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Portugal abre sus brazos a un héroe humano

El país vive con orgullo la condecoración a Cristiano pocos días después del fallecimiento del mito Eusébio

Antonio Jiménez Barca
Imagen de la portada del periódico portugués A BOLA
Imagen de la portada del periódico portugués A BOLA

Huérfana desde que hace 10 días muriera el legendario Eusébio y aún noqueada por este fallecimiento, Portugal vivió con orgullo e intensidad el triunfo del único jugador de fútbol luso que ha ganado dos veces el Balón de Oro: Cristiano Ronaldo. Fue el mismo Eusébio el primero en llevárselo a Lisboa, en 1965. Figo se hizo con él en 2000. Pero Cristiano ha sido el primero en ganarlo dos veces: en 2008 y en 2013. El país siguió la ceremonia, retransmitida en directo, con expectación, casi con ansia. Desde ayer por la mañana no se hablaba de otra cosa en Portugal sino de las posibilidades del delantero de Madeira y de su pugna titánica con Messi. Horas antes, los automovilistas pitaban el claxon de sus coches en lugares determinados de la capital en apoyo del jugador y había pancartas con su nombre en algunos puentes de la ciudad. Después del resultado, calificado de justo por todos, hubo más pitadas de coches, las adolescentes comenzaron a intercambiar fotos de Ronaldo en Instagram y los telediarios abrieron sus ediciones de las ocho de la tarde a todo trapo con la noticia, conectando con Suiza, recordando su espectacular trayectoria, entrevistando a viejos amigos del jugador que aún se acordaban de que jamás se cansaba de correr y entrenarse en la playa o emitiendo antiguas entrevistas en las que el delantero, siete u ocho años atrás, ya advertía que su objetivo era entrar en la historia universal del fútbol, algo que, por cierto, repitió ante los micrófonos ayer.

Ronaldo prestigia a la selección nacional y a nuestro país. Este es, sin duda, un buen auspicio para el Mundial” Pedro Passos Coelho, primer ministro portugués

Todos los periódicos y los comentaristas hacen hoy referencia también a sus lágrimas, al hecho de que se emocionó al ver a su madre en la platea llorando a su vez. Un gesto que contrasta con la cara desagradable de un deportista al que con frecuencia se le ha acusado de inmodesto, arrogante y frío. Entre ellos el presidente de la FIFA, Joseph Platter, que en octubre, en una gracieta que dio la vuelta al mundo y que en Lisboa sentó muy mal, imitaba a Cristiano como un jugador cuasi robotizado, como si no tuviera alma. También en Portugal se le ha acusado a Cristiano de soberbio. Y es cierto que nadie dudaba de su inconmensurable poderío técnico, pero no acababa de caer del todo bien en un país en el que Eusébio, por ejemplo, se caracterizaba, además de por haber metido goles descomunales, por ser un tipo simpático y cercano en el que cualquiera podía verse reflejado. Las lágrimas de ayer, seguramente, van a hacer cambiar la imagen del personaje. “Fueron lágrimas sinceras. Cuando oí mi nombre, sentí un orgullo inmenso. No quería llorar, pero no soy de hierro”, declaró el crack después, explicándose.

Nada, pues, impide ya a Cristiano Ronaldo ganar puestos en la estima incondicional del país. El Diário de Notícias así lo asegura hoy en un editorial: “Cristiano Ronaldo es un buen ejemplo para la sociedad portuguesa. Es un hombre que tiene objetivos y que nunca se rinde. Cree que siempre puede vencer”. Y el primer ministro, Pedro Passos Coelho, aseguraba ayer: “Ronaldo prestigia a la selección nacional y a nuestro país. Este es, sin duda, un buen auspicio para el Mundial”.

Hace unos días, el Parlamento portugués aprobó que el cadáver de Eusébio sea trasladado, dentro de un año como máximo, al Panteón Nacional, en Lisboa, donde descansan, a perpetuidad, los héroes portugueses. Cristiano Ronaldo, con su triunfo y sus lágrimas, dio ayer un paso definitivo para convertirse en uno.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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