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La caída de Ronaldinho a Neymar

La actuación del Barcelona en Valladolid fue tan deficiente que necesita la intervención del club mientras se cuestiona el liderazgo de Messi para edificar el futuro azulgrana

Ramon Besa
Messi, Xavi y Neymar, tras recibir el gol del Valladolid
Messi, Xavi y Neymar, tras recibir el gol del Valladoliddenis doyle (Getty)

Ningún equipo contemporáneo ha protagonizado un ciclo tan exitoso y largo como el del Barça. El delicioso fútbol azulgrana ha sido tan consistente que los jugadores (Valdés, Puyol, Xavi, Iniesta, Messi) han sobrevivido a los distintos cambios de presidente (Laporta, Rosell y ahora Bartomeu), de entrenadores (Frank Rijkaard, Guardiola, Vilanova, Roura y actualmente Martino) y también de antídotos (Mourinho). Ni la inestabilidad institucional, expresada en las mociones de censura y periodos electorales, ni tampoco la fatalidad consustancial a la carta de naturaleza barcelonista (las enfermedades de Tito y Abidal), así como las múltiples circunstancias coyunturales (los problemas de Messi y Neymar con Hacienda) han alterado la trayectoria ganadora del equipo desde la llegada de Ronaldinho (2003) hasta la proclamación de Messi como número uno del mundo.

Las respuestas del equipo a cada derrota han sido tan contundentes que incluso la goleada del año pasado contra el Bayern fue asumida mayoritariamente con resignación cristiana, como si se tratara de una advertencia divina contra la cargante jerarquía del Barcelona, prototipo de club moralista, elegido como estandarte de la única manera de entender el buen fútbol. Alrededor del Barça se construyó una leyenda de club estupendo, a salvo de cualquier marcador y estadística (de tener seis puntos de ventaja se ha pasado a estar a cuatro de distancia del Madrid). Incluso los resultados más mezquinos han tenido coartada, hasta el 1-0 de Valladolid. La actuación barcelonista fue tan deficiente que no admite más disimulo. Ausente en la bonanza, necesita intervenir el consejo sin dilación para evitar la miseria.

El equipo viaja partido a partido, frágil y sin un plan a medio plazo

El goteo de dimisiones individuales por distintas causas (Guardiola, Tito, Rosell, Valdés, Puyol) exige una respuesta corporativa después de mucho tiempo de vida contemplativa, muy a gusto con la puesta del piloto automático. El equipo no ofrece ninguna fiabilidad en la Liga, un torneo regular por excelencia, y se duda de sus opciones en torneos a corto plazo como la Champions, por más que haya ganado la Supercopa y sea finalista de la Copa. Quizá por su carácter bipolar, los azulgrana prefieren batirse en el cuerpo a cuerpo, en las rondas que admiten esfuerzos selectivos y alineaciones a la carta a partir de cuatro centrocampistas (Xavi, Busquets, Cesc e Iniesta) que en los campeonatos a largo plazo, donde se requiere dedicación diaria y un trabajo táctico del que no hubo constancia en el estadio de Zorrilla, campo en que el Barça fue un equipo caótico y desalmado.

Messi, durante el partido contra el Valladolid.
Messi, durante el partido contra el Valladolid.SERGIO PEREZ (REUTERS)

No se sabe si porque es consciente de sus limitaciones, y sobre todo de su fragilidad, el equipo viaja partido a partido, sin un plan a medio plazo, imprescindible desde la partida de Rosell. El reinado del Barça en la última década se ha edificado a partir de dos figuras reconocidas como Ronaldinho y Guardiola. Rosell dejó como legado al Gaucho cuando dimitió como vicepresidente y ha claudicado como presidente después de contratar a Neymar. No es casualidad, sino que siempre creyó que los equipos se construyen a partir de grandes figuras y no desde la cultura de juego o de los mejores entrenadores.

Todavía ahora recuerda como se opuso a los fichajes de Ayala, Albelda y Aimar, en favor de Ronaldinho, cuando el confesor del presidente Laporta era Cruyff. Aceptó después, una vez llegado a la presidencia, que mandara Guardiola, un cruyffista radical, hasta que el técnico declinó renovar su contrato y después de un año sabático fichara por el Bayern. Rosell declinó intervenir para que no fuera acusado por la afición de destruir la herencia guardiolista. Quería que el equipo se consumiera por inanición igual que Laporta hasta que al rescate llegara Neymar. La jugada le ha salido mal por los contratos firmados con el brasileño y porque se cuestiona el papel de liderazgo de Messi.

La llegada de Neymar no ha cubierto el vacío que dejaron El Gaucho y Guardiola

El argentino ha sido el hilo conductor de la etapa gloriosa del Barça. Ahora se cuestiona, sin embargo, si es la piedra sobre la que conviene edificar el futuro azulgrana, una función que exige el liderazgo que tuvieron en su día Ronaldinho y Guardiola. La llave la tiene finalmente el director deportivo, Antoni Zubizarreta, solapado en su día por Guardiola y por Rosell, saco de todos los golpes, ninguneado por muchos y escudo en cambio del presidente Bartomeu, con quien ha congeniado mucho, incluso cuando el expresidente propuso fichar a Martino.

No disfruta el entrenador, los jugadores se han comido el queso desde que se marchó el gato y el equipo es hipersensible a cualquier contrariedad, falto de carácter y de afecto, cansado de que le pidan cambio después de pagar las facturas de todos. No le queda más remedio al Barça que competir desde la humildad, sin presumir de nada, mientras recompone una personalidad elaborada a partir de Ronaldinho y Guardiola, representantes de dos maneras opuestas de entender el fútbol y que se suponía iba absorber Messi, hoy tan espectador como Neymar, la única respuesta a los males del curso pasado. Así de gordo es el problema del Barça a la espera del City. Necesitan los azulgrana respuestas inmediatas y también para el próximo año.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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