pero al menos Pereira tuvo el honor de irse al vestuario, en el descanso, levantando la voz, por ser el único futbolista que había gozado de una ocasión de gol. El resto hablaba de robos de balón, marcajes estrechos, algunos pases inteligentes (sobre todo de Bruno, empeñado en que Pereira marcase un gol, o de Griezmann, bien pensados pero mal concluidos).

Así anduvo la primera mitad, preocupado todo el mundo por el paso de cebra que había en el centro del campo, donde Pina y Bruno ejercían de servicio de inteligencia, y Elustondo y Bergara, de contraespionaje, para que no les atropellase el tranvía, el bus o el AVE, según ocurriese. Pero a la Real le faltaba velocidad y al Villarreal convicción. Quizás a cada equipo le faltaba lo suficiente para ser quien es y para creer que era quien era. Le animaba al Villarreal la presencia de Pina y las pillerías de Jonathan Pereira (de Giovani había pocas noticias, apenas telegramas) y a la Real le impulsaba, un poco, tampoco mucho, el voltaje de Chory Castro, aunque a veces fundiera los plomos. Poca luz en Anoeta.

Cuando se nubló la vista, es decir cuando surgió el cansancio, se rompieron las líneas de baja tensión y se desordenó un poco el cotarro, amaneció en Anoeta. La Real empezó a correr como acostumbra, a investigar en los espacios vacíos, sobre todo cuando se incorporaron al encuentro Xabi Prieto, primero, y Rubén Pardo después, porque Vela entró demasiado tarde como para encender la fluorescente. En el Villarreal creció la presencia de Pina mientras Pereira empezó a ser el niño repelente para la defensa que se le supone por su habilidad y por su velocidad. Aunque fue Griezmann el que, al menos, quiso igualar el bloc de las oportunidades con una inesperada ocasión, mediado el segundo tiempo, que como hizo Zubikarai con Pereira en la primera mitad, Juan Carlos llevó al terreno del guardameta.

El encuentro tuvo momentos de ida y vuelta, aunque muriesen en la orilla

Poquito más hubo en el partido que, al menos, tuvo momentos de ida y vuelta, aunque en su mayoría muriesen mansamente en la orilla. Prevalecía el miedo a perder, y los futbolistas se comportaban como quien ante un paso de cebra prefiere esperar a que un coche frene, para cruzar confiados, a que no pase nadie. Pues poquitos, por eso o por la igualdad de oportunidades, pocos fueron los que cruzaron el rectángulo del área, en espera de que el Madrigal, en una semana, exija actitudes más viscerales. Antes ambos equipos jugarán en Liga, obligándoles a saber qué es lo más importante en cada momento sin confundirse. Tablas para empezar.

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