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HISTORIAS DE UN TÍO ALTO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cobarde mercado de traspasos

Rajon Rondo pasa un balón ante Pau Gasol.
Rajon Rondo pasa un balón ante Pau Gasol.MICHAEL NELSON (EFE)

El plazo para traspasos y fichajes de la NBA ha llegado y se ha ido. Como suele ocurrir, los ladridos han superado con mucho a los mordiscos. Sí, se han hecho algunos tratos, pero Andre Miller, Gary Neal y Spencer Hawes difícilmente se pueden considerar los nombres que siguen haciendo girar el carrusel de la NBA. Entonces, ¿Por qué esta falta de acción? ¿Es que los buenos equipos no están dispuestos a intentar la excelencia? ¿O que los malos no aspiran a la mediocridad? ¿No es mejor el movimiento que la inmovilidad? ¿Por qué no intercambiar algunas elecciones del draft por Rajon Rondo? ¿Por qué no intentar que los Lakers prescindan de Pau Gasol? ¿Por qué no despachar a Carmelo Anthony? En el caso de la mayoría de los equipos (y sobre todo, en el de los Knicks), no parece que la temporada pueda ir a peor.

Resulta particularmente difícil imaginar a los directores generales de la NBA obstinándose en no cambiar nada cuando se tiene en cuenta quiénes son: a menudo exjugadores y casi siempre espíritus agresivos. Considerando las personalidades que intervienen, los traspasos y fichajes de la NBA deberían parecerse a un mercadillo de segunda mano sin estructura definida. Nuestro chico no funciona aquí, vuestro chico no funciona allí, vamos a ver si uno u otro funcionaría mejor en algún otro sitio. Excepto que los directores generales de la NBA tienen poco de directores generales.

Resulta tentador pensar en los equipos de la NBA como en entidades individuales, pero hacerlo es una estupidez. Mejor pensar que la NBA es como McDonald’s, y que los Bucks son una sucursal que resulta que se encuentra en Milwaukee. Cada equipo no puede existir sin todos los demás, y el conjunto juega un partido de suma cero. Al igual que solo es posible vender cierto número de hamburguesas al día, solo hay un determinado número de victorias que alcanzar en una temporada de la NBA.

Los directores generales de la NBA no son los tipos ambiciosos y temerarios que nos gustaría pensar que son. Por el contrario, son los clásicos cobardes que nos gustaría pensar que no son. No son como el consejero delegado de McDonald’s; se parecen más al encargado del puesto local de hamburguesas, y como la mayoría de estos, los directores generales de la NBA harán solo lo estrictamente necesario para evitar que los despidan.

Mientras que los aficionados pedimos fichajes y traspasos porque pensamos que nuestros equipos podrían ser mejores con alguien que no fuese O. J. Mayo, los directores generales están perfectamente satisfechos con el teléfono guardado en el bolsillo. A menudo, el riesgo es mucho mayor que la recompensa. Sí, se podría sacrificar una de las elecciones del draft para intercambiarlo por Rajon Rondo. Pero, ¿y si a Rajon Rondo se le desintegra otra vez la rodilla? ¿Y si una de las elecciones del draft se convierte en el próximo LeBron James?

Aburrido, sí, pero difícil de cambiar. En todo caso, no antes de que la NBA introduzca los descensos. Apostaría a que habría habido más actividad en el mercado si los Bucks de Milwaukee estuviesen tratando de evitar que los enviasen a la NBDL. Por desgracia, no es probable que esto ocurra. La NBA piensa lo mismo que piensa McDonald’s: si no está roto, no lo arregles. Aunque el producto sean unas malas hamburguesas. O un insulso mercado de fichajes.

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