_
_
_
_
_

La melancolía de Isco

El malagueño regresó a casa, falló un gol claro y nunca se encontró a pesar de ser despedido con una enorme ovación

R. PINEDA
Isco se lamenta de un mal remate
Isco se lamenta de un mal remateDaniel Tejedor (AP)

A Isco se le amontonaron los recuerdos nada más pisar el césped de La Rosaleda. Hace tan solo un año, su Málaga alcanzaba los cuartos de final de la Liga de Campeones tras eliminar al Oporto conducido por el fino centrocampista andaluz. Volvió de titular de un Madrid donde Bale rompió a jugar y Di María había anunciado su ausencia con antelación. Isco escuchó cómo su nombre fue coreado por la grada cuando sonó la alineación del Madrid por megafonía y sintió la carantoña que le hizo Cristiano justo antes de empezar el partido. Isco jugó por la izquierda, en una zona en la que pareció no sentirse cómodo. De los cuatro primeros balones que tocó, tan solo jugó con sentido uno, que llegó al omnipresente Bale. El galés ofreció un curso de cómo jugar en la banda, a pie cambiado, con conducciones prodigiosas y cambios de juego excelentes. No pudo mirarse en su espejo Isco.

Se marchó agradecido, pero no feliz por su discreto partido

Su pequeño calvario en la banda pudo acabar en el minuto 31, cuando Di María entró en el campo por el lesionado Benzema. Isco se colocó de falso nueve, esa demarcación que parece inventada para la selección española. Ausente y desconectado, apenas hubo noticias del futbolista malagueño, cohibido ante la actuación de Bale en un primer tiempo muy bueno, el golpeo de Cristiano o el fútbol eléctrico de Di María. Curioso el caso del argentino, no es centrocampista ni lateral ni extremo, pero juega bien en todas esas posiciones. En la noche malagueña, su pase al área de volea tras cambio de juego de Marcelo despertó un murmullo de admiración.

La melancolía de Isco encontró su punto álgido tras una jugada de Di María. El argentino corrió 20 metros y asistió a su compañero. Isco, solo ante Caballero, la lanzó fuera, por encima del larguero. La Rosaleda volvió a corear su nombre. Fastidiado, agachó la cabeza más de la cuenta y se desenganchó de la posición de delantero en busca del balón. Sin él, sufre demasiado y no se parece en nada al que comenzó la temporada de manera fulgurante. Pasada la hora de juego, Isco abandonó la que fue su casa, sustituido por Jesé. Atronó la tercera ovación de La Rosaleda. Isco se marchó agradecido, pero no feliz por su discreto partido. Quizás como el de su Madrid, más pendiente del clásico que de lo que ocurría en Málaga, ofuscado en un segundo tiempo más bien flojito, donde su rival tuvo opciones.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_