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Sochi ensalza el orgullo ruso

El presidente Vladimir Putin apenas recibe unos tímidos silbidos en una ceremonia inaugural muy patriótica y que abre unos Juegos marcados por las críticas internacionales al gobierno

La delegación española, encabezada por Javi Fernández.
La delegación española, encabezada por Javi Fernández.ANDREJ ISAKOVIC (AFP)

Más allá de lo largas y abrumadoras que son todas las inauguraciones olímpicas, con sus efectos especiales, las sorpresas, los momentos sentimentales y la música atronadora, la de en Sochi miraba directamente al palco, a Vladimir Putin, el presidente que ha provocado un malestar mundial por la ley que prohíbe lo que su gobierno llama propaganda homosexual en Rusia. Abandonado por algunos de sus colegas de poder, como Barack Obama, David Cameron y Angela Merkel como gesto de protesta, aunque cobijado por otros dirigentes nacionales, y hasta cuestionado por Google, que en su logotipo de este viernes homenajeaba al colectivo gay con los colores del arcoíris y una frase de la Carta Olímpica.

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Por eso era importante ver qué hacía el público, que aún no llenaba el estadio pero casi, cuando el mandatario fue presentado. Fue muy al principio de una ceremonia que se alargó durante tres horas. Aplausos, pero no atronadores, y unos silbidos muy aislados y que probablemente no llegaron a su destinatario. Ni al secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, ni al presidente chino, Xi Jiping, ni al del Comité Olímpico Internacional, el alemán Thomas Bach, ni al del Comité Organizador, que hace unos días se descolgó con esa frase de que en Sochi no hay gais y que fue silbado de una forma más rotunda ya hacia el final de la gala, pero también minoritaria.

No se sabe si fue un guiño, pero los organizadores habían recurrido antes a T.a.t.u., el dúo de cantantes rusas que se hizo famoso a finales de los noventa por protagonizar vídeos con toques lésbicos. Como si recuperar un grupo bastara para acabar con tanto malestar no solo en la sociedad rusa, sino también con gran sonoridad fuera de sus fronteras. Aunque en Sochi de momento no ha habido ningún gesto de protesta, Moscú ya los vivió el verano pasado cuando varios atletas declararon su rechazo a la ley rusa y otros, como la saltadora Emma Green, lo demostraron pintándose el arcoíris que simboliza la lucha por los derechos de los gais en las uñas.

El desfile resultó disminuido comparado con el que abre los Juegos de Verano, lo que lo hace también más ligero sobre todo porque para entonces la noche ya era gélida.

Imagen de la ceremonia de apertura de los Juegos, donde uno de los copos de nieve eléctricos que debían transformarse en aros falla.
Imagen de la ceremonia de apertura de los Juegos, donde uno de los copos de nieve eléctricos que debían transformarse en aros falla.Pascal Le Segretain (Getty)

Javier Fernández fue el abanderado español de una delegación compuesta por 20 deportistas y que tiene en el sorprendente patinador a su mejor opción de medalla en una cita con poca tradición nacional. Por encima del mejor representante español también sobrevoló la polémica. A pregunta de un periodista en una entrevista, Javier Fernández aconsejó a los gais que “se cortaran” en Sochi y le llovieron las críticas de diversos organismos. Él no tardó en asegurar que se le había “malinterpretado” y acabó pidiendo perdón.

Las deportistas rusas Maria Sharapova (d) y Yelena Isinbayeva (i) portan la antorcha durante la ceremonia de inauguración de los XXII Juegos Olímpicos de Invierno en la ciudad rusa de Sochi
Las deportistas rusas Maria Sharapova (d) y Yelena Isinbayeva (i) portan la antorcha durante la ceremonia de inauguración de los XXII Juegos Olímpicos de Invierno en la ciudad rusa de SochiFredrik Von Erichsen (EFE)

Al margen de los detalles políticos, la ceremonia fue una tormenta patriótica, con la bandera rusa por todos lados, incluso formada por niños luminosos y proyectada en humo sobre el techo. Con efectos sorprendentes, como esa retirada del mar ante el avance de los soldados. Con 3.000 bailarines, músicos, acróbatas e incluso astronautas sobre una pista de hielo. Con las estrellas al final, portando la antorcha: la tenista Maria Sharapova (que vivió varios años en Sochi), la pertiguista Yelena Isinbayeba (embarazada), el mítico luchador Alexander Karelin, la gimnasta Alina Kabaeba, la patinadora Irina Rodnina y el jugador de hockey Vladislav Tretyak, más orgullo ruso para la apertura de estos Juegos de Invierno envueltos en la polémica y considerados los más caros de la historia. Fue un momento diferente a lo habitual, porque Tretiak y Rodnina llevaron la antorcha (que en noviembre había viajado a la Estación Espacial Internacional) fuera del estadio, a un pebetero en el Parque Olímpico de Sochi, cerca de las aguas del Mar Negro. De este modo acabaron 123 días del relevo olímpico más largo de la historia (65.000 kilómetros, desde la Estación Espacial, el Polo Norte y el Lago Baikal; 14.000 relevistas) y se encendió la llama olímpica de Sochi.

Unos Juegos que reúnen a unos 6.000 deportistas de 88 países, 87 inscritos oficialmente, ya que los atletas indios compiten bajo la bandera olímpica debido a que su comité olímpico nacional está suspendido temporalmente por injerencias políticas.

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Sobre la firma

Amaya Iríbar
Redactora jefa de Fin de Semana desde 2017. Antes estuvo al frente de la sección de Deportes y fue redactora de Sociedad y de Negocios. Está especializada en gimnasia y ha cubierto para EL PAÍS dos Juegos Olímpicos y varios europeos y mundiales de atletismo. Es licenciada en Ciencias Políticas y tiene el Máster de periodismo de EL PAÍS.

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