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premier al ajillo
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Otro mal trago del City

Martin Demachelis y Micah Richards tras el pitido final que apea al Manchester City de la Copa Inglesa.
Martin Demachelis y Micah Richards tras el pitido final que apea al Manchester City de la Copa Inglesa. PHIL NOBLE (REUTERS)

Sobre el papel parecía una gran idea: ¿qué mejor que acercarse a media mañana de un sábado de primavera al Emirates para ver un Arsenal-Everton (4-1) de cuartos de final de la Copa de Inglaterra? Buenos, quizás una cosa: haberse acercado el domingo a Manchester para ver cómo al City se le atragantaba la Copa ante un segunda división, el Wigan (1-2). El mismo que le ganó la final en Wembley el año pasado en el último minuto días antes de descender.

Para el City, era una cita importante: una semana después de ganar la Copa de la Liga, superar al Wigan en casa a partido único (solo hay partido de vuelta si hay empate en la ida) parecía la preparación ideal antes de viajar a Barcelona y aprovechar el letargo suicida del Barça para remontar el chasco de la ida en Champions.

El Arsenal se enfrentará al Wigan y el Hull (en semifinales por primera vez en 80 años) al Sheffield United

Pero fútbol es fútbol, la Copa es la Copa y Demichelis es Demichelis: el argentino no faltó a su cita con los penaltis y cometió uno a la media hora que permitió a Jordi Gómez adelantar al Wigan. Nada más empezar la segunda parte, Perch marcó el segundo. Y ahí empezó el partido copero. Pellegrini metió de golpe a Silva, Dzeko y Milner y aquello se convirtió en un asedio sin cuartel a la portería del Wigan. Sobre todo cuando Nasri marcó cuando aún quedaban 20 minutos largos. La presión del City fue brutal y con ella las ocasiones. Pero entre postes, mala puntería y aciertos de la defensa, el pez chico se comió al gordo.

En el Emirates, todo había sido distinto la víspera. Arsenal y Everton jugaron un partido de guante blanco, en el que casi competían a limpieza, cortesía y calidad. El Everton de Roberto Martínez, cada día más lejos del que había armado David Moyes, salió a ganar pero empezó perdiendo: Özil, de vuelta de su larga crisis de identidad, marcó al poco de empezar. De la mano de la quizás más brillante promesa de Inglaterra, Ross Barkley, el Everton se fue haciendo con el partido y el empate de Lukaku no fue más que el lógico reflejo del juego. 

Entre el sol, un estadio moderno, cómodo y hermoso en el que casi hasta se come bien, los niños tienen juegos con los que entretenerse mientras papá (y mamá) se toman otra pinta, aquello era el paraíso. Nadie quería estropearle el fin de semana al rival. En el Everton, Barkley empezó a perdonar goles. Y el Arsenal parecía jugar con diez porque no se recuerda que el jugador con el número 22, apellidado Sanogo, llegara a tocar la pelota. Aunque se alinea en posiciones distintas, Sanogo recuerda mucho a su compañero Diaby: fabulosa calidad aparente y eficacia cero.

Sanogo se retiró a la hora de partido y entró Giroud, un jugador que parece casado con el gol desde que la prensa aireó sus aventuras extraconyugales. Siguiendo en la misma línea de suave bondad, el veterano Barry cometió un penalti innecesario. El árbitro, quizás parea compensar la gentileza de Barry, le obligó a Arteta a marcarlo dos veces. El Everton siguió pareciendo capaz de empatar, pero Giroud hizo completa la felicidad de la parroquia local con dos goles en contraataques de última hora.

En las semifinales a partido único en Wembley, el Arsenal se enfrentará al Wigan y el Hull (en semifinales por primera vez en 80 años) al Sheffield United, que está en la mitad de la tabla de la League One, como Segunda B. Si el Arsenal no gana esta copa, quizás ya nunca gane ninguna…

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