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Ferrari apuesta a doble o nada

La escudería italiana da otra vuelta de tuerca a su intento de resurrección con la convivencia de Fernando Alonso y Kimi Raikkonen, el último campeón de rojo y a quien relevó el español

Oriol Puigdemont
Alonso y Raikkonen en el Gran Premio de Bélgica de 2013.
Alonso y Raikkonen en el Gran Premio de Bélgica de 2013.cordon press

Saber qué piensa un piloto de F-1 es tremendamente difícil, y si el sujeto en cuestión es Kimi Raikkonen, mucho más. El finlandés se siente comodísimo en ese papel de enfant terrible que interpreta en un escenario tan teóricamente estricto como el Mundial, y eso le concede algunas licencias reservadas únicamente para él. "Ya sabemos cómo es Kimi", fue la expresión más habitual de los responsables de prensa de Lotus a lo largo de estas dos últimas temporadas para justificar sus desaires o soplidos, relativamente habituales. Sin embargo, ese hermetismo de Raikkonen presenta algunas grietas desde que esta semana llegó a Melbourne, donde mañana (7.00, Antena 3) se pone en marcha un nuevo campeonato, con el corredor de Espoo vestido de rojo y al lado de Fernando Alonso.

A sus 34 años, el integrante más veterano de la parrilla se asoma al reto más importante de su trayectoria deportiva, un desafío de lo más atrevido en el que pone en juego todo su prestigio. Al otro lado del garaje estará Alonso, que conducirá un coche idéntico al suyo y que hará lo imposible por dejar bien claro que es capaz de sacarle más provecho al bólido. El nórdico siempre había mantenido que la identidad de su compañero le importaba un bledo. Ahora lo sigue diciendo por más que existan algo más que indicios para pensar lo contrario. De entrada, el respeto que tiene por el talento y el palmarés del español, y lógicamente también el hecho de que tuviera que cederle el volante en 2010 por los deseos de la marca de Maranello, que, eso sí, le agradeció los servicios prestados con un finiquito de más de 20 millones de euros.

Al otro lado del garaje estará Alonso, que conducirá un coche idéntico al suyo y que hará lo imposible por dejar bien claro que es capaz de sacarle más provecho al bólido

De entrada, Kimi ha perdido peso, dos kilos exactamente, que han volado como consecuencia de las rutinas que durante el invierno le programó Mark Arnall, su entrenador personal —que le acompaña desde 2002 y que anteriormente se encargó de la puesta a punto de Mika Hakkinen—. Nada nuevo si no fuera porque hablamos, probablemente, del piloto al que menos le gusta el gimnasio. "Está más motivado que nunca. Incluso más que cuando fichó por Ferrari la primera vez. Quiere demostrar que es capaz de ganar al que la mayoría considera como el mejor", asegura una fuente próxima a Raikkonen, que en 2007 se convirtió en el noveno campeón del mundo de la historia de la Scuderia, y que siete años después aún es el último en lograrlo.

El asturiano ha terminado por desquiciar a todos sus vecinos de taller con la única excepción de Lewis Hamilton, y está decidido a volver a hacerlo esta vez. Sin embargo, aquel 2007 en McLaren le dejó tan descolocado que se hace difícil pensar que turbulencias de ese estilo puedan repetirse.

Las cosas han cambiado mucho desde que Ferrari despidió a Raikkonen y él decidió irse a correr el Mundial de Rallies. "Entonces nunca pensé que iba a volver siquiera a la F-1. De hecho, en aquella época no quería volver. Pero ya se sabe, las cosas cambian", cuenta Kimi. En aquella época ya se empleaban los simuladores, aunque su papel era menos trascendente que ahora, y estaban mucho menos desarrollados. Iceman evitaba subirse a ellos tanto como podía porque terminaba mareado, algo bastante común por aquel entonces. Este invierno, no obstante, era habitual verle llegar al cuartel general de los bólidos rojos desde su casa de Baar (Suiza), y darse un hartón de jugar a esa PlayStation gigante.

El piloto asturiano ha desquiciado a la mayoría de sus vecinos de taller

La pretemporada de Ferrari fue de perfil bajo. Los focos se los llevaron otros. En el caso de Mercedes, para bien; en Red Bull, al contrario. De cualquier forma, el equipo italiano y sus dos estrellas se han plantado en Australia como la tercera estructura que más kilómetros ha recorrido (4.487) en los entrenamientos, solo por detrás de Mercedes (4.980) y de Williams (4.891), pero muy por delante de la escudería energética (1.709) y de Lotus (1.287). El zarandeo del reglamento ha provocado que la mayoría se centre primero en llegar a la meta (fiabilidad), para después intentar hacerlo tan rápido como sea posible.

En Melbourne, Hamilton y Rosberg dominaron el primer día de pruebas mientras que Alonso concluyó el tercero, a medio segundo del británico, y Raikkonen fue el séptimo, a 1,2 segundos. "Todavía hay cosas que resolver, esto es una prueba del nivel de complejidad del reto que se nos ha planteado este año", dijo Stefano Domenicali, el hombre que deberá esmerarse en conseguir que los intereses colectivos de Ferrari prevalezcan sobre los individuales. Es doble o nada.

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