_
_
_
_
_

El gol vuelve a salir por San Mamés

El Athletic le endosa media docena al Almería tras varios partidos de insolvencia en el área

Los jugadores del Athletic celebran un gol al Almería
Los jugadores del Athletic celebran un gol al AlmeríaANDER GILLENEA (AFP)

Dicen los que los consiguen que los goles más fáciles son lo más difíciles de conseguir, que el exceso de claridad anula la visión, que la tranquilidad relaja la tensión necesaria para el acto supremo y no pocas veces se da el gatillazo. A priori, el gol de Mikel Rico (ya lleva cinco jugando de mediocentro), es el típico gol fácil, producto de la desafinación del contrario y no del acorde imaginativo del guitarrista. El caso es que el gol, si se repasa, parte de la fe de quien no está donde no se le esperaba pero se empeña en llegar a donde nadie había ido, ni siquiera la defensa del Almería que corrió posesa hacia el diablo de Aduriz sin fijarse en si llevaba tridente o tenedor. El resto fue cosa de Rico, que llegó escorado corriendo en sentido transversal a la portería a la que tenía que rematar y en vez de tirar al primer poste o al muñeco, que es lo que se acostumbra, la puso en la escuadra más alejada torciendo el zapato, el tobillo y la inercia. Fue un gran gol, de los que pasan desapercibidos, porque son goles fáciles, con el portero como único oponente y todo eso, como si un gol de tacón fuera la suma algebraica del ángulo que deja el portero en su marco, la fuerza que lleva el balón y el círculo que dibuja el talón del pie en función de la corva de la pierna. Sorpresa, así se llama. Intuición, apurando.

ATHLETIC, 6 - ALMERÍA, 1

Athletic: Iraizoz; Iraola, San José, Laporte, Balenziaga; Iturraspe, Mikel Rico; Susaeta (Ibai Gómez, m, 50), Herrera, Muniain (De Marcos, m. 60); y Aduriz (Kike Sola, m. 74). No utilizados: Herrerín, Toquero, Beñat y Ekiza.

Almería: Esteban; Rafita, Trujillo, Torsiglieri, Dubarbier; Aleix (Suso, m. 66), Verza, Azzez, Barbosa; Soriano (Zongo, m. 54) y Óscar Díaz (Tébar, m. 54). No utilizados: Ustari, Marcelo Silva, Corona y Mané.

Goles: 1-0. M. 5. Mikel Rico. 2-0. M. 10. Herrera. 3-0. M. 30. Laporte. 3-1. M. 33. Helder Barbosa, a pase de Verza. 4-1. 52. Aduriz. 5-1. M. 67. Ibai Gómez. 6-1. M. 85. Ibai Gómez, de penalti.

Árbitro: Gil Manzano. Amonestó a San José, Torsiglieri, San José.

Unos 26.000 espectadores en San Mamés.

Pues así marcó Mikel Rico a los cinco minutos su quinto gol de la temporada, quizás porque no hay quinto malo y porque hay toreros que manejan por igual la muleta que el capote de brega. Lo cierto es que el gol le echó al Almería de la peluquería. Le dejó con los pelos erizados, atormentado por el secador de un equipo no solo empeñado en ganar (obligación de quien participa en una competición) sino de espantar los fantasmas de su ineficacia. Presionado por la sensación de ser músicos anónimos de estudio que leen bien los pentagramas pero que no encuentran la nota falsa (o sea el gol), tras sus visitas a Anoeta y al Villamarín, a los diez minutos el gol se contagió como la viruela en aquellos años. A los 10 minutos, Herrera, más asiduo a enviar regalos que a abrirlos, consiguió el segundo. Y 20 minutos después, Laporte cabeceó un saque de esquina como lo hacen los centrales: con poderío, y si es sin oposición mejor.

Del Almería no había noticias. Soriano, alineado con Óscar Díaz, se asemejaba a un delantero en retirada en vez de al imaginero que fue. La tendencia en esos casos es retrasar al que ve en vez de cegarle más arriba. Pero el Almería le prefirió en la niebla más que en la claridad. Y se ahogaron los dos. Por detrás, el empuje del Athletic era suficiente para inundar las brazadas de Verza o el trabajo de Azzez. Aún de azul vibrante, se diría que los futbolistas de Francisco Javier Rodríguez eran sombras luminosas en el campo. Tres goles en media hora de un equipo que padecía el catarro del gol, es como para pensarse si merece la pena circular por ese estadio con los faros apagados. Para el Athletic era gloria pura. Sin antibiótico, sin copago por el medicamento del gol, el equipo de Valverde encontró el mejor genérico en el juego inteligente de Herrera, intermitente como los actores de carácter, y en el del vaquero pertinaz de Mikel Rico. Aún así encontró el Almería un resquicio para hacer valer su honrilla en un remate de cabeza de Helder Barbosa a un libre indirecto de Verza. El partido ya no picaba, pero se agradecía un poco de salsa americana en el plato.

Le picó al Athletic, porque a los siete minutos de la reanudación Aduriz desembaló un envoltorio de Muniain que le había mandado Ibai Gómez, pugnando con la defensa. Tercera terapia cumplida: goleada, primero, para quitar las cadenas a los fantasmas del gol, reencuentro de Herrera, después, y gol de Aduriz, en busca del goleador perdido. No se podía pedir más. ¿O sí? Pues sí. Que Ibai Gómez, probablemente uno de los futbolistas de la Liga con mejor golpeo del balón, hiciera eso: golpear el balón de tal manera, es decir, que esa esfera en vez de chillar, aplaudiese por el sutil tacto con el que le trató para marcar el quinto gol desde un costado del área grande buscando las telarañas mágicas de la escuadra. Lo que empezó con un gran gol, acabó con un bellísimo gol, aunque luego viniera un penalti de Trujillo a Kike Sola que transformó Ibai Gómez. Y es que el gol es más caprichoso que el sol. O sale o no sale.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_