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Nadal se agarra al cemento

El número uno, con ampollas en la mano izquierda, suma argumentos en la superficie dura y llega a cuartos de final

J. J. M.
Nadal, atendido por sus ampollas en la mano
Nadal, atendido por sus ampollas en la manoPAUL CROCK (AFP)

Rafael Nadal ya es un campeón a prueba de kamikazes. Él, que tanto sufrió en los inicios de su carrera contra los tenistas dispuestos a robarle el tiempo atacando la pelota pronto, triunfa 7-6, 7-5 y 7-6 en octavos contra Nishikori, todo un especialista. El partido, que le ve perder breaks de ventaja en la primera y la tercera manga, por la que llega a sacar el japonés, deja algunas escenas asombrosas. El número uno se cae y se rompe una zapatilla. Juega con la mano izquierda protegida por una almohadilla y un vendaje. Por dos veces debe atenderle el fisioterapeuta, porque el ácido hialurónico que se aplica no evita que las ampollas que pueblan su piel amenacen con romper en llagas sangrantes. Todo un riesgo. “Si juego sin protección, me la voy a destrozar. Aunque sienta peor la pelota, no tengo otra opción: el torneo está en peligro si se me abre en carne viva. Tendría que jugar con la mano dormida [anestesiada]”, dijo el español, que en cuartos medirá a Dimitrov, verdugo de Bautista (6-3, 3-6, 6-2 y 6-4).

Nadal compite amparado por una seguridad desconocida. Él fue siempre el rey de la tierra. Desde que en febrero de 2013 superó siete meses de baja por lesión, también es el rey del cemento al aire libre. Ha ganado cinco títulos en siete torneos. “A rivales como Nishikori me costaba mucho pararlos”, resumió tras tratarse la mano. “Ahora tengo más argumentos, como el cortado, el revés, que es mejor, y el drive, con el que no pierdo tanta pista”.

Ese tiro, que es al que más afecta la dolencia, ha escrito los párrafos más notables del español. Según las estadísticas, ninguno de sus rivales por los grandes títulos genera tanto veneno con el golpe. De media, el drive de Nadal lanzó la bola en 2013 a 4.348 revoluciones por minuto, por las 3.981 de Roger Federer, brillante contra Tsonga (6-3, 7-5 y 6-4); las 3.643 de Novak Djokovic y las 2.170 de Andy Murray, que eliminó a Stephane Robert (6-1, 6-2, 6-7 y 6-2). Por eso, su bola pica a alturas incomodísimas: 142 centímetros, por 134 del suizo, 119 del serbio y 99 del británico. Un martirio. “Nadal es durísimo de ganar por su deseo y ese spin [efecto curvado] que usa. Genera mucho ritmo”, define Ken Rosewall, campeón de ocho grandes; “en cemento, logra que la pelota salte alto”.

Nadal, atendido por sus ampollas en la mano
Nadal, atendido por sus ampollas en la manoGREG WOOD (AFP)

Nadal siempre jugó con ese látigo. Ahora lo mezcla con tiros planos. “El partido que jugó contra Monfils en tercera ronda es de los mejores que le he visto sobre pista dura”, cuenta Mats Wilander, ganador de ocho grandes. “Su revés cruzado está mejor que nunca. Creo que le gustan mucho las pelotas que se emplean aquí [Wilson]. La bola premia su servicio”, subraya sobre los 26 aces que lleva el español.

“Me impresiona su hambre por mejorar”, añade Yannick Noah, último ganador francés de un grande masculino (Roland Garros, 1983). “Muchos estarían satisfechos siendo el número uno sobre arcilla. En cemento cada vez que le veo ha mejorado. Eso viene del trabajo. Son mejoras técnicas: entra más en la pista, ha mejorado mucho su revés…”, comenta. Y cierra Goran Ivanisevic, excampeón de Wimbledon: “Las pistas duras de ahora son lentas y Nadal le pega fortísimo. Se mueve increíblemente. Es imposible ganarle si no eres Djokovic. Su mejor golpe es la derecha cruzada, que bota alta. En este caso, va contra el revés de Djokovic, que es el mejor del circuito. No le hace daño. Por eso Nadal, si ataca con su derecha paralela, es muy peligroso”.

Resultados

Cuadro femenino. A. Radwanska (Pol)-G. Muguruza, 6-1 y 6-3. V. Azarenka (Blr)-S. Stephens (EEUU), 6-3, 6-2. S. Halep (Rum)-J. Jankovic (Ser), 6-4, 2-6, 6-0. D. Cibulkova (Eslo)-M. Sharapova (Rus), 3-6, 6-4, 6-1.

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Sobre la firma

J. J. M.
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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